martes, 25 de febrero de 2020

(Día 1040) El licenciado Álvarez dejó en libertad al virrey, quien no se lo agradeció como él esperaba. Los oidores le comunicaron a Gonzalo Pizarro que ellos habían tomado el poder, y que le ordenaban que deshiciera su ejército.


     (630) Añade Inca Garcilaso que, aunque los oidores comprobaron que había otros muchos implicados en el motín merecedores de ser castigados con la muerte, "por no hacer tanta carnicería, y evitar nuevos alborotos, y por los ruegos de muchas personas principales de la Ciudad de los Reyes, solo condenaron a Alonso de Barrionuevo a lo que se ha dicho, y, a Don Antonio de Montemayor y sus cómplices, los desterraron de  la ciudad; los cuales se juntaron después con el virrey, pero a muchos de ellos les fue peor".
     Los odiores, de manera ilusa, se estaban metiendo en un callejón sin salida, aunque hubo uno que quiso desmarcarse de mala manera: "Cada día le hacían saber a Gonzalo Pizarro lo que había pasado, porque creyeron que, de esta forma, desharía a su gente. De lo cual él estaba muy apartado, porque creía que todo aquello era ruido engañoso, con el fin de que él despidiese a sus soldados, para después prenderle y castigarle cuando le viesen solo. El mismo día de haberse hecho a la vela el licenciado Álvarez con el virrey y sus hermanos, subió a su cámara, y quiso reconciliarse con él de las cosas pasadas, pues había sido su principal promotor, y el que más empeño puso en su prisión y en el castigo de los que querían restituirle en su gobernación. Le dijo que había aceptado aquel viaje para servirle, para sacarle del poder del licenciado Cepeda, y para que no cayese en el de Gonzalo Pizarro, al que tan en breve se esperaba. Y añadió que, para que así se entendiese, le entregaba el navío y le ponía en libertad, y él se ponía bajo su voluntad. Le suplicaba también que le perdonase el yerro pasado de haber participado en su prisión y en otras cosas que después habían sucedido, pues lo había enmendado con asegurarle la vida y la libertad. Luego mandó a diez hombres que traía consigo para vigilar al virrey que hiciesen lo que él les mandase".
     Pero no le salió demasiado bien la jugada al licenciado Álvarez: "El virrey le agradeció lo hecho, lo aceptó y se apoderó del navío. Pero, poco después, empezó a tratar al licenciado mal de palabras, llamándole bellaco, revolvedor de pueblos y otras afrentas, y jurándole que le había de ahorcar, y que, si no lo hacía, era por la gran necesidad que tenía de él. Este mal tratamiento duró casi todo el tiempo que anduvieron juntos, y así fueron por la costa abajo hasta que llegaron a Trujillo". Inca Garcilaso indica, como hace a menudo, que va siguiendo la crónica de Agustín de Zárate. Son muchos los párrafos que copia literalmente.
     Si alguien podía hablar de lo que estaba sucediendo entonces en Lima, era precisamente el cronista Agustín de Zárate, pues se encontraba allí, y hasta intervino en una misión muy delicada. Los oidores tenían la acertada impresión de que el licenciado Álvarez iba a actuar traidoramente (a pesar de haber sido quien promovió la idea de apresar al virrey), porque partió sin esperar a que le entregaran las provisiones que debía llevar en su viaje. Se les ocurrió entonces enviar un mensaje a Gonzalo Pizarro para que supiera que habían tomado el poder y suspendido la Leyes Nuevas, y que, en nombre de Su Majestad, le ordenaban que licenciase su ejército, pudiendo ir a Lima si lo deseaba, pero en son de paz.

     (Imagen) Nos sale al paso otro conquistador de origen vasco, aunque algunos tuercen los hechos para asegurar que su padre, Gonzalo Gómez Butrón, era de Elgóibar (Guipúzcoa). Quizá fuera así, pero residía en Valladolid, ciudad en la que nació, hacia el año 1510, su hijo GÓMEZ DE LEÓN, cuyo nombre completo (Francisco Gómez de León Butrón y Mújica) deja bien clara su ascendencia vasca. Vivía con cierta holgura en Sevilla cuando le entusiasmó el atractivo de las Indias y se embarcó para aquellas tierras, en torno al año 1530. Como otros muchos vascos que fueron a las Indias, jamás dejó de sentirse español y súbdito del emperador Carlos V. No sirve como excepción Lope de Aguirre, porque lo suyo fue un desesperado arrebato de locura contra todo y contra todos, Dios incluido. Llegó a Perú en 1534 con la tropa del gran Pedro de Alvarado, quien, fracasando en su intento de poder competir con Pizarro en aquella zona, le cedió sus hombres, mediando un arreglo económico, y se dio la vuelta. Entre los que se quedaron, estaba Gómez de León, y fue, mientras pudo, fiel a los hermanos Pizarro. Incluso llegó a ser capitán de la guardia personal de Francisco, el Gobernador. También formó parte de los que, por orden de Pizarro, fundaron Arequipa (año 1540), ciudad en la que luego se asentó con su mujer, Francisca de Vergara (otra vasca), dejando allá una influyente descendencia. Aquellos hombres fundaban sabiamente, y con visión de futuro. En la imagen aparecen señaladas tres ciudades portuarias: Trujillo, Lima y Arequipa. Ya vimos que, cuando Gonzalo Pizarro se organizó para luchar contra el virrey Blasco Núñez Vela, uno de los primeros que se puso a su lado fue Gómez de León. Pero algo pasó, porque después se enfrentó a Gonzalo en la durísima batalla de Huarina, bajo el mando de Diego Centeno, quien, tras ser derrotados, pudo huir. Pero GÓMEZ DE LEÓN perdió allí la vida, quizá vengativamente ejecutado por Gonzalo Pizarro. Ocurrió el año 1547.




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