(922) Inca Garcilaso nos va a hablar de un
personaje que le iba a ayudar mucho a Hernando de Soto para preparar su partida
hacia La Florida. Lo ensalza sobremanera, pero veremos, en la imagen que le voy
a dedicar, que no todo eran luces en él, pues tenía su lado oscuro: "En la
villa de la Trinidad, que es un pueblo de los de aquella isla (casi a 500 km
de Santiago), vivía un caballero muy rico y principal llamado Vasco
Porcallo de Figueroa, pariente cercano de la ilustrísima casa de Feria (a la
que pertenecía el cronista). El cual visitó al gobernador en la ciudad de
Santiago de Cuba, y, como él viese la gallardía y gentileza de tantos
caballeros y tan buenos soldados como iban a esta campaña, no pudo contener el
deseo de volver a las cosas de la guerra. De manera que se ofreció voluntario
al gobernador para ir en su compañía a la conquista de La Florida, sin que su
edad, que pasaba ya de los cincuenta años, ni los muchos trabajos que había
pasado así en Indias como en España e Italia, se lo impidiese, sino que, posponiéndolo
todo, quiso seguir al adelantado, para lo cual le ofreció su persona, vida y
hacienda. El gobernador, vista una determinación tan heroica, y el ánimo
belicoso que este caballero siempre había tenido, aceptó su ofrecimiento. Y,
además, le nombró teniente general de toda su armada y ejército, habiendo
muchos días antes depuesto de este cargo a Nuño Tovar por haberse casado
clandestinamente con doña Leonor de Bobadilla, hija del conde de la Gomera.
Vasco Porcallo de Figueroa y de la Cerda, como hombre generoso y riquísimo,
ayudó magníficamente para la conquista de la Florida, porque, además de los
muchos criados españoles, indios y negros que le acompañaron, llevó treinta y seis caballos
para su persona, y otros cincuenta que ofreció a caballeros particulares del
ejército. Proveyó de mucho bastimento de carne, pescado, maíz y cazabe (pan
de harina de yuca). Gracias a él, muchos españoles de los que vivían en la
isla de Cuba se animaron a ir a esta campaña. Y de esta manera, quedó todo
preparado en breve tiempo para que la armada y gente de guerra pudiese salir y
caminar hacia La Habana (casi 900 km desde Santiago de Cuba)".
Y llegó el momento de partir: "A finales
de agosto del año mil quinientos treinta y ocho, salió el gobernador de la
ciudad de Santiago de Cuba con cincuenta de a caballo para ir a La Habana,
habiendo dejado orden de que los demás caballos, que eran trescientos,
caminasen en pos de él en cuadrillas de cincuenta en cincuenta. La infantería y
toda su casa y familia mandó que fuesen por la mar a juntarse todos en La
Habana. Donde, habiendo llegado el gobernador y vista la destrucción que los
corsarios habían hecho en el pueblo, socorrió con su dinero a los vecinos y
moradores de él para ayudar a reedificar sus casas, y, lo mejor que pudo,
reparó el templo y las imágenes destrozadas por los herejes. Y, luego que
llegaron a La Habana, dio orden de que un caballero natural de Sevilla, llamado
Juan de Añasco, que iba como contador de la hacienda imperial de Su Majestad,
que era gran marinero, cosmógrafo y astrólogo (astrónomo), con la gente
más conocedora de la mar que entre ellos se hallaba, fuese en los dos
bergantines a costear y descubrir la costa de la Florida, a ver y anotar los
puertos, calas o bahías que por ella hubiese".
(Imagen) Veremos el lado siniestro de VASCO
PORCALLO DE FIGUEROA, del que Inca Garcilaso ha contado maravillas, y con razón.
Era un bravo militar, sin miedo a la
muerte, linajudo y ricachón, así como nostálgico de guerras y aventuras, pero con
una ramalazo de psicópata sin escrúpulos y sumamente ambicioso. Nació en
Cáceres en 1481. Murió el año 1550 en Puerto Príncipe (desde 1898, y por la
independencia cubana de España, con el nombre de Camagüey). Después de batallar
brillantemente en España e Italia, llegó a la isla de Santo Domingo en plena
juventud, el año 1502. No tardó mucho en empezar a enriquecerse con los premios
de encomiendas de indios que obtuvo en diversas campañas, sin duda, ganados a
pulso. Fue de los primeros en luchar, ya como capitán, durante la conquista de
Cuba, bajo las órdenes del futuro gobernador Diego Velázquez de Cuéllar (a
quien pronto burlaría Hernán Cortés). Por encargo suyo, fundó las villas de
Porcallo (con su propio apellido, aunque ahora se llama Remedios), Sancti
Spiritus y Sabanaque. Después, en la misma Sancti Spiritus, se mostró
implacable. Le había enviado Diego Velázquez para que tranquilizara a la
población porque había muchos alborotos. Lo primero que hizo es ir al
ayuntamiento y exigirle al alcalde que renunciara a su cargo, pero se negó y echó
mano de su espada. Con una rápida reacción, Porcallo lo mató a puñaladas. Envió
presos a todos los ediles a Santiago de Cuba, donde los jueces, censurando su
prepotencia, los dejaron libres. Los indios le tenían pánico por la brutalidad
con que los trataba. Se dice que se apoderaba de sus haciendas y esclavizaba a
los más jóvenes. El hecho cierto es que con sus abusos se convirtió en un
hombre sumamente rico y poderoso, que hizo mucho daño también por sus atropellos
sexuales con las nativas, teniendo fama de haber dejado innumerables hijos
mestizos. Le vemos ahora partir entusiasmado hacia la conquista de La Florida,
pero encontró más dificultades de las esperadas, y abandonó la empresa, dejando allí a su hijo Gómez de
Figueroa, nacido de su mujer, la hija de un importante cacique. Otra cosa que
le salió bien anteriormente a VASCO PORCALLO DE FIGUEROA fue la de no aceptar,
a propuesta de Diego Velázquez, ir a México a castigar a Hernán Cortés, porque
habría acabado descalabrado, como le ocurrió al que se hizo cargo de la misión,
Pánfilo de Narváez.
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