(943) Los escuadrones de indios y
españoles se colocaron en formación aparentemente pacífica. Incluso, para dar
más imagen de confianza, Hernando de Soto llegó a pie acompañado del cacique
Vvitachuco, como dos 'amiguetes': "Los indios se colocaron entre un monte
y dos lagunas. Serían casi diez mil hombres de guerra, llevando sobre las cabezas unos grandes plumajes, que
son el mayor ornamento de ellos, puestos de manera que suben media braza en
alto, y parecen más altos de lo que son. Esperaban los indios a Vitachuco, su señor, y a
Hernando de Soto, los cuales salieron a pie, acompañados cada uno de doce de
los suyos, ambos con una misma intención del
uno contra el otro. A mano derecha del gobernador iban los escuadrones
de los españoles. Llegados el gobernador y el cacique al puesto donde Vitachuco
daría la señal para que los indios prendiesen al general, este la dio primero para
que su contrario no le ganase por la mano. Hizo disparar un arcabuz, que era la
señal para los suyos. Los doce españoles que iban cerca de Vitachuco le echaron
mano, y, aunque sus indios quisieron defenderle, no pudieron librarlo de la prisión".
Lo que vino después fue una exhibición de
valentía temeraria por parte de Hernando de Soto, que el cronista y los
soldados admiraban, pero lo veían, acertadamente, como una irresponsabilidad:
"Hernando de Soto, que llevaba cercanos de sí dos caballos, subiendo en
uno de ellos, que era un bravísimo animal, arremetió contra el escuadrón de los
indios, entró el primero de los castellanos, porque estaba más cerca, y porque
este valiente capitán en todas las batallas que en esta conquista y en la del
Perú se le ofrecieron, presumía siempre de ser de los primeros, pues como
lancero, fue uno de los cuatro mejores que hubo en todas las Indias. Aunque muchas veces sus capitanes
se le quejaban de que ponía su persona en demasiado peligro, porque de la
conservación de su vida y su salud, como jefe supremo, dependía la de todo su
ejército, y por más que él viese que tenían razón, no podía refrenar su ánimo
belicoso, ni gustaba de las victorias si no era el primero en ganarlas. No
deben los caudillos arriesgar tanto".
Y a punto estuvo de morir: "Los
indios no le dejaron al gobernador romper muchas filas del escuadrón, y, de
muchas flechas que le tiraron, le acertaron con ocho, dando todas en el caballo,
que cayó muerto. Un paje suyo, apellidado Viota, natural de Zamora, apeándose
del caballo, se lo dio. El gobernador arremetió de nuevo a los indios, los
cuales, no pudiendo resistir el ímpetu de trescientos caballos juntos,
volvieron las espaldas sin dar pruebas de valentía, y escaparon hacia las guaridas
que más cerca hallaron. De
los que escaparon por
el llano adelante, fueron alanceados y murieron más de trescientos, siendo
apresados unos pocos. Los de la vanguardia fueron los más desdichados, porque
recibieron el mayor ímpetu de los caballos, y, no pudiendo acogerse al monte ni
a la laguna grande, que eran las mejores guaridas, se arrojaron a la más
pequeña unos novecientos de ellos. Este fue el primer lance de las bravosidades
de Vitachuco. El encuentro sucedió a las nueve o diez de la mañana".
(Imagen) Parece ser que el llamado Mapa
de Hernando de Soto (año 1544, con añadidos posteriores), mostrado en la
imagen anterior, es un croquis realizado por ALONSO DE SANTA CRUZ basándose en
datos que le facilitó Juan de Añasco (y, quizá, algún otro de los
expedicionarios que volvieron vivos). Representa una amplia red hidrográfica de
la zona, desde su nacimiento en las cordilleras hasta su desembocadura. La
toponimia es abundante e indica el nombre de las provincias, pueblos,
accidentes costeros, ríos y minas. Nacido el año 1505 en Sevilla, Alonso de
Santa Cruz fue un portento como cosmógrafo, astrónomo e inventor de
instrumentos náuticos. Pero de raza le vino al galgo. A su padre, Francisco de
Santa Cruz, ya le apasionaba el tema, pues no había entonces mejor lugar que
Sevilla para 'sufrir estos contagios', y
fue él quien le transmitió su afición. ALONSO DE SANTA CRUZ fue un hombre afortunado,
porque todo se conjuró para que tuviera una vida apasionante, entregado de
lleno a una vocación absorbente y disfrutando de unas cualidades excepcionales
para desarrollarla, lo que se tradujo en una productividad asombrosa. Esa
inmensa curiosidad le empujó a enrolarse (con solo 19 años), como veedor, en el
viaje que Carlos V le confió en 1524 al excepcional, pero mercenario, navegante
Sebastián Caboto, nacido el año 1484 en Venecia. Aunque su misión era dirigirse
hacia las Molucas, Caboto, saltándose las órdenes, se desvió hacia el interior
del río de la Plata por haber rumores de que podía encontrar grandes riquezas
mineras. Fue un fiasco total, y el mismo Alonso anotó que abandonaron
"tras cinco años de muchas guerras, hambres y demasiados trabajos",
pero él, al menos, pudo dibujar el mapa de la imagen. En 1535, después de un
largo tiempo dedicado a profundizar en su
vocación científica, fue nombrado Cosmógrafo de la Casa de la
Contratación de Indias de Sevilla, donde pudo empaparse de las informaciones
facilitadas por los ilustres personajes y los aventureros que por ella pasaban.
Inventó nuevos sistemas y aparatos para la medición de las posiciones
terrestres y marítimas. Hizo gran cantidad de dibujos geográficos y detallados
mapas, y, como hombre enciclopédico, adquirió
un gran conocimiento de los clásicos. (Ampliaré sus grandes méritos en la
siguiente imagen).
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