sábado, 22 de febrero de 2020

(Día 1038) Diego García de Alfaro apresó al hermano del virrey. Los oidores tenían encarcelado a Vaca de Castro y le encargaron al licenciado Álvarez que llevara preso a España al virrey.


     (628) Tanto los que iban por mar como los que avanzaban por tierra, se dieron cuenta de que los huidos habían ido con las naves hasta Guaura. Llegaron allí de noche, e hicieron algunos disparos que Diego Álvarez Cueto interpretó equivocadamente: "Creyendo que sus autores eran algunos criados del virrey, o gente que se quería embarcar, le ordenó a Vela Múñez que fuese a tierra en un batel para informarse de lo que pasaba, y, cuando estaba cerca de la costa, Diego García de Alfaro comenzó a dispararle, apretándole tanto, que se tuvo que rendir y entregar el batel. Luego enviaron aviso a Cueto diciéndole que, si no entregaba la armada, matarían al virrey y a Vela Núñez. Temiendo Cueto que se haría así, entregó la armada, contra el parecer de Jerónimo Zurbano, quien, con el navío del que era capitán, se fue a Panamá, porque dos días antes le había mandado Cueto que recogiese todos los navíos que hallase por la costa, para que no los encontrasen los oidores".
     De error en error, la peripecia del virrey se va complicando. Los oidores lo tenían preso en una isla cercana, por miedo a que fuera asesinado: "Enviaron también allá a unas veinte personas en unas balsas de mimbres secos, que los indios llaman enea (ahora ya sabemos de dónde procede la palabra). Enterados de la entrega de la armada, determinaron enviar al virrey a su Su Majestad, con cierta información que contra él recibieron, llevándolo en calidad de preso el licenciado Álvarez, el oidor, al que le dieron como salario ocho mil castellanos (unos dos kilos y medio de oro), y le prepararon los despachos necesarios, en los cuales no firmó el licenciado Ortiz de Zárate (esto y otras muestras de lealtad al Rey le pasarán factura). Entregaron al virrey en Guaura al licenciado Álvarez, y, con tres navíos, sin esperar los despachos de la Audiencia, se hizo a la vela, y al licenciado Vaca de Castro lo tornaron preso en un navío, como antes estaba, al puerto de la Ciudad de los Reyes". Inca Garcilaso va recogiendo lo esencial del cronista Agustín dde Zárate, e indica que, salvo excepciones, seguirá principalmente su texto. Lo que no quita que él vaya añadiendo muchos datos interesantes, además de anécdotas y comentarios muy oportunos y bien escritos. Tampoco hay que olvidar que conoció personalmente a gran parte de los protagonistas, y que su infancia quedó marcada por todo lo que su padre, el gran capitán Sebastián Garcilado de la Vega, vivió y le contó.
     Inca Garcialso nos hace saber también que, antes de que partiera preso el virrey con el licenciado Álvarez, se encontró en una situación ultrajante, siendo tratado con burlas y desprecio. A lo que se añadía su lógico miedo a que, en cualquier momento, lo mataran: "Temiendo que le dieran hierbas en la comida, se lo dijo al licenciado Cepeda. Le contestó que, si lo quisiese matar, no lo haría con engaño, y que podía comer como con su mujer, Doña Brianda de Acuña. Pero un día llegó fray Gaspar de Carvajal, y le dijo que se confesase porque así lo mandaban los oidores. Llamó el virrey a Cepeda y se le quejó, el cual le confortó diciéndole que solo él tenía poder para tal cosa. Entonces Blasco Núñez le abrazó y le besó en el carrillo, delante del mismo fraile".

     (Imagen) Nos dice Inca Garcilaso que DIEGO GARCÍA DE ALFARO era entendido en las cosas del mar. En realidad, era más que eso, puesto que tenía un galeón y se dedicaba a mercadear con él. La vena marinera le vino de haber nacido en Moguer (Huelva). El texto de su expediente de méritos es tan enrevesado, que resulta casi indescifrable. Por otras referencias, se sabe que era uno de los conquistadores veteranos. Asistió el año 1535 a la fundación de Lima. En las guerras civiles, estuvo muy unido a los hermanos Pizarro. Incluso le envió una carta personal en 1541 a Hernando Pizarro comunicándole que su hermano, el gobernador, había sido asesinado. Esa fidelidad, si en algún momento falló, volvió a recuperarla de forma algo indigna en 1544. Le hemos visto ahora persiguiendo a quienes ayudaban al virrey Blasco Núñez (que estaba preso), gran enemigo de Gonzalo Pizarro, pero, pocos meses antes, Carlos V, por petición de Diego, lo había recomendado al propio virrey. En 1551, se impuso el interés económico, y Diego le hizo una reclamación judicial de dinero a los herederos de Francisco Pizarro. En 1553 también tuvo un largo pleito con el bilbaíno Jerónimo de Zurbano, capitán del virrey, a quien acabamos de ver quemando varias naves como estrategia militar, y es posible que alguna de ellas fuera de Diego. El Rey, no solo dejó absuelto a Zurbano, sino que le premió por lo que había hecho. Por aquel tiempo, estaba en España DIEGO GARCÍA DE ALFARO defendiendo sus causas. El documento de la imagen, del año 1559, indica que iba a volver a las Indias de inmediato, pero quizá no lo hiciera, ya que murió en esas fechas. Hay otro detalle en el texto que impresiona, porque revela la degradante terminología que se empleaba con los esclavos negros. El rey le dio permiso para llevar a las Indias ocho esclavos negros, "la mitad de ellos machos y la otra mitad hembras, yendo vos en persona a las dichas indias".



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