jueves, 5 de agosto de 2021

(1486) Cabeza de Vaca se buscó pronto la inquina de los funcionarios porque les prohibió que cargaran a los vecinos con impuestos ilegales. Asimismo, ayudó a los indios guaraníes contra sus enemigos, los guaicurúes.

 

     (1076) Digamos de entrada que el gobernador Álvar Núñez Cabeza de Vaca tuvo mucho mérito al hacerse cargo de una expedición tan complicada, y llevarla, de momento, a buen fin. Así que, la primera parte de su misión, la cumplió con brillantez. Pero, aunque se había presentado en Asunción para ayudar a españoles tan acorralados por los indios, también tenía asignado el cometido de poner orden si era necesario y hacer valer su autoridad. La crónica continúa dejando aquí y allá elogios para el comportamiento del gobernador Álvar Ñúñez Cabeza de Vaca. No olvidemos que fue escrita por su secretario Pedro Hernández, que tendría empeño en presentar ante Carlos V una imagen favorable de quien tantos enemigos personales encontró, casi de inmediato, cuando desembarcó en Asunción: "A los pocos días de haber llegado a la ciudad, el gobernador, visto que había en ella muchos (españoles) pobres y necesitados, los proveyó de ropas, camisas, calzones y otras cosas, con que fueron remediados, y proveyó a muchos de armas, que no las tenían, todo a su costa, sin interés alguno. Y rogó a los oficiales de Su Majestad que no les hiciesen los agravios y vejaciones que hasta entonces les habían hecho, de lo cual se se podrían querellar de ellos gravemente todos los conquistadores y pobladores, así sobre el cobro de deudas  (supuestamente) debidas a Su Majestad, como de derechos de una nueva imposición que se inventaron y pusieron, de pescado y manteca, de la miel, maíz y otras provisiones,  y de las pieles con que se vestían. Sobre lo cual, los oficiales del Rey hicieron al gobernador muchos requerimientos para proceder a su cobranza, pero el gobernador no se lo consintió, de donde le cogieron grande odio y enemistad, y, por vías indirectas, intentaron hacerle todo el mal y daño que pudiesen, movidos con mal celo, de lo cual resultó que el gobernador los prendió y los tuvo presos en virtud de las informaciones que contra ellos se tomaron". ¿Excesivo rigor? ¿Dureza necesaria? Lo que parece cierto es que las quejas de los vecinos tenían un serio fundamento.

     Ya hemos visto que muchos indios acataban el señorío de los españoles, y, como tales vasallos de la Corona, también ellos buscaban el amparo judicial del gobernador: "Los indios principales de la ribera y comarca del río Paraguay vasallos de Su Majestad, se presentaron ante el gobernador y se quejaron de que otros indios, llamados guaicurúes, les habían desposeído de su propia tierra, y les habían matado a sus padres, hermanos y parientes, por lo que, siendo ellos eran cristianos y vasallos de Su Majestad, le pedían que les restituyese en las tierras que les tenían ocupadas. Vista por el gobernador la querella de los indios principales, los nombres de los cuales son Pedro de Mendoza, Juan de Salazar Cupirati,  Francisco Ruiz Mayraru, Lorenzo Moquiraci y Gonzalo Mayraru (al bautizarse, se ponían nombres de conquistadores importantes), y para que se supiese la verdad de lo contenido en su querella y se procediese conforme a derecho, les dijo que trajesen información de lo que decían, la cual presentaron de muchos testigos cristianos españoles que conocían los daños que los indios guaicurúes les habían hecho".

 

     (Imagen) Veamos un ejemplo típico de cómo los españoles defendían jurídicamente los derechos de los indios leales contra los abusos que sufrían por parte de sus enemigos. En este caso, los guaraníes denunciaron a los guaicurúes, y el gobernador Cabeza de Vaca reaccionó ejemplarmente comprometiéndose de inmediato en el asunto. Tras obtener amplia información legal, se decidió atacar a los guaicurúes: "El gobernador mandó que dos españoles, con un clérigo llamado Martín de Armenia, acompañados de cincuenta españoles, fuesen a buscar a los indios guaicurúes para requerirles que dejasen de hacer la guerra a los indios guaraníes, y los dejasen andar libres por sus tierras, y que, si no lo hiciesen, les haría la guerra como a enemigos. A los ocho días, volvieron, y dijeron que los guaicurúes se pusieron en armas contra ellos, tirándoles muchas flechas que les causaron heridos. Entonces el gobernador preparó unos 200 hombres y partió con ellos el día 12 de julio de 1542. Recorridas cuatro leguas, llegaron a un lugar que se llamaba Tapou, donde les esperaban grandes escuadrones de guaraníes con el cacique Mormocen, un indio muy valiente y temido en aquella tierra, que era ya cristiano, y se llamaba Lorenzo,  siendo cosa muy de ver el orden que mantenían y su aderezo de guerra. Luego Mormocen y los indios principales, hecha su junta, dijeron que era necesario enviar indios y cristianos que fuesen a descubrir la tierra por donde habían de ir, y a ver el pueblo y asiento de los enemigos, para saber si habían tenido noticia de la ida de los españoles. Pareciéndole al gobernador que era buen consejo, envió dos españoles con el mismo Mormocen y con otros indios que conocían la tierra. E idos, volvieron el día siguiente y dijeron que los guaicurúes habían andado cazando, como es costumbre suya, y poniendo fuego por muchas partes, pero que todo mostraba que aquel mismo día habían levantado su poblado, yendo de caza y caminando con sus hijos y mujeres, para asentarse en otra parte donde se pudiesen mantener de la caza y de la pesca,  y que les parecía que no habían tenido ninguna noticia de la llegada de los españoles y los guaraníes. Calculaban que, desde allí hasta donde podían haber llegado para asentar su pueblo, habría unas seis leguas, porque se veían los fuegos por donde andaban cazando". Pero el gobernador no dejará escapar la presa. Perseguirá sin tegua a los guaicurúes hasta derrotarlos, como veremos más adelante.




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