sábado, 14 de agosto de 2021

(1494) Se consigue pacificar otra rebelión de indios. Absurda teoría de que el exceso de sexo hacía más mortal el efecto de las flechas envenenadas. Se produjo entonces el primer motín grave de los españoles contra Cabeza de Vaca.

 

     (1084)  Partió Gonzalo de Mendoza en busca de las provisiones que el gobernador necesitaba para la nueva campaña de descubrimiento y conquista. Los guaraníes le atendieron bien, pero mandó un mensaje diciendo que surgió una complicación: "Los intérpretes habían vuelto huyendo porque los habían querido matar los amigos de un indio que andaba alborotando la tierra contra los cristianos y contra los indios que eran nuestros amigos". Además, dos caciques importantes, Guazani y Tabere, se habían aliado con el rebelde, por lo que Gonzalo trataba de solucionar el problema. La situación era muy grave porque los guaraníes amigos estaban siendo salvajemente tratados por los rebeldes, y, de no recibir ayuda de los españoles, se verían obligados a dejar de enviarles provisiones.

     En la crónica se indica, como siempre, que Cabeza de Vaca llamó a consulta a frailes, oficiales del Rey y capitanes, y les pareció a todos que aquellos hechos justificaban plenamente una respuesta militar de los españoles. Visto su parecer, el gobernador envió a Domingo de Irala con una tropa para atacar a los rebeldes si no se atenían a razones y continuaban revolviendo: "Partido Domingo de Irala y llegado al lugar, envió un mensajero a amonestar a Tabere y a Guazani, pero no les quisieron oír, sino que  siguieron molestando a los indios amigos, y, en algunas escaramuzas, salieron heridos varios españoles, a los cuales Domingo de Irala envió, para que fuesen curados, a la ciudad de Asunción, de los cuales murieron unos cinco porque las flechas estaban envenenadas. Pero fue por culpa suya, pues las heridas eran muy pequeñas, y uno de ellos murió de sólo un rasguño que le hicieron en la nariz, debido a que eso ocurre cuando los que son heridos con ese veneno no se guardan mucho de tener excesos con mujeres, porque, por lo demás, es  un veneno débil".

     Después de su cómica explicación médica, el cronista sigue diciendo: "El gobernador tornó a escribir a Domingo de Irala, mandándole que por todas las vías que él pudiese trabajase por hacer paz y amistad con los indios enemigos, porque así convenía al servicio de Su Majestad, pues, mientras la tierra estuviese en guerra, no podía dejar de haber alborotos, escándalos, muertes, robos y desasosiegos en ella, de los cuales Dios y Su Majestad serían deservidos. Domingo de Irala, recibida la misiva, procuró llevarla a cabo, y, como los rebeldes estaban ya muy fatigados por la guerra que los cristianos les hacían, fueron a asentar la paz, dieron de nuevo la obediencia a Su Majestad, y respetaron a todos los demás indios. Luego Guazani, Tabere y otros muchos indios  se presentaron ante el gobernador a confirmar las paces, y él les dijo que les perdonaba el desacato pasado, y que, si otra vez lo hiciesen, serían castigados con todo rigor, tras lo cual, les dio regalos y se fueron muy contentos. Y viendo el gobernador que aquella tierra y sus naturales  estaban en paz y concordia, mandó poner gran diligencia en traer las provisiones y las otras cosas necesarias para  cargar los navíos que habían de ir al descubrimiento de la tierra por el puerto de los Reyes, que era donde se había determinado hacerlo. En pocos días, le trajeron los indios más de tres mil quintales de harina de mandioca y maíz, y con ellos acabó de cargar todos los navíos con bastimentos, los cuales les pagó con mucha alegría de los nativos, y proveyó de armas a los españoles que no las tenían y de las otras cosas que eran menester".

 

     (Imagen) Y saltó la sorpresa: el gobernador tenía hipócritas enemigos a su alrededor: "Estando ya a punto los bergantines para ir a conquistar tierras, los oficiales de Su Majestad y los clérigos, aunque habían dado su conformidad, le dijeron, de forma encubierta, al comisario fray Bernardo de Armenia y a fray Alonso Lebrón, su compañero, que escapasen por el camino que el gobernador descubrió desde la costa de Brasil (el que pasaba por las cataratas de Iguazú), y que se volviesen a aquella costa llevando ciertas cartas para Su Majestad, dándole a entender que el gobernador usaba mal de la gobernación que le había concedido. Lo hacían movidos por el odio que le tenían, con el fin de impedir que descubriera más tierras, lo cual hacían para que el gobernador no lograse éxitos para Su Majestad. El verdadero motivo de esto había sido que, cuando el gobernador llegó al territorio de Río de la Plata, lo halló pobre, a los españoles sin armas, y olvidados los que servían a Su Majestad. Y ocurrió que los que allí residían se querellaron por los agravios y malos tratamientos que los oficiales de Su Majestad les hacían, los cuales, por su propio interés particular, habían creado un nuevo tributo muy contra justicia y contra lo que se usa en España y en el resto de las Indias, de lo cual se da cuenta en esta relación". Extrañamente, los frailes se prestaron a colaborar con los oficiales del Rey (probablemente corruptos), e hicieron todo lo posible para ocultar su huida, pero algunos indios estaban al tanto y temieron por sus hijas: "Fueron adonde el gobernador y le pidieron que mandase que se las devolviesen, las cuales ellos habían confiado a los dichos frailes para que las adoctrinasen, pues habían oído decir que los frailes se querían ir a la costa del Brasil y que les llevaban por fuerza a sus hijas, teniéndolas muy sujetas y aprisionadas. Cuando el gobernador supo esto, ya los frailes eran idos, por lo que envió tras ellos y los hizo volver a la población. Todo esto causó gran alboroto y escándalo, tanto entre los españoles como en toda la tierra de los indios, de manera que los caciques principales hicieron grandes protestas. El gobernador, recibida la información contra los frailes y oficiales, mandó apresar a los oficiales, y, por no detenerse con ellos, sometió la causa a un juez para que conociese de sus culpas y cargos, y, bajo fianzas, llevó dos de ellos consigo, dejando a los otros presos en la ciudad y suspendidos de oficio hasta tanto que Su Majestad proveyese en ello lo que más fuese servido".




No hay comentarios:

Publicar un comentario