(626) Vamos a asistir a la fatídica complejidad de los hechos que
condujeron al apresamiento del virrey. Fueron momentos de una enorme tensión,
que acabaron mal, pero podían haber terminado mucho peor, porque el control se
les había ido de las manos a los protagonistas. El virrey temía que los oidores
lo apresaran, por lo que puso en alerta a los más de cuatrocientos soldados con
los que contaba. A su vez, los oidores se asustaron. Pidieron ayuda a algunos
amigos, pero la respuesta fue fría, y
decidieron refugiarse, con algunos que les apoyaban, en la casa del licenciado Cepeda, el oidor de
mayor autoridad. Entre los reunidos, hubo un valiente, Francisco de Escobar
(natural de Sahagún), que les dijo: "Salgamos, señores a la calle, y
muramos peleando como hombres, y no
encerrados como gallinas". Los oidores y los que estaban con ellos
recuperaron el coraje, y todos abandonaron su encierro. Tuvieron, además, la
suerte de que poco antes el virrey, cansado de estar en la plaza con su tropa,
y creyendo que tenía la situación controlada, cometió el error de marchar a su
casa para descansar: "Por lo cual sus soldados y capitanes se vieron
libres del respeto a su presencia, y dos
de los capitanes, Diego de Robles y Pedro de Vergara, se unieron con sus
compañías a los oidores, y en pos de ellos fueron otros, y otros, hasta que no
quedó nadie guardando la puerta del virrey para defender su casa, salvo cien
soldados para su guardia, que estaban dentro de la casa".
La rebelión era ya unánime, y todos juntos, encabezados por los oidores,
fueron a la casa del virrey. Los de su guardia personal hicieron un amago de
resistencia: "Tiraron algunos arcabuzazos, de lo cual se enojaron tanto
los soldados que iban con los oidores, que quisieron entrar en la casa por
fuerza y matar a todos los que se resistiesen. Los oidores los apaciguaron con
buenas palabras, y enviaron a fray Gaspar de Carvajal y a Antonio de Robles,
hermano de Martín de Robles, para que dijesen al virrey que no embarcase a
nadie por fuerza, y que, sin poner resistencia, fuese a la iglesia mayor, donde
le esperaban. Yendo estos mensajeros adonde el virrey, los cien soldados que
estaban a la puerta, sin aguardar más, se pasaron al bando de los oidores. Los
demás soldados (los amotinados), viendo la puerta libre, también
entraron en la casa".
En todo este proceso, el licenciado Pedro Ortiz de Zárate, siempre fiel
a la legalidad, había permanecido al
margen. Pero sabía que la situación era dramática, y quiso ir a la casa del
virrey para aportar alguna solución. Al no poder seguir su camino porque le
impedían pasar, y viendo que los que apoyaban al virrey ya no lo hacían, fue a
la iglesia, donde estaban ya los demás oidores, lo cual interpretó luego
equivocadamente Blasco Núñez Vela: "Oído por el virrey lo que le dijeron
los mensajeros, y sabiendo que su casa estaba llena de gente de guerra, y que
la suya le había abandonado, fue a la iglesia, donde se hallaban los oidores, y
se entregó a a ellos. Al ver que estaba allí el licenciado Ortiz de Zárate, le
dijo: '¿También vos habéis querido prenderme, teniendo yo en vos tanta confianza?'. Y él le respondió
que quien quiera que se lo hubiese dicho, mentía, pues era notorio quién le
había prendido, y que él no se había
hallado en ello".
(Imagen) Qué impresionante la biografía la de FRANCISCO RODRÍGUEZ DE
VILLAFUERTE. Lo cuenta su hijo Jerónimo de Villafuerte el año 1579 en una la
relación de méritos de su padre (la de la imagen). Vivió con Francisco Pizarro
hechos de gran trascendencia histórica. Estuvieron los dos juntos con Núñez de
Balboa cuando sus bienaventurados ojos contemplaron por primera vez la
inmensidad del Océano Pacífico. Más tarde asistieron ambos a la fundación de
Panamá, y partieron después hacia la increíble aventura de Perú, en la que solamente
el arrebato de aquel sueño esplendoroso les permitió aguantar tanto sufrimiento
durante tanto tiempo. Tendré que romper una lanza a favor de Villafuerte. No lo
puse en la lista de los Trece de la Fama porque no aparecía en mis referencias.
Pero hay una prueba evidente de que fue uno de ellos: se sabe que lo nombraron
Caballero de la Espuela Dorada, como se hizo con aquellos superhombres que ya
tenían el rango de hidalguía. Además, el muy fiable cronista Inca Garcilaso lo
incluye en el heroico grupo. Llegados a la isla Gorgona, habían ya padecido
tanto, que muchos querían abandonar la conquista, y Villafuerte se lo dijo a
Pizarro. En otra página del expediente, su hijo, confirmando todo, dice:
"Cuando Pizarro lo supo, hizo una raya en el suelo con la espada, diciendo
a sus hombres que aquellos que pensaban seguir sirviendo al Rey pasasen la
dicha raya, y, que los que no lo pensaban hacer, se volvieran. Lo cual oído por
el dicho Francisco de Villafuerte, fue el primero que la pasó, y, por su persuasión,
la pasaron otros". Solo queda sitio para añadir que FRANCISCO DE
VILLAFUERTE tuvo que dejar de lado su fidelidad a los Pizarro cuando (como nos
acaba de contar Inca Garcilaso) Gonzalo se rebeló contra el virrey, porque
siempre puso por encima de todo el servicio a la Corona. Se casó dos veces, y
le nacieron cinco hijos de su primera mujer, y ocho, de los que Jerónimo era el
mayor, de la segunda, Catalina de Retes. Murió en el Cuzco el año 1568, siendo
entonces de muy avanzada edad.
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