miércoles, 26 de febrero de 2020

(Día 1041) Los oidores le enviaron a Gonzalo Pizarro un mensaje exigiéndole que aceptara su máxima autoridad. Como era de esperar, la petición fue rechazada de plano.


     (631) Los oidores pecaron de optimismo pensando que habría voluntarios para enviarle el mensaje a Gonzalo Pizarro: "Mandaron a algunos vecinos que  lo llevaran, y ninguno hubo que lo quisiese aceptar, por el peligro que en ello había, y porque Gonzalo Pizarro y sus capitanes les reprocharían que se mostraran como contrarios de quienes querían defender las haciendas de todos. Viendo esto los oidores, mandaron a  Agustín de Zárate, Contador Real del Perú, que, juntamente con Don Antonio de Ribera, vecino de aquella ciudad, fuese a hacerle la notificación a Gonzalo Pizarro. Partieron con ella hacia el valle de Jauja, donde estaba asentado su campamento. Gonzalo Pizarro, que ya tenía noticia del envío del mensaje, temió que, si lo conocía su gente, se había de amotinar, por el gran deseo que tenían de llegar a Lima como ejército, e, incluso, de saquear la ciudad, si surgía la ocasión. Queriéndolo evitar, envió al camino por donde venían los mensajeros al capitán  Jerónimo de Villegas con treinta arcabuceros. El cual los topó. A Don Diego de Ribera le dejó ir al campamento, y , a Agustín de Zárate, lo prendió y le tomó las provisiones que llevaba, enviándole de vuelta por el camino que traía,  hasta que llegara a la provincia de Pariacaca, donde estuvo diez días preso. Los que le retenían le ponían todos los temores que podían para que renunciase a su misión, y así permaneció allí hasta que llegó Gonzalo Pizarro con su tropa".
      Una de las diferencias de Inca Garcilaso con respecto a otros cronistas, como Cieza, es que aporta de vez en cuando muchos detalles personales acerca de los protagonistas que van apareciendo. Nos explica a continuación por qué fueron escogidos estos dos emisarios: "Lo habían hecho así porque eran los menos sospechosos, para Gonzalo Pizarro, que entonces podían escoger. Don Antonio era como cuñado suyo, pues se casó con la mujer de Francisco Martín de Alcántara, hermano del Marqués Don Francisco Pizarro, y Agustín de Zarate era de los que habían llegado recientemente a Perú, y no había tenido trato especial con  ninguna de las partes. Y así, el capitán Jerónimo de Villegas dejó pasar a Don Antonio de Ribera, por la afininidad de parentela, y retuvo preso al contador Agustín de Zárate".
     Lo que estaba claro es que los oidores perdían el tiempo con su orden: "Gonzalo Pizarro consultó con sus capitanes lo que convenía contestar al mandamiento de los oidores. Solo hubo una respuesta a lo que exigían los oidores. Como gran soldado y maese de Campo, Don Francisco de Carvajal señaló que, lo que pedían los oidores (era una de sus exigencias) sobre que Gonzalo Pizarro podía entrar en Lima si llegaba solamente con unos veinte acompañantes, había que entenderse como que lo hiciese en hilera, y que todos los capitanes del Consejo respondieron que lo que convenía al bien común era hacer gobernador a Gonzalo Pizarro, y que entonces se haría lo que los oidores pedían, pues, de lo contrario, pondrían a sangre y fuego la ciudad, y la saquearían".

     (Imagen) JUAN DE FIGUEROA VILLALOBOS fue otro de los que, como nos cuenta Inca Garcilaso, abandonaron a Gonzalo Pizarro, escapando de la ciudad del Cuzco, para unirse al virrey Blasco Núñez Vela. Era entonces muy joven, puesto que nació hacia el año 1520 en Cáceres, pero ya tenía categoría de veterano en las Indias porque antes había estado batallando por Chile. Su trayectoria resulta especial,  ya que inició sus correrías por aquellas tierras, apareció de pronto en Perú, y luego, tras unos pocos años, retornó para establecerse allá definitivamente. Su llegada a Perú estuvo motivada por el hecho de que estaba bajo el mando del capitán Alonso de Monroy, a quien, en 1542, le ordenó el gran Pedro de Valdivia que hiciera el viaje con algunos hombres para conseguir suministros de todo tipo, incluso de soldados, pues se veían muy acosados por los temibles araucanos. Esa solidadridad entre españoles era habitual, conscientes de que todos formaban parte de una misma empresa colonizadora. Entonces, Juan de Figueroa optó por quedarse en Perú. Siempre al servicio de la Corona, luchó contra Gonzalo Pizarro, sufrió la derrota de Huarina, lo apresaron, pudo escapar, y, más tarde, le sonrió la fortuna en Jaquijaguana, donde, bajo el mando de Pedro de la Gasca, derrotaron y ejecutaron a Gonzalo. Triunfante y premiado, JUAN DE FIGUEROA volvió a Chile, donde aún tuvo mayores éxitos. Estuvo pesente, con Francisco de Villagra en la campaña que buscaba (inútilmente) la mítica Ciudad de los Césares (año 1551), y en la fundación de Valdivia (año 1552). Pero su ciudad preferida era Osorno, fundada en 1558 por el gobernador García Hurtado de Mendoza y Manríquez, nieto del Conde de Osorno, tan al sur, que dista mil kilometros de Santiago de Chile. Fueron testigos, entre otros, Juan de Ercilla, autor de La Araucana, y el trotamundos JUAN DE FIGUEROA, casado con Inés de Mendoza, de la que tuvo ocho hijos, y fallecido en la chilena Osorno (hoy tiene 150.000 habitantes) el año 1589.



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