(942) Al día siguiente se
presentaron, como invitados. Soto y sus hombres en el gran poblado de Vitachuco,
que tenía unas doscientas casas grandes y otras muchas pequeñas, siendo
acogidos con gran alegría y aparatosidad. No tardaron en marcharse sus dos
hermanos adonde residían, y Vitachuco empezó a preparar su trama: "Otros
cuatro días anduvo Vitachuco después de que sus hermanos se fueron haciendo
grandes ostentaciones en el servicio de los cristianos, por descuidarlos, para
con más seguridad hacer lo que contra ellos deseaba y tenía imaginado, pues su
intención era matarlos a todos de la manera más cruel, todo ello sin pedir
consejo a nadie". Lo primero que hizo fue intentar ganarse a los cuatro
intérpretes indios de distintas lenguas que tenía Hernando de Soto, contándoles
su propósito y ofreciéndoles grandes premios si le ayudaban a llevarlo a cabo,
pues era muy importante mantener la confianza de los españoles. Oyendo lo
prometido y las advertencias que les hacía Vitachuco de que su destino con los
españoles iba a ser tenebroso y sin posibilidad de retornar libres a sus
poblados, se mostraron encantados con su
propuesta.
Después el
gran cacique se ganó también la conformidad de sus capitanes: "Le
dijeron que estaban prestos para obedecerle y que tenían preparados los indios
de guerra para el día que los quisiese juntar". Pero le falló lo
inesperado: "Los cuatros indios intérpretes, volviendo a considerar con
mejor juicio lo que el cacique les había dicho, les pareció la empresa dificultosa
y la victoria de ella imposible, por la fortaleza de los españoles. Por lo
cual, quebrantaron la promesa del secreto que habían de guardar, y dieron
cuenta a Juan Ortiz de la traición ordenada por el cacique, para que se lo
dijese al gobernador". Cuando supo Hernando de Soto que el plan de
Vitachuco era matarlo tras haberle invitado amigablemente a su casa, tomó
medidas de inmediato: "Les pareció, a él y a sus capitanes, que la mejor
manera de prender a Vitachuco era la misma que él había imaginado para hacerlo
con el gobernador. Y, a tal fin, mandó a una docena de soldados de grandes
fuerzas que fuesen con él para prender al cacique el día que le convidase".
Llegó el cacique al campamento para la
invitación prometida y le explicó a Soto que los iba a recibir con sus indios
en formación de guerra, para mostrarle que también ellos tenían estrategias
militares: "El gobernador, con semblante inocente, respondió que le iba a
gustar mucho verlos como lo decía y que, para más hermosear el campo, mandaría que
los españoles también se pusieran en sus escuadrones, para que unos con otros,
como amigos, escaramuceasen y se divirtiesen con ejercicios. El curaca no quería
tanta solemnidad y aparato, pero, con la
seguridad y ceguera que tenía de conseguir lo que deseaba, no lo rehusó,
pareciéndole que el esfuerzo y valentía propia y la de sus vasallos bastarían para
desbaratar a los castellanos. Habiéndose, pues, ordenado la gente de una parte y otra
como se ha dicho, salieron los españoles armados y puestos a punto de guerra en
sus escuadrones. El gobernador, para fingir mejor que no sabía la traición de
los indios, salió a pie con el cacique". Sería interesante escuchar
su conversación de pillo a pillo.
(Imagen) Con frecuencia, recurriré (para
estas imágenes) a supervivientes de la campaña de La Florida que figuran en la
lista que confeccionó el historiador colombiano José Ignacio Avellaneda Navas
(en el caso de que encuentre información sobre ellos). Empezaré con JUAN DE AÑASCO,
al que ya mencionó Inca Garcilaso, y lo hará a menudo porque tuvo notable
protagonismo. Era sevillano, y nacido a principios del siglo XVI. Siendo muy
joven, luchó en las guerras europeas de Carlos V. Es probable que fuera él
mismo un Juan de Añasco nombrado en 1536 veedor de la zona del Estrecho de
Magallanes en una expedición que fracasó, pues un hijo suyo luchó en Chile. Los
datos siguientes no tienen duda. Un año después, a Juan le dieron el cargo de
contador público para la campaña de Soto en Florida. Tras partir de Sevilla, y
llegado a Cuba, Hernando de Soto lo envió al mando de una nave con la
preventiva misión de localizar un buen puerto natural en La Florida y capturar
a algunos indios que sirvieran de intérpretes. Su nombre aparecerá con
frecuencia partir de la ya próxima llegada de los expedicionarios a territorio
apalache. Muerto Hernando de Soto, tomó el mando Luis de Moscoso, 'para volver
a casa'. Pero anduvieron muy perdidos, y el hábil navegante Juan de Añasco tuvo
la genialidad salvadora de preparar una brújula con un viejo reloj. Llegados a
México, Juan se estableció en la ciudad de Puebla. Arruinado por el fracaso de
la campaña, le echó una mano el gran virrey Antonio de Mendoza, en 1544,
pidiéndole a Carlos V que lo ayudara, "porque fue con el Adelantado Soto a
la Florida como contador público y ahora es pobre". Ese mismo año, ya
estaba en danza otra vez, porque el virrey le envió en busca de unos corsarios
franceses. Parece ser que después se trasladó a Perú y tuvo una explotación
minera, aunque en 1556 fue propuesto como tesorero en México, lo cual es su
último dato conocido. El dibujo geográfico de la imagen, datado el año 1544, es conocido
como "El mapa de Hernando de Soto", sin que él fuera el autor, pero
sí hace referencia a muchas de las zonas que exploró tres años antes (recoge
también datos posteriores). Detrás del
documento pone: "Es de los papeles de Alonso de Santa Cruz que se
trajeron de Sevilla". El misterioso Santa Cruz era muy conocido en su
época, y de su asombrosa biografía hablaremos en la imagen siguiente. Además,
el mapa tiene algo que ver con JUAN DE AÑASCO y con compañeros.
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