(928) Cuando Juan Ortiz llegó y le contó al cacique la historia, mostrándole las
llagas de sus quemaduras como prueba de los malos tratos que le daba
Hirrihigua, y, lo que era más importante,
de parte de quién iba, Mucozo lo recibió muy bien. El cronista añade que
Alonso de Carmona apuntó en su breve relato: "Entonces el cacique lo
abrazó y lo besó en el rostro en señal de paz". Por si fuera poco, le
prometió que, mientras él viviese, no permitiría que nadie le molestara.
Y así fue: "Todo
lo que este buen cacique dijo en favor de Juan Ortiz lo cumplió, y mucho más de
lo que prometió, y siempre de día y de noche lo traía consigo, haciéndole mucha
honra. Y así lo trató hasta que el gobernador Hernando de Soto entró en la
Florida.
Diez años
fueron los que Juan Ortiz estuvo entre aquellos indios: el uno y medio en poder
de Hirrihigua y los demás con el buen Mucozo". El ejemplo del cacique le
sirve a Inca Garcilaso para subrayar el contraste entre la fidelidad y generosidad de algunos
infieles con el comportamiento mezquino y cruel que a veces tienen los
cristianos.
Hernando de Soto ya había oído hablar del
caso de Juan Ortiz en la Habana, y ahora lo veía confirmado: "Al saber que
Juan Ortiz estaba en poder del cacique Mucozo, envió a por él para sacarlo de poder de indios, y
también porque lo necesitaba como intérprete de quien se pudiese fiar. Para lo
cual eligió un caballero natural de Sevilla, nombrado Baltasar de Gallegos (recordemos
la reciente imagen), que iba por alguacil mayor de la armada y del
ejército, el cual, por su mucho valor y esfuerzo, merecía ser general de otro
mayor ejército que aquel. Y le dijo que, con sesenta lanceros fuese adonde
Mucozo y le rogara que le entregase a Ortiz, y que, cuando le pareciese viniese
a visitarle, pues le estaba muy agradecido, y se alegraría mucho de conocerlo y
tenerlo por amigo".
El cacique Mucozo ya se había enterado de
la llegada de los españoles por el mar, y, además, con un poderoso ejército, de
manera que, temiendo un ataque, él mismo quiso que Juan Ortiz fuera a su
encuentro para contarles todo el bien que le había hecho y les pidiera que
correspondieran con una actitud amistosa. Lo envió acompañado de un grupo de
indios, y se produjo un incidente cuando indios y españoles se vieron de frente
por el camino. Empezó una pelea y el sevillano Francisco Morales, veterano de
las guerras de Italia, hirió a un indio, e incluso Ortiz corrió riesgo, porque
tenía toda la pinta de ser un nativo, ya que iba tan desarrapado como ellos,
siendo atacado por un español natural de Alburquerque y llamado Álvaro Nieto
(había partido de España en 1538 para la Florida con sus hermanos Juan Nieto y
Esteban Torrejena). Hasta le costó expresarse en castellano, pero, finalmente, pudo
explicar que era de Sevilla y darse a conocer.
Cuando llegó Juan Ortiz al emplazamiento
de los españoles le dieron una acogida entusiástica: "Hernando de Soto
recibió a Juan Ortiz como a propio hijo, con lástima por tantos trabajos y
martirios como él había dicho, y su mismo cuerpo mostraba haber pasado.
Acarició a los indios que con él vinieron, y mandó que con gran cuidado curasen
al que había sido herido. Despachó aquella misma hora dos indios al cacique
Mucozo con mucho agradecimiento por los beneficios que había hecho a Juan Ortiz,
por habérselo enviado libremente y por el ofrecimiento de su persona y amistad.
Les pidió que le dijeran que, en nombre del emperador y rey de España, en el de
todos aquellos capitanes y caballeros que con él estaban y en el suyo propio, le
rogaba que viniese a visitarlos, pues todos tenían deseos de verlo y
conocerlo".
(Imagen) Cuando uno lee la historia de
JUAN ORTIZ y ve que las hijas del cacique Hirrihigua, especialmente la mayor,
evitaron que su padre lo matara, le viene de inmediato a la mente la historia
de Pocahontas. He comprobado que, de hecho, pudo haber tenido mucho que ver lo
uno con lo otro. No hay certezas, pero sí demasiadas similitudes. Inca
Garcilaso publicó su 'La Florida del Inca' el año 1605, y, en 1624, hubo
alguien que escribió un libro en el que, entre otras cosas, hablaba de que
Pocahontas, hija de un cacique de Virginia le salvó la vida cuando su padre lo
iba a matar, como se muestra en la imagen. El autor del texto fue el inglés John
Smith (que también es casualidad que su nombre sea casi equivalente al Juan Ortiz español), un
soldado aventurero, muy culto y magnífico cartógrafo, que anduvo por las
tierras de Virginia. Es de suponer que le interesaran las crónicas de Indias,
que leyera con especial interés el libro de Inca Garcilaso, por referirse a La
Florida (tan próxima a Virginia), y que, habiendo sido apresado por los indios,
adornara su historia personal plagiando lo que le pasó a Juan Ortiz. De hecho,
los historiadores ponen en duda que la romántica escena entre él y la india
fuera cierta. No hay duda de que Pocahontas existió, y es casi seguro que John
Smith la conociera, pero no se casaron. Hubo tiempos de paz y tiempos de guerra
entre los colonos ingleses y los indios, y el año 1613 a Pocahontas la capturó un
tal Samuel Argall, por ser hija de cacique, con la intención de canjearla en
Jamestown por gente a la que habían apresado los indios. Ya liberada, convivió
con los ingleses, y alcanzó el éxito social al casarse con John Rolfe, un rico y viudo cosechador del primer tabaco de
Virginia. Tuvieron un hijo, llamado Thomas, y el año 1616 hicieron un viaje a
Londres para promocionar el tabaco que cultivaban. Pocahontas, con su belleza
exótica (y la compañía de diez indios de su tribu powhatan) fue muy bien
recibida por la alta sociedad inglesa, con gran éxito para el marketing
tabaquero. En 1617, cuando la familia se preparaba para regresar, POCAHONTAS
fue víctima de una grave enfermedad, de la que murió con solo 21 años. Después
su hijo Thomas se convirtió en uno de los más ricos hacendados de Virginia,
pero, al mismo tiempo, los conflictos de guerra fueron diezmando a los indios
powhatan. También nuestro amigo JUAN ORTIZ morirá pronto.
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