(1074) La parte de la tropa que había ido
navegando por el río con muchos enfermos, a los que acompañaban el cacique
Iguaron y cincuenta soldados, entre arcabuceros y ballesteros, se vieron
terriblemente acosados por los indos: "Estando el gobernador en la ciudad
de la Asunción, al cabo de treinta días que hubo llegado a la ciudad, vinieron
al puerto los cristianos que había enviado en las balsas, tanto enfermos como
sanos, desde el río Paraná. Aunque estaban fatigados del camino; solo faltó uno,
al que lo mató un tigre. Por ellos supo el gobernador que los indios habían
hecho un gran llamamiento en aquellas tierras, y, por el río en canoas y por la
ribera del río, habían salido contra ellos en muy gran número y con grandes
gritos, tirándoles muchas flechas desde sus más de doscientas canoas para tomarles
las balsas y matarlos. Durante catorce días con sus noches no habían cesado de
darles guerra, y los de tierra llevaban unos garfios grandes, para echarles
mano a las balsas y sacarlas a tierra, resultando hasta veinte españoles
heridos,
pero sin gravedad. En todo este tiempo sus balsas no dejaban de seguir por el
río abajo, porque la corriente del río los llevaba, y ellos solo se ocupaban de
gobernarlas para que no llegasen a
tierra, donde estaba todo el peligro. Pero algunos remolinos que el río hace
les puso en gran riesgo muchas veces, porque llevaba las balsas a la redonda
remolinando, y, si no fuera por la buena
maña que se dieron los que gobernaban, los remolinos los habrían llevado a
tierra, donde serían matados".
Recordemos que las balsas con los enfermos
iban, de pasada, a un punto del río en el que había un indio amigo: "Yendo
en esta forma, los siguieron catorce días los indios con sus canoas, hasta que
llegaron cerca de los lugares del dicho indio Francisco, que fue esclavo y
criado de cristianos, el cual, con cierta gente suya, salió río arriba a socorrer a los españoles, y los trajo a una
isla cerca de su propio pueblo, donde los proveyó de alimentos, y allí se
curaron y repusieron los heridos, y los enemigos se retiraron sin tornar a
acometerlos. En este tiempo llegaron dos bergantines que en su socorro habían
enviado desde Asunción, en los cuales fueron llevados hasta la dicha ciudad".
Todos los pasos dados iban saliendo, en
general, bien, pero había otro asunto que le preocupaba al gobernador Cabeza de
Vaca. Faltaba recoger a los españoles que había enviado a Buenos Aires: "Con
toda diligencia, el gobernador mandó aderezar dos bergantines, y, a cierta
gente de la que halló en la ciudad de Asunción, que habían sido pobladores del
puerto de Buenos Aires y tenían experiencia del río Paraná, los envió a
socorrer a los ciento cuarenta españoles que envió en la nao capitana desde la
isla de Santa Catalina, por el gran peligro en que estarían en aquel puerto despoblado, y para que se repoblase
Buenos Aires en la parte que más apropiada les pareciese a las personas a las
que se lo había encargado, porque era cosa muy necesaria, y sin la cual toda la
gente española que residía en la provincia y conquista, y la que adelante
viniese, estarían en gran peligro de perderse".
(Imagen) En general, los conquistadores
españoles eran imparables organizadores de lo divino y lo humano. Desarrollaban
una incesante actividad, a veces muy destructiva, pero con otro aspecto
constructivo admirable. La importancia del puerto de Buenos Aires era de primer
orden, aunque pasarían muchos años hasta que Juan de Garay dejase
definitivamente asentada la ciudad. Antes de que llegara Cabeza de Vaca, había
sido abandona, el año 1536 (como indica la imagen), por el acoso de los indios,
en un cerco horrendo durante el cual se practicó hasta el canibalismo. El
cronista subraya su valor estratégico: "Es necesario refundar Buenos Aires
porque las naos que van hasta allí, tienen que tomar puerto en el río Paraná,
para hacer bergantines con los que puedan subir 350 leguas río arriba, hasta llegar a la ciudad de Asunción, de
navegación muy trabajosa y peligrosa. El gobernador Cabeza de Vaca envió hacia
Buenos Aires dos bergantines que partieron desde Asunción el 16 de abril del
dicho año (1542). Luego mandó hacer otros dos, que, cargados de
bastimentos y gente, partieron a hacer el dicho socorro y a efectuar la refundación
del puerto de Buenos Aires, encargando a los capitanes que envió con los
bergantines que les hiciesen buenos tratamientos a los indios que hubiera por
donde habían de navegar. Ordenado todo lo dicho, comenzó a entender en las
cosas del servicio a Dios, a Su Majestad, y a la pacificación de los naturales
de aquella provincia. Y, para mayor seguridad, mandó llamar a los religiosos y
clérigos que allí residían, y a los que consigo había llevado, y les rogó, con
buenas y amorosas palabras, que tuviesen especial cuidado en adoctrinar a los
indios, como vasallos de Su Majestad, y les mandó leer ciertos capítulos de una
carta de Su Majestad, en la que hablaba sobre el tratamiento de los indios, y
de que los dichos clérigos tuviesen especial cuidado en mirar que no fuesen
maltratados, y que le avisasen de lo que en contrario se hiciese, para poderlo
remediar, y que todas las cosas que fuesen necesarias para tan santa obra, el
gobernador se las daría, así como todo lo que necesitasen para administrar los
santos sacramentos en las iglesias y monasterios, para lo cual mandó que fuesen
proveídos de vino y harina, y les repartió los ornamentos que llevaba
destinados al servicio de las iglesias y del culto divino".
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