(931) Inca Garcilaso aporta datos de lo
que veían los españoles según caminaban: " Por todas las veinticinco leguas que
Baltasar de Gallegos y sus compañeros desde el pueblo de Hirrihigua hasta el de
Urribarracuxi anduvieron, hallaron muchos árboles de los de España, que fueron
parrizas, como atrás dijimos, nogales, encinas, morales, ciruelos, pinos y
robles, y los campos apacibles y deleitosos, que participaban tanto de tierra
de monte como de campiña. Con esta relación envió el capitán Baltasar de
Gallegos cuatro de a caballo, entre ellos a Gonzalo Silvestre (sigue
resistiéndose el cronista a decir que era su principal fuente de información),
para que la diesen al gobernador de lo que habían visto".
Entretanto, al orgulloso Forcallo se le
acabaron las fanfarronadas: "Estando el gobernador junto al pueblo de Hirrihigua,
tuvo aviso de que el cacique estaba retirado en un monte no lejano. El teniente
general Vasco Porcallo de Figueroa, como hombre belicoso y ansioso de honra,
quiso ir por él, para gozar de la gloria de haberlo traído, y de nada aprovechó
que el gobernador le dijese que enviara otro capitán. Y así, nombrando los
caballeros e infantes que le pareció llevar consigo, salió del real con gran
lozanía y mayor esperanza de traer preso o hecho amigo al curaca Hirrihigua. El
cual, sabiendo que el teniente general y muchos castellanos iban adonde él
estaba, les envió un mensajero diciendo que les suplicaba no pasasen adelante
porque él estaba en lugar seguro por los muchos malos pasos de arroyos,
ciénagas y montes que había en medio, y que se lo decía, no por miedo, sino en
agradecimiento por no haber hecho el mal
y daño que en su tierra y vasallos pudieran haber hecho".
El mensaje, en lugar de convencerle a
Porcallo, le aumentó las ganas de llegar cuanto antes hasta donde el cacique, y
obligó a todos a ir más deprisa: "Llegaron a una ciénaga que dificultaba el
paso, y, por mover a los suyos con el
ejemplo, picó espuelas al caballo y entró aprisa en la ciénaga. Pero, a pocos
pasos, cayó el caballo con él donde se podían haber ahogado ambos, porque Vasco
Porcallo estaba cargado de armas y envuelto en el cieno, habiéndole, además,
tomado el caballo una pierna debajo. De este peligro salió Vasco Porcallo por
misericordia divina, y, como se vio lleno de lodo, perdidas las esperanzas que
de prender al cacique llevaba y que el indio mensajero, sin haber salido con
armas al encuentro a pelear con él, sólo con palabras enviadas a decir por vía
de amistad le había vencido, sintiéndose avergonzado de sí propio, lleno de
pesar y melancolía, mandó volver a la gente. Y, como con el enojo de esta
desgracia se juntase la memoria de su mucha hacienda y el descanso que en su
casa había dejado y que su edad ya no era de mozo y que la mayor parte de ella
era ya pasada y que todos los trabajos venideros de aquella conquista, o los
más, habían de ser como los de aquel día, o peores, y que él no tenía necesidad
de tomarlos por su voluntad, pues le bastaban los que había pasado, decidió
volverse a su casa y dejar aquella expedición para los mozos que en ella iban.
Cuando llegó al campamento,
enseguida pidió licencia al gobernador Hernando de Soto para volverse a la isla
de Cuba. Se la dio con la misma liberalidad y gracia con que había recibido su
ofrecimiento para la conquista, y, con el permiso, le dio el galeoncillo San
Antón, en el que se fue".
(Imagen). A pesar de su importancia, lo
que se sabe del conquistador GARCÍA OSORIO (natural de Astorga, León) es,
básicamente, a través del expediente de méritos (año 1560) que presentó por
necesitar del Rey una ayuda económica. En ese tipo de peticiones, el interesado
solía exagerar y dramatizar su situación. Pero con Osorio (y con otros muchos)
hay un asunto indiscutible: además de arriesgar su vida, invirtió su energía y
sus bienes en una campaña que fracasó, perdiéndolo casi todo. Su única suerte
fue volver vivo de la fatídica campaña de La Florida, y ganar fama entre los
españoles de héroe de leyenda, pero como glorioso perdedor. A García se le
suele confundir con Francisco García Osorio (de él hablaremos en la próxima
imagen), quien iba al mando de una de las naves que llevaron a los hombres de
Hernando de Soto hasta la costa de la Florida. En cuanto llegó, volvió con el
barco a su punto de partida. A García le acompañaba un hermano llamado
Francisco Osorio (que también se ha prestado a confusiones), y murió en la
aventura. La mujer de García era Isabel Marmolejo, hija de un veterano
conquistador de México, Francisco Marmolejo. Cuenta García que financió su
participación y la de su hermano en la campaña, "habiendo vendido antes un
pueblo con vasallos que tenía en Molezuelas (a 50 km de Astorga, León),
y todo lo que le dieron por la venta lo gastaron, durante cinco años, él y su
hermano con sus personas y criados españoles, y armas y caballos". Fue uno
más de los que iban a las Indias después de haber luchado al servicio del Rey
en Túnez (donde derrotaron al capitán turco Barbarroja, año 1535, por lo que
García podría haber nacido hacia 1515), Francia, Italia y en otras partes,
también durante cinco años en total, y resultando muerto otro hermano llamado
Rodrigo Osorio. Era, ciertamente, la historia de una ruina, y por eso pedía
mercedes. Muy contrastados y valorados tuvieron que estar sus méritos, porque,
según vemos en la imagen, el virrey de
México, Don Luis de Velasco, además de haberle ya premiado, hizo un informe muy
favorable, en el que dice: "Concurren en él las calidades que se requieren
para que Vuestra Majestad sea servido de mandar que se le haga la merced a la
que hubiere lugar".
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