viernes, 12 de febrero de 2021

(Día 1342) Pedro Porcallo, a pesar de sus defectos, era valiente y generoso. Al marchar, regaló todos sus bienes a los soldados, y quedó en la tropa un hijo suyo.

 

     (932) Aunque el significado de cacique y curaca es idéntico, Inca Garcilaso nos aclara un detalle importante (sobre todo para él): "La palabra curaca, en lengua general de los indios del Perú, significa lo mismo que cacique en lenguaje de la Isla Española (isla de Santo Domingo) y sus circunvecinas, que es señor de vasallos. Y pues yo soy indio del Perú y no de Santo Domingo ni sus comarcanas, permítaseme que introduzca algunos vocablos de mi lenguaje en esta mi obra, para que se vea que soy natural de aquella tierra y no de otra".

     Vasco de Porcallo tenía una ambición vanidosa, pero era hombre generoso: "Antes de marchar, repartió a los caballeros y soldados que le pareció sus armas y caballos así como los objetos que tenía para su servicio personal, que, como hombre tan rico y noble, lo había llevado muy bueno. Dejó para el ejército todas las provisiones que para su persona y su familia había sacado de su casa. Dio orden  de que un hijo suyo natural, llamado Gómez Suárez de Figueroa (aunque no lo indique el cronista, tan amigo de anécdotas, ese mismo era el verdadero nombre de Inca Garcilaso de la Vega), tenido con una india de Cuba, se quedase para ir en la jornada con el gobernador, y le dejó dos caballos y armas. El cual anduvo después en toda ella como muy buen caballero y soldado hijo de tal padre, sirviendo muy bien en todas las ocasiones, y, después  de que los indios le mataron los caballos, anduvo siempre a pie sin querer aceptar del general, ni de nadie, caballo prestado ni dado ni otro ningún regalo ni favor, aunque se viese herido y en mucha necesidad, por parecerle que todos los regalos que le ofrecían no llegaban a recompensar los servicios hechos por su padre, de lo que se lamentaba el gobernador y deseaba agradarle, pero su ánimo era tan extraño y esquivo, que nunca jamás quiso recibir nada de nadie". Después el cronista hace  una fina observación sobre su padre: "Luego se embarcó Vasco Porcallo, y llevó consigo a todos los españoles e indios y negros que para su servicio había traído, dejando nota en todo el ejército, no de cobardía, porque no cabía en su ánimo, sino de inconstancia, como la tuvo en la isla de Cuba cuando se ofreció para la conquista, pues había dejado por demasiada ambición su casa, su hacienda y su tranquilidad, a cambio de cosas nuevas, sin necesidad de ellas".

     A Hernando de Soto y a sus hombres les gustaron las  noticias que trajeron Gonzalo Silvestre y los tres que le acompañaban, enviados por Baltasar de Gallegos. Lo único negativo era la existencia de aquella gran ciénaga que había delante del poblado de Hurribarracuxi, pero estaban convencidos de que la podrían atravesar: "Tras conocer el informe, Hernando de Soto dio orden de que todos se preparasen para ponerse en marcha pasados tres días, y le dijo a Gonzalo Silvestre que, con otros veinte de a caballo, volviese a dar el aviso a Baltasar de Gallegos de que al cuarto día saldría el ejército en su seguimiento". Para la protección del campamento que iban a abandonar y de tres naves que quedarían en la costa, nombró al capitán Pedro Calderón, con el que se quedarían 120 soldados, y les indicó que no provocaran a los indios, y que mantuviesen la amistad con el cacique Mucozo.

 

     (Imagen) FRANCISCO GARCÍA OSORIO, nacido en Ocaña (Toledo), fue un personaje importante, pero me centro en él de carambola, ya que, con frecuencia, se le ha confundido con García Osorio, a quien le he dedicado la imagen anterior. Y ello se debe a que a Francisco se le suele llamar también, simplemente (incluso en documentos oficiales), García Osorio. Los dos coincidieron en el viaje hacia La Florida, pero Francisco solamente para transportar parte de la tropa, ya que era un veterano capitán de galeones. Después de desembarcar a los soldados, se volvió a Cuba. Tras unos años en los que dejó poco huella, aparece de pronto como la máxima autoridad en la ciudad de La Habana, y, poco después, en 1565, como gobernador  y capitán general de toda la isla de Cuba. Algo más tarde, al gran Pedro Menéndez de Avilés le concedió licencia el Rey para descubrir y conquistar tierras en la difícil zona de Florida. Vimos en una imagen reciente que fundó San Agustín y que castigó a los indios que habían matado al jesuita Juan Bautista de Segura y a varios compañeros. Pero, antes de partir para su campaña, tuvo un serio conflicto con Francisco García Osorio, quien, valiéndose del poder que le daba ser gobernador de Cuba, le dificultó cuanto pudo la salida del puerto de La Habana, debido a enfrentamientos que habían tenido en Sevilla, quizá por rivalidades comerciales, ya que los dos eran marinos. Francisco García Osorio, además de impedirle el suministro de víveres, fomentó la deserción de sus hombres. Pero, para desgracia suya, en 1567 Menéndez de Avilés volvió a España como triunfador, y Felipe II, además de hacer caso a sus denuncias contra Francisco, lo premió con el cargo de Gobernador de Cuba, quedando destituido su rival. Por si fuera poco, Pedro llegó a la isla acompañado del doctor Francisco de Zayas, a quien lo nombró su lugarteniente y le encargó que sometiera a García Osorio al habitual juicio de residencia que se practicaba a los cesantes. Como era de esperar, Zallas cargó la mano en su sentencia, y lo envió preso a España, pero, finalmente, fue absuelto en 1569, quizá porque, como vemos en la imagen, FRANCISCO GARCÍA OSORIO presentó un escrito de alegaciones. Un año después estaba (en Madrid) envuelto en otro pleito, sin que aparezca ya ningún dato posterior.




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