lunes, 16 de agosto de 2021

(1495) Cabeza de Vaca, quizá imprudentemente, decidió salir de Asunción encabezando una campaña de conquista. Allí dejó al mando a Juan de Salazar de Espinosa. El cronista Pedro Hernández hace un acusación muy grave contra Domingo de Irala.

 

     (1085) No se entiende muy bien por qué Cabeza de Vaca decidió ir al mando de la expedición. Los gobernadores solían delegar el trabajo a algún  capitán de su confianza, y abandonar Asunción era una invitación a los enredos políticos de sus rivales:   "A esta sazón, ya todo estaba preparado, por lo cual el gobernador mandó escoger cuatrocientos hombres arcabuceros y ballesteros para que fuesen en el viaje. La mitad de ellos se embarcaron en los bergantines, y los otros, con doce de a caballo, fueron por tierra cerca del río hasta que llegasen en el puerto de Guayviaño, yendo siempre por los pueblos de los indios guaraníes, nuestros amigos, porque por allí era mejor. Los mandó partir ocho días antes que los navíos, y fue con ellos el factor Pedro Dorantes y el contador Felipe de Cáceres. Pasados los ocho días, el gobernador se embarcó, dejando como lugarteniente suyo en la Asunción a Juan de Salazar de Espinosa con unos doscientos hombres de guerra, y seis de a caballo entre ellos. El día de Nuestra Señora de Septiembre (día ocho,  Natividad de la Virgen), dejó hecha la iglesia, que se había quemado. Partió del puerto con los diez bergantines y ciento veinte canoas, llevando mil doscientos indios en ellas, y dejó mandado al capitán Salazar que, con la mayor diligencia que pudiese, se acabase de hacer la carabela que él mandó hacer, de manera que, cuando volviese de la expedición, pudiese enviar con ella información a Su Majestad de la campaña y de todo lo sucedido en ella".

     Luego el cronista hace una relación de los puertos de río a los que iban llegando las naos del gobernador Cabeza de Vaca. En todos ellos fueron bien recibidos por los indios, y siempre les advertía que deberían hacerse vasallos de Su Majestad y mantenerse en paz con con los demás nativos, insistiendo también en que no molestaran a los españoles que residían en Asunción, porque, de cumplirlo así, él los trataría muy bien, y, al despedirlos, les dejaba los regalos que más les gustaban. Por  su parte, los indios les aportaban provisiones generosamente. Los puertos que visitaron primeramente fueron Tapua, Juriquizaba e Itaqui. Llegaron también a otros dos cuyos indios habían creado anteriormente problemas: "Fueron después al puerto de Guazani, que es el que se había levantado con el de Tabere para hacernos la guerra, los cuales vivían ya  en paz y concordia. Y,  con tener a estos dos poblados en buena armonía con los españoles, bastaba para que toda la tierra estuviera pacífica. Como ellos son la cabeza principal de los naturales de aquella tierra, el gobernador les habló lo más amorosamente que pudo, rogándoles que siempre obedeciesen los mandamientos que se diesen en nombre de Su Majestad, a lo cual respondieron que estaban determinados a hacerlo  así. El cacique de  Tabere, para que se creyese más en ellos, dijo que quería acompañarlos, y al gobernador le pareció bien y tuvo en mucho su ofrecimiento. Y era cierto que, teniendo a este cacique contento, toda la tierra quedaría en paz y nadie osaría levantarse, por miedo de él. El gobernador se hizo a la vela desde el puerto de Guazani, fue navegando por el río del Paraguay arriba, y el viernes 24 días del mes de septiembre llegó al puerto que llaman Ipananie, en el cual mandó detener los bergantines para hablar a los indios naturales de esta tierra, que son vasallos de Su Majestad, y también porque le informaron de que entre estos indios estaba uno de la tribu de los guaraníes, que había estado cautivo mucho tiempo en poder de los indios paraguaes, sabía su lengua, y conocía bien dónde tenían sus pueblos".

 

      (Imagen) El cronista Pedro Hernández comenta dos asuntos que necesitan alguna aclaración. Ya vimos el grave conflicto que tuvo el gobernador Cabeza de Vaca con los funcionarios oficiales por querer presentarle a Carlos V algunas quejas contra él. Como respuesta, apresó a dos, pero tuvo que llevar consigo a los otros dos porque era obligatoria su presencia en la expedición. Y ocurrió lo siguiente: "Estando en el puerto de Tabere, se le murió el caballo al factor Pedro Dorantes (uno de los funcionarios), y le dijo al gobernador que no se hallaba en disposición para seguir la conquista de nuevas tierras sin caballo, por lo cual se volvía a la ciudad de la Asunción, y en su lugar nombraba como factor a su hijo, también llamado Pedro Dorantes, el cual fue admitido por el gobernador para que participase en la conquista en lugar de su padre". Tenía que ser tensa la convivencia del factor Pedro Dorantes con el gobernador, y es posible que aprovechara la excusa del caballo para perderlo de vista, a lo que, como se ve, el gobernador no se opuso. Otro asunto delicado era la relación del gobernador con Domingo de Irala, a quien el cronista va a desprestigiar de inmediato contando un hecho anterior: "Cuando el capitán Juan de Ayolas llegó al puerto de la Candelaria, que es tierra de indios payaguaes, donde había dejado a Domingo de Irala para que le esperara con varios bergantines, no lo halló. Durante una estancia de cuatro meses, él y sus hombres padecieron mucha hambre, y los payaguaes, aprovechando su debilidad, les dijeron que los querían llevar a sus casas para mantenerlos,  y, en el camino, les dieron tantos palos en las cabezas, que mataron al capitán Juan de Ayolas y a los 80 hombres que le quedaban de 150 que tenía cuando estaba en campaña. La culpa de estas muertes la tuvo Domingo de Irala, que fue el que se quedó con los bergantines y su gente aguardando allí, pero luego desamparó el puerto y se fue por el río abajo hacia donde quiso. Pues, si Juan de Ayolas los hubiese hallado adonde los dejó, él y sus cristianos se habrían embarcado, y los indios no los habrían podido matar; lo cual hizo Domingo de Irala con mala intención, para que los indios los matasen, como los mataron, y para apoderarse de la gobernación, como después lo hizo contra Dios y contra su Rey, y aún hoy sigue alzado, y ha destruido y asolado toda aquella tierra, y hace doce años que la tiene tiránicamente". El cronista puede hacer referencia a esos datos porque su texto fue publicado cuando Cabeza de Vaca ya había sido destituido por los de Domingo de Irala y enviado preso a España.




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