(940) Más tarde llegó toda la tropa española: "Entró
el ejército en Ochile en forma de guerra, puestos en escuadrón para que viesen
los indios que no era gente de la que ellos podían burlarse. El gobernador le
pidió al curaca Ochile que enviase mensajeros a sus dos hermanos con mensajes
de paz y amistad de los españoles. El cacique los envió a sus dos hermanos,
diciéndoles que los españoles traían deseo y ánimo de tener a todos los indios
por amigos y hermanos, y que iban de paso a otras provincias y no hacían daño
por donde pasaban, y que se contentaban con la comida necesaria, pero que, si
no salían a servirles, les harían estragos en los pueblos, tomando más de lo
que habían menester, y harían otras cosas, tratándolos como a enemigos. El
hermano segundo, que estaba más cerca, cuyo nombre no sabemos, respondió
diciendo que se alegraba mucho con la venida de los castellanos a su tierra,
que deseaba verlos y conocerlos, y que iría pronto a besar las manos al
gobernador y a darle la obediencia. Pasados tres día, vino el hermano de Ochile
acompañado de mucha gente noble, besó las manos del gobernador y habló con mucha
familiaridad a los demás capitanes. Fueron muy acariciados de los españoles el
cacique y todos sus caballeros, porque así lo hacían, en general, con los
curacas e indios que salían de paz, y, a los que eran rebeldes, tampoco se les
hacía agravio ni daño, salvo en lo que no se podía evitar tomando lo necesario
para comer". Notemos que el enfoque de Inca Garcilaso es notablemente
diferente al que recoge David J. Weber a través de la pequeña crónica de
Rodrigo Ranjel.
Faltaba la respuesta del hermano más
poderoso, Vitachuco: "El tercer hermano, que era el mayor, no quiso
responder al recado que su hermano Ochile le envió. Por lo cual los dos
hermanos, a instancia del gobernador, enviaron otros mensajeros con el mismo
recado, añadiendo palabras muy honrosas en loor de los españoles (insistiendo
en su valentía y en su poderío, como si fueran hijos del dios Sol), y diciendo
que traían unos animales que llamaban caballos, de los cuales era imposible
escapar. Por lo cual, le suplicaban que aceptase lo que tanto les convenía".
Vitachuco se va a convertir en un
problema: "Respondió a sus hermanos
extrañísimamente, con una bravosidad nunca jamás oída ni imaginada en un indio,
diciéndoles: 'Bien parece que sois mozos y que os falta juicio. Alabáis mucho a
estos hombres y habláis como mujeres. ¿No veis que estos cristianos no pueden
ser mejores que los pasados, que tantas crueldades hicieron en esta tierra? ¿No
advertís sus traiciones y alevosías? Si fuerais hombres de buen juicio, veríais
que andan de tierra en tierra, matando y robando cuanto hallan, tomando mujeres
e hijas ajenas, sin traer de las suyas. Si, como decís, fueran virtuosos, no
saldrían de sus tierras, que en ellas podrían usar de su virtud sembrando,
plantando y criando para sustentar la vida sin perjuicio ajeno e infamia
propia, pues andan hechos salteadores, adúlteros, homicidas, sin vergüenza de
los hombres ni temor de algún dios. Decidles que no entren en mi tierra, que yo
les prometo, por valientes que sean, si ponen los pies en ella, que no han de
salir, porque los he de consumir y acabar con todos".
(Imagen) Inca Garcilaso de la Vega publicó
su gran crónica sobre la aventura de Hernando de Soto, LA FLORIDA DEL INCA, el
año 1605, pero hubo otras cuatro (todas mucho más breves) que tienen su
importancia, sobre todo porque las redactaron, mejor o peor, protagonistas que
sobrevivieron a aquella fracasada aventura (solamente lo lograron unos 300 de los 600, más o menos, que fueron a La Florida). Ya hemos
hablado de la que escribió RODRIGO RANGEL, la más apreciada entre los historiadores
norteamericanos, quizá por ser crítica con Hernando de Soto. El autor resulta
sospechoso de inquina, ya que censura cosas censurables, pero que, por
entonces, aún eran frecuentes en las
Indias y los cronistas las solían pasar por alto, como el hecho de que Hernando
de Soto, siendo un hombre casado, aceptó gustoso una india que le ofreció un
cacique. Su breve crónica fue recogida por el gran narrador Gonzalo Fernández
de Oviedo (que todo lo absorbía; fallecido en 1557), en su Historia General de
las Indias. El funcionario LUIS HERNÁNDEZ DE BIEDMA, que ejercía como factor,
hizo su propia narración, también corta, y escrita con poca soltura, pero
valiosa por recoger datos dignos de crédito. En la imagen vemos que partió de
Sevilla el 12 de febrero hacia La Florida, acompañado de un tal Luis Moreno,
vecino de Úbeda, que, al parecer, era un esclavo liberado. El año 1557, HIDALGO
DE ELVÁS, un portugués que había estado en la terrible campaña, publicó otra
breve crónica en Évora (Portugal). Hubo un clérigo que hizo asimismo sus
anotaciones, aunque fue el más escueto: FRAY SEBASTIÁN DE CAÑETE. Se interesó
por la flora y la fauna, y aportó una anécdota que revela el estricto código
moral de los indios de La Florida. Dice que la mujer adúltera era condenada a
muerte. Pero no solo ella. El marido se presentaba con sus familiares ante los
parientes de la transgresora, los acusaban de haberle engañado con respecto a las
virtudes de su mujer, y los mataban a todos. Nos falta por añadir a estas fuentes
históricas la de de INCA GARCILASO DE LA VEGA, la mejor de todas (¡con 574
páginas!). Él no fue testigo de los hechos, pero le informaron bien tres
conquistadores que allí estuvieron, especialmente GONZALO SILVESTRE, a lo que
hay que añadir que, por ser el último redactor, tenía conocimiento de las
versiones anteriores, y algo de lo que carecían sus autores: una gran calidad
como escritor. Recordemos que también utilizó lo que escribieron CARMONA y
COLES.
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