(927) Lo que cuenta Inca Garcilaso después
necesita una buena poda, ya que se extiende demasiado relatando una curiosa
aventura, que podría parecer, en parte, fruto de su imaginación, pero deja
claro que la escribieron con detalle, y coincidiendo en los hechos, dos de sus
informadores (testigos de gran parte de lo narrado), Alonso de Carmona y Juan
de Coles. Haré un resumen de la historia. Los hombres de Soto que habían
descendido a tierra, avanzaron explorando, hasta llegar a un poblado indígena
cuyo cacique se llamaba Hirrihigua, el cual tenía muy mal recuerdo del paso por
allí, hacia 1526, de Pánfilo de Narváez, porque los españoles habían hecho una
matanza de los indios. Inca Garcilaso, para referirse al hecho, dice.
"Narváez, sin que se sepa el motivo, se enojó, y le hizo al cacique
ciertos agravios que, por ser odiosos, no los cuento".
Cuando Narváez siguió su marcha en busca
de oro, llegaron más refuerzos en un navío desde Cuba. Entonces Hirrihigua,
ansioso de venganza, les envió algunos indios en canoas, consiguiendo que
aceptaran su invitación a visitarlo cuatro soldados. Los del barco se cansaron
de esperar su vuelta, comprendieron lo que había pasado, y temerosos de que les
ocurriera lo mismo, zarparon. El cacique celebró una sádica fiesta para regocijo
de todo su pueblo. Sacó a tres de los
presos, de uno en uno, completamente desnudos, y acabaron con ellos a
flechazos, cuidando de que ninguno fuera mortal de necesidad, para prolongar su
agonía al máximo.
Al otro preso le esperaba, sin duda, el mismo destino, y su desesperación tenía que ser inmensa. Pero ocurrió un milagro, se supone que debido a su encanto personal: "Cuando quisieron sacar al cuarto, que era mozo que apenas llegaba a los diez y ocho años, natural de Sevilla, llamado Juan Ortiz, salió la mujer del cacique, y en su compañía sacó tres hijas suyas mozas, y, puestas delante del marido, le dijo que le suplicaba se contentase con los tres castellanos muertos y que perdonase a aquel mozo, pues ni él ni sus compañeros habían tenido culpa de la maldad que los pasados habían hecho, pues no habían venido con Pánfilo de Narváez". El cacique hizo caso de sus lamentos, y le perdonó a vida a Juan Ortiz, pero lo tenía como esclavo, y le obligó durante un año y medio a soportar trabajos continuos, con la única intención de atormentarlo. En un momento de rabia, llegó al extremo de torturarlo en una parrilla sobre el fuego, con intención de matarlo, de lo que también lo libraron las súplicas de las mujeres. Como, a pesar de todo, el rencor del cacique no desaparecía, su hija mayor se lo contó a Juan Ortiz, pero le ofreció una solución: " Ante noticias tan tristes, queriendo esforzar al español añadió otras mejores y le dijo: 'Para que no desconfíes de mí ni desesperes de tu vida, ni temas que yo deje de hacer todo lo que pudiere por dártela, si eres hombre y tienes ánimo para huirte, yo te ayudaré para que te escapes y te pongas en salvo. Esta noche te guiará un indio hasta un puente. Llegando allí, le mandarás que se vuelva al pueblo antes de que amanezca, para que no le echen de menos. Seis leguas más allá del puente está un pueblo cuyo señor, llamado Mucozo, desea casarse conmigo. Dile de mi parte que yo te envío a él para que en esta necesidad te socorra, pues yo sé que hará por ti todo lo que pueda".
(Imagen) Es injusto que, de PÁNFILO DE NARVÁEZ, casi solamente se mencionen sus dos grandes fracasos, uno en México (derrotado por Cortés) y otro en La Florida, como si fuera el tonto de las Indias (hasta se dice que, en aquellas tierras y refiriéndose a él, surgió la expresión 'Eres un Pánfilo'). Pero su historial deja constancia de que era un militar bravo y muy eficaz. Había nacido hacia el año 1580 en Navalmanzano, muy ceca de Cuéllar (Segovia). Llegó muy pronto a las Indias, quizá en 1498. Tuvo la posibilidad de llevar una vida tranquila en Jamaica, pero le tentó la aventura de la conquista de Cuba, donde destacó bajo el mando de su casi paisano Diego Velázquez de Cuéllar, quien pronto sería gobernador de la isla, y, por encargo suyo, fundó La Habana el año 1514. Narváez no solo fue una pieza clave en la conquista de Cuba, sino que el mismo Diego Velázquez de Cuéllar lo consideraba su mejor hombre. Parece cierto que Pánfilo de Narváez era demasiado despreocupado a veces. Y así ocurrió que en 1513 llegó Narváez con los suyos a la plaza de Caonao (Cuba), donde estaban pacíficamente unos dos mil indios, e hicieron una matanza. Todo empezó porque un soldado acuchilló a un nativo al creer que lo iba a atacar. El cronista Herrera dice: "Bartolomé de las Casas (que iba como capellán de la tropa) trató de poner orden, y, si no fuera por el descuido de Narváez, que en él era natural, más presto se remediara”. La imagen nos muestra que Las Casas denunció en 1516 malos tratos a los indios, y Narváez le decía al Rey que ese clérigo "era una persona liviana, de poca celebridad y crédito". Cuando Diego Velázquez tuvo la certeza de que Hernán Cortés, en lugar de limitarse a explorar en México, estaba conquistando tierras con la intención de tenerlas bajo su dominio como gobernador, le envió a Pánfilo de Narváez con un poderoso ejército para someterlo. El 'tranquilo' Narváez pecó de excesiva confianza, minusvalorando a Cortés. El cual partió disparado de Tenochtitlán, pilló por sorpresa a Narváez, y desbarató a sus hombres, dejándolo, además, tuerto. PÁNFILO DE NARVÁEZ murió ahogado en 1528 durante una fuerte tormenta, cuando, sin haber encontrado oro, regresaba con sus hombres en canoas por la desembocadura del río Misisipi. Entonces empezó la impresionante aventura de Álvar Núñez Cabeza de Vaca; pero esa es otra historia.
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