(1088) El gobernador continuó su
navegación por varios ríos, siendo su objetivo principal llegar al puerto de
los Reyes. Hubo algunos incidentes, pero de poca importancia, por lo que el
cronista dedica mucho texto a reseñar la forma de vivir de los nativos, de lo
que recogeré solamente algunos datos curiosos. Fueron a visitar nuevamente al
gobernador los indios guaxarapos, y le prometieron mantener la paz, pero
advierte el cronista que no lo cumplieron, "y
túvose por cierto que un cristiano tuvo la culpa, como diré más adelante".
De momento, el gobernador se despidió de ellos, y fueron encontrando más
poblados de indios, siendo habitual que, según las estaciones del año, se
trasladaran de un lugar a otro: " Cuando las aguas están bajas,
los indios de tierra adentro se vienen a vivir a la ribera con sus hijos y
mujeres a gozar de las pesca, porque es muy abundante. En esa época, su vida es
fácil, y bailan y cantan todos los días y las noches porque tienen seguro el
comer. Cuando las aguas crecen, los indios tienen preparadas unas canoas, echan
en ellas unas cargas de barro, y hacen un fogón. Luego se mete el indio en ella
con su mujer e hijos, hacen fuego y con él guisan y se calientan, viviendo de
esta manera durante cuatro meses. Al ir descendiendo el caudal de agua, hay
gran cantidad de pescado que queda en seco sobre el suelo, y entonces huele aquella
tierra muy mal, por estar todo emponzoñado. En ese tiempo, todos los de la
tierra, y nosotros con ellos, estuvimos tan malos, que pensamos morir, pero llegado
el mes de abril comienzan a estar buenos todos los que han enfermado".
El día 25 de octubre se encontraron con un
afluente al que los indios llamaban Río Negro, y, poco después tropezaron con
el río Iguazú, al que ya conocían por haberlo cruzado cuando iban, a su llegada
de España, en busca de la ciudad de Asunción, justo en el punto donde se
encuentran sus famosas cataratas: "En la boca de este río mandó el
gobernador poner muchas señales de árboles cortados, y colocó tres cruces altas
para que los navíos que venían detrás no errasen su camino. Entramos
después en una laguna donde tienen su asiento los indios sacocies, saquexes y
chaneses. El gobernador les envió en una canoa a un intérprete con unos
cristianos para que les rogasen que le viniesen a ver y a hablar. La respuesta de los nativos fue que ya sabían
que venían, y que deseaban mucho ver al gobernador y a los españoles. El día
siguiente, el gobernador mandó que partieran los navíos hacia el puerto de los
Reyes, y llegaron a una zona de poca agua por la que habían de pasar. Entonces
mandó salir a toda la gente, y que saltasen al agua, la cual no les daba a la
rodilla. Puestos los indios y cristianos a los lados del bergantín, lo pasaron
a hombros sin descargarlo, en un tramo como de tiro y medio de arcabuz. Fue muy grande el trabajo a fuerza de brazos,
y luego pasaron más fácilmente los otros bergantines, porque no eran tan
grandes como el primero. Superado aquel bajío, nos fuimos a desembarcar Puerto
de los Reyes".
(Imagen) Puerto de los Reyes era un
población que había fundado Domingo de Irala en enero de 1543, y un año después
será abandonada por el propio Cabeza de Vaca. En la imagen vemos su
emplazamiento, lo que muestra que ya habían subido hacia el norte un gran tramo
del río Paraguay. El gobernador fue bien
recibido, y tomó una serie de medidas: "Mandó llamar a los clérigos y les
dijo que quería hacer una iglesia donde se dijese misa y otros oficios divinos.
Ordenó hacer una cruz de madera grande, para hincarla junto a la ribera, en
presencia de los oficiales de Su Majestad y de otra mucha gente que allí se
halló presente, y, ante el escribano de la gobernación de Río de la Plata, tomó
la posesión de aquella tierra en nombre de Su Majestad. Habiendo pacificado a los
naturales, reunió a los españoles y a los indios guaraníes, a todos los cuales les
dijo que no hiciesen ningún daño a los indios de aquel puerto, pues eran amigos
y vasallos de Su Majestad". El cronista describe muy bien algunas molestias
de la fauna local: "Los murciélagos que allí hay son una mala sabandija. Cortan
tan suavemente con los dientes, que al que muerden, no lo siente. Lo hacen
de noche, y es necesario proteger las
orejas de los caballos, pues, cuando entran donde están ellos, se desasosiegan
tanto, que despiertan a toda la gente, y, hasta que los echan de la
caballeriza, no se tranquilizan. Al
gobernador, estando durmiendo en un bergantín, le mordió en un dedo del pie un murciélago, y estuvo
sangrando hasta el amanecer, por lo que creyó que le habían herido. Buscaba
dónde tenía la herida, y los que estaban en el bergantín se reían de ello,
porque sabían que era mordedura de murciélago. Estos animales no muerden sino
donde hay vena, y ocurrió que, llevando nosotros seis cochinas preñadas para criar
raza con ellas, cuando parieron se quiso amamantar a los cochinos, pero, al ir
a tomar las tetas, se vio que no tenían pezones, porque los habían comido los
murciélagos, y por esta causa se murieron los cochinos, y nos comimos las
puercas por no servir para criar lo que pariesen. También hay en esta tierra
otras malas sabandijas, y son unas hormigas muy grandes, unas bermejas, y otras
muy negras. Dondequiera que muerden, el mordido está veinticuatro horas dando
voces y revolcándose por tierra, que es la mayor lástima del mundo verlo.
Durante esas veinticuatro horas no
tienen remedio ninguno, y, pasadas, se quita el dolor".
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