(1091) Pero, como casi siempre, la amistad
de los nativos era quebradiza: "Vuelto el gobernador al puerto de los
Reyes, el capitán Juan Romero, que había permanecido en el lugar como su
teniente, le dijo que, a poco de que partiera con sus hombres del puerto, los
indios de allí y de la isla que está a una legua de distancia planeaban matar a
todos los cristianos que no marcharon, y tomarles los bergantines. Para ello,
hacían llamamientos a los indios por todas partes, y se unieron pronto los guaxarapos, que son nuestros enemigos, y otras
tribus, teniendo acordado dar contra los cristianos de noche, para lo cual
venían a espiar, fingiendo que mercadeaban. Al saberlo el gobernador, llamó a
los indios principales, y les pidió, de parte de Su Majestad, que no
quebrantasen la paz que ellos habían aceptado, pues el gobernador y todos los
cristianos los habían tratado como amigos, dándoles muchas cosas, y los
defendería de sus enemigos, pero que, si otra cosa hiciesen, los tendría como
enemigos y les haría guerra. Tras escucharle, los indios prometieron de nuevo
tener por amigos a los cristianos, y echar de su tierra a los indios que habían
venido contra ellos, que eran los guaxarapos y otras tribus". Le quedaba
al gobernador otro problema por resolver, el de buscar comida para los que
habían llegado con él al poblado. Solo contaba con las provisiones remanentes de
los bergantines, que no durarían más de doce días, porque, entre españoles e indios
amigos, dependían de él unas tres mil personas: "Ante tamaña necesidad,
que ponía a la gente en riesgo de morir, les preguntó a los indios principales
de la tierra dónde encontraría provisiones a cambio de regalos, y le dijeron
que a nueve leguas de allí estaban, en la ribera de unas grandes lagunas, unos
indios llamados arrianicosies, que se las darían en gran abundancia".
Se presta a confusión la salida de dos
capitanes que fueron encargados por el gobernador de descubrir nuevas tierras.
El primero que salió fue Francisco de Ribera, y ahora nos habla el cronista del
otro, que tenía el mismo apellido: "Envió al capitán Hernando de Ribera en
un bergantín, con cincuenta y dos hombres, para que fuesen por el río arriba
hasta los pueblos de los indios xarayes y hablase con su cacique para que le informase
de lo de que había más adelante, y procurase hacer tratos con los indios que encontrara
siguiendo por el borde del río, y, acatada la orden, se hizo a la vela el día 20 de diciembre del
dicho año 1543".
Y justo un mes más tarde regresó el otro
del mismo apellido: "A 20 días del mes de enero del año 1544 años, vino el
capitán Francisco de Ribera con los seis españoles que con él envió el
gobernador (también a descubrir tierras), con el guía y con tres indios que le quedaron
de los once guaraníes que le acompañaron (enseguida explica que los otros
ocho habían huido). Llegado con los
seis cristianos, los cuales venían heridos, toda la gente se alegró con ellos,
y dieron gracias a Dios de verlos escapados de tan peligroso camino, porque, en
verdad el gobernador los daba por perdidos, ya que, de los once indios que con
ellos habían ido, se habían vuelto ocho, por lo cual el gobernador tuvo mucho
enojo con ellos y los quiso castigar, e incluso los indios principales le habían
rogado que los ahorcase por desamparar a los cristianos. El gobernador se limitó
a lo reprenderlos, con aviso de que, si otra vez lo hiciesen, los
castigaría".
(Imagen) La crónica la escribe Pedro
Hernández, el secretario de gobernador, y vemos cómo, una y otra vez, está
mostrando que Cabeza de Vaca era muy cuidadoso haciendo, antes de tomar una
decisión, consultas previas a los clérigos, los funcionarios del Rey y los
capitanes del ejército, que, incluso, quedaban formalizadas por escrito y
firmadas. Uno saca la impresión de que el gobernador quiso que el texto le
sirviera de defensa contra la destitución a la que fue forzado (como pronto
veremos) por varios capitanes rebeldes, y contra las acusaciones en que ellos
se basaban. Lógicamente, le parecería más creíble que contara la historia su
secretario y no él directamente; pero, además, tanta insistencia exagerada en
su cumplimiento escrupuloso de la opinión de los asesores oficiales, tiene todo
el aspecto de hacerse para que sirva de escudo
protector frente a los jueces. Habitualmente, en las Indias, los
conquistadores, en caso de necesidad, cogían provisiones de los indios por la
fuerza si se resistían, y, si respondían agresivamente, utilizaban las armas,
todo ello de manera automática. Según Cabeza de Vaca, él siempre lo sometía
previamente a consulta. En este caso, además de haber obtenido la conformidad, redactó
un documento para que el capitán Gonzalo de Mendoza actuara en consecuencia: "Lo
que vos habéis de hacer al buscar provisiones para que nuestra gente no se
muera de hambre, es pagárselas debidamente a los indios que están por la
comarca, diciéndoles que deseo verlos y tenerlos por amigos, y darles de mis
cosas. Habéis de tener gran cuidado de que, por los lugares donde haya indios
amigos nuestros, no consintáis que nadie de los que con vos lleváis les haga
fuerza ni ningún mal tratamiento, sino que todo lo que ellos os dieren, lo pagaréis
como deseen, para que no tengan causa de quejarse. Llegado a los pueblos,
pediréis a los indios que os den provisiones, ofreciéndoles la paga y
rogándoselo con amorosas palabras. Pero, si no os las quisiesen dar, habréis de
tomárselas por la fuerza, y, si se opusieran con mano armada, tendréis que hacerles
la guerra, porque el hambre que sufrimos no permite otra cosa. En todo lo que sucediere
cuando partáis, comportaos tan templadamente como conviene al servicio de Dios
y de Su Majestad, lo cual espero de vos, como servidor suyo que sois". Sus
enemigos le arrebatarán el cargo al gobernador, pero en la imagen vemos a
alguien que lo defendió valientemente: Juan Muñoz de Carvajal. Es tan
interesante su carta, que la transcribiré ponto íntegramente.
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