(1080) El principal afán del gobernador
Cabeza de Vaca era pacificar tribus de indios, para lo que, sin duda, le
valdría su tremenda y positiva experiencia con las del territorio del sur de
Estados Unidos. Y tuvo confianza en conseguirlo de los guaicurúes, aunque los
acababa de derrotar en alianza con sus enemigos, los guaraníes, siempre leales
a los españoles: "Después de haber castigado
a los agaces, el gobernador mandó que los indios principales guaraníes entregasen
todos los guaicurúes que habían apresado cuando fueron derrotados. Cuando los
españoles encargados de hacerlo volvieron con los cautivos,
el gobernador les recordó a sus hombres que Su Majestad tenía mandado que ninguno de aquellos guaicurúes fuese esclavo, porque no se habían hecho con
ellos las diligencias que se habían de hacer, por lo que procedía darles
libertad. Entre los tales indios prisioneros estaba un muy gentil hombre y de
muy buena presencia, al que el gobernador lo mandó poner en libertad. Luego le mandó
que fuese a llamar a los de su tribu, porque él quería hablarles en nombre de
Su Majestad, para recibirlos como vasallos suyos, y que, en cuanto lo fueran,
él los defendería, y les daría siempre regalos. Tras entregarle algunos, partió
muy contento adonde los suyos, y volvió a los cuatro días trayendo numerosos
guaicurúes, muchos de los cuales estaban malheridos".
Contando la historia Cabeza de Vaca por
medio de figura interpuesta, su secretario Pedro Hernández, se está, sin duda,
haciendo una apología de sus actuaciones como gobernador, pero, mientras no se
demuestre lo contrario, habrá que dar por válida la mayor parte del relato.
Ahora le va a salir redonda su estrategia diplomática con los temibles
guaicurúes: "Cuando llegaron los indios a la orilla del río Paraguay, se
colocaron debajo de una arboleda, y, sabido por el gobernador, mandó pasar
muchas canoas con cristianos e intérpretes, para que los trajesen a la ciudad. Atravesado
el río, se presentaron veinte guaicurúes ante el gobernador, y, en su presencia,
se sentaron sobre un pie, como es su costumbre. Entonces le dijeron que ellos
eran indios principales de la tribu de los guaicurúes, y que ellos y sus
antepasados habían tenido guerras con todas las demás tribus, así de los
guaraníes como de los imperúes, agaces, guatataes, naperúes, mayaes y de otros
muchos pueblos, y que siempre los habían vencido y castigado, pues ellos no
habían sido vencidos por ningún pueblo. Pero que, como habían hallado otros más
valientes que ellos (los españoles), ellos venían a ponerse bajo su
poder y a servirlos. Y añadieron que, por ser el gobernador, con quien hablaban, el
principal de los españoles, le pedían que les mandase lo que habían de hacer. También
hicieron referencia a que bien sabían los indios guaraníes que ellos no podían
vencerlos solos en la guerra, y que ellos (los guaicurúes) no los temían
ni tenían en nada, pues no se habrían atrevido a enfrentarse a ellos, si no
fuera por la ayuda los españoles; y que sus mujeres e hijos quedaban de la otra
parte del río, y venían a dar la obediencia y hacer lo mismo que ellos.
Terminaron asegurando que, en nombre de todo su pueblo, habían venido a ofrecerse
al servicio de Su Majestad".
(Imagen) Al parecer, el gobernador Álvar Núñez Cabeza de Vaca tenía
especial interés en pacificar el mayor número posible de pueblos indios, y, con
los temibles guaicurúes, logró un éxito redondo: "Oyendo el gobernador lo que
los indios guaicurúes le dijeron, y sabiendo que una gente tan temida en
aquellas tierras venía con tanta humildad a ponerse bajo su poder (lo cual causó
gran admiración y temor en todo el territorio), les dijo que él había llegado
allí por mandato de Su Majestad, y para que todos los naturales conociesen a
Dios nuestro Señor, y fuesen cristianos y vasallos de Su Majestad, y a ponerlos
en paz con todos, así como para hacerles el bien y darles buenos tratamientos.
De manera que, si ellos dejaban de hacer la guerra a los indios guaraníes, los
ampararía y tendría por amigos, y siempre serían mejor tratados que los otros
pueblos nativos. Luego les prometió entregarles los prisioneros que en la
guerra les habían tomado, tanto los que tenían los cristianos en su poder, como
los que habían quedado en manos de los
guaraníes, que eran muchos. Y, poniéndolo en efecto, se trajeron todos ante el
gobernador, y se los entregó. Tras recibir libres a los indios de su tribu, los
guaicurúes afirmaron otra vez que ellos querían ser vasallos de Su Majestad, dándole
ya desde entonces obediencia y vasallaje, y que se apartaban de la guerra contra
los guaraníes. El gobernador se lo agradeció, y les repartió a los principales
muchas joyas y regalos. Quedaron entonces concertadas las paces, y, desde ese
día, siempre las guardaron". Fue, sin duda lo más importante del logro de Cabeza de
Vaca, porque fue un prodigio de pacificación. Así se cuenta, al menos, en
la crónica: "Los guaicurúes fueron
muy obedientes a las normas, y traían muchas cosas para mercadear con los
guaraníes, siendo muy apacibles con ellos. Para este mercadeo, pasaban el río hasta
doscientas canoas juntas, y verlas era la más hermosa cosa del mundo. Como remaban
con tanta prisa, algunas veces chocaban, y toda la mercancía iba al agua, lo
cual hacía reír tanto a los indios, que les duraba el regocijo mucho tiempo. Muy
pintados y empenachados por el río abajo, se afanaban en llegar con sus canoas los
primeros, que era la causa de que chocaran. En los tratos gritaban tanto, que
apenas se oían los unos a los otros, y todos estaban muy alegres y regocijados".
Pasaron, de ser brutales enemigos, a disfrutar los guaicurúes y los guaraníes
de una vida tranquila bajo la autoridad de los españoles, que ya habían
aceptado estos últimos anteriormente.
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