viernes, 26 de febrero de 2021

(Día 1354) Hernando de Soto prometió liberar a los muchos indios que tenía presos, incluso al cacique Vitachuco, el cual, sin embargo, estaba planeando matar a traición a los españoles.

 

     (944) Los novecientos indios que se habían refugiado metiéndose en la la laguna pequeña se negaban a salir de ella, pero, a medida que pasaba el tiempo, la situación les resultaba insoportable por estar dentro del agua. Llegó el momento en que, tras los constantes mensajes de perdón que les enviaban los españoles, se entregaron casi en su totalidad. Sin embargo siguieron aguantando en aquel lugar siete indios, cuatro de ellos líderes del su ejército, y, los otros tres, hijos de notables de la tribu, todos ellos reacios a rendirse por sentido del honor y del deber, lo que causaba gran admiración a los españoles, dato que Inca Garcilaso recoge con emoción, simpatizando con ellos como mestizo. Llegó el momento en el que los siete hicieron caso a las amables peticiones de los españoles, y decidieron entregarse, aunque casi moribundos: "Dos días los tuvo el gobernador consigo haciéndoles todo regalo y caricia, sentándolos a comer a su mesa. Pasados los dos días, les dio a los tres muchachos regalos para sus padres y madres, y los envió a sus casas mandándoles que les dijesen cuán buen amigo les había sido y que también lo sería de ellos, si quisiesen su amistad. El gobernador mandó retener en prisión a los cuatro capitanes juntamente con su cacique, Vitachuco. Al día siguiente mandó llamar a los cinco y, con graves palabras, les dijo cuán mal hecho había sido que, debajo de paz y amistad, hubiesen tratado de matar a los castellanos sin haberles hecho agravio alguno, por lo cual eran dignos de muerte ejemplar, pero que, por mostrar a los naturales de todo aquel gran reino que no quería vengarse de sus injurias sino tener paz y amistad con todos, les perdonaba el delito pasado, con tal de que en lo por venir fuesen buenos amigos. Y, aparte, le dijo al cacique otras muchas cosas con palabras muy amorosas para mitigarle el odio y rencor que a los cristianos tenía. Pero, en Vitachuco, ciego de pasión, no solamente no hicieron buen efecto las muchas cosas que con muestra de amor el gobernador le hizo y dijo, sino que no paró hasta ver su propia destrucción y la de sus vasallos, como adelante veremos".

     Sin embargo, Hernando de Soto no dejó, de momento, libres a los otros que habían permanecido huidos: "Los indios que salieron rendidos de la laguna pequeña, que fueron más de novecientos, habían quedado por orden del gobernador presos y repartidos entre los castellanos para que de ellos se sirviesen como de siervos, en castigo por la traición que habían cometido. Lo cual se hizo solamente para poner freno a los indios de la comarca, pero con el propósito de darles libertad cuando los españoles saliesen de su provincia". Parece ser que Vitachuco, que no abandonaba la idea de acabar con los españoles, se enardeció aún más al conocer el apresamiento de todos aquellos indios, y, ciego de ira, tomó la decisión de llevarlo a cabo de inmediato. Contaba con que un número tan elevado de indios apresados sería suficiente para conseguir aplastarlos: "De esta determinación tan acelerada y desatinada dio cuenta Vitachuco por medio de sus cuatro pajes, y mandó a los presos más principales que, tres días después, al mediodía, estuviesen los indios preparados para matar cada uno de ellos al español que le hubiese tocado en suerte como señor, pues a la misma hora él mataría al gobernador. Para empezar el hecho, él daría, cuando matase al gobernador, un grito tan recio, que se oiría en todo el pueblo".

 

     (Imagen) ALONSO DE SANTA CRUZ se sentía atraído por todo tipo de investigaciones. Se atrevió también a tocar el campo de la Historia, escribiendo en 1542 lo que llamó Crónica de los Reyes Católicos, e, incluso, cambiando de asunto, el libro Árboles de los linajes, completando después el tema histórico con una  Crónica del emperador Carlos V. Se atrevía con todo, y dio su técnico parecer sobre el conflicto de límites que había entre España y Portugal en las zona de Las Molucas. Sus  trabajos más conocidos son un Islario general, una Geografía universal y unas Instrucciones para descubridores, en las que aconsejaba que las expediciones fueran totalmente controladas y financiadas por la Corona, para evitar abusos de los particulares en beneficio propio y con perjuicio para los indios, a lo que añadía normas para que navegantes y conquistadores tomaran el mayor número posible de datos científicos y sociales. Su pasión era trabajar sin descanso en los temas que le interesaban, sin preocuparse de su publicación inmediata, confiando quizá en que, siendo de todos conocida su valía, alguien se ocupara después de hacerlo. Y, de hecho,  así fue. Al morir él en Madrid, el año 1567, fue una sorpresa encontrar la inmensa obra que había llevado a cabo. Se hizo entonces un cuidadoso inventario de sus trabajos, que incluía, entre otras innumerables cosas, mapas y estudios de todos los continentes, y se dejaron en las buenas manos de Juan López de Velasco, un famoso cosmógrafo de Felipe II. Estaba también el mapa que realizó en pergamino de la ciudad de Tenochtitlán (México), el cual vemos en la imagen, y una larga lista de otros documentos que desbordarían el espacio que tenemos. Carlos V lo había nombrado su Cosmógrafo Mayor, y disfrutaba con sus sabias explicaciones. El año 1537, el gran científico, hablando en tercera persona, escribió lo siguiente: "A Su Majestad, como estaba enfermo de gota, le gustaba platicar con Alonso de Santa Cruz, su cosmógrafo mayor, sobre cosas de astronomía y de la esfera de la tierra, y le preguntaba sobre temas de filosofía natural y de los movimientos de los astros, deseando mucho saberlo todo". Sin duda, ALONSO DE SANTA CRUZ  tuvo un vida plena, a pesar de que, probablemente, no llegara a casarse, pues dejó toda su herencia a una hermana suya.




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