jueves, 20 de febrero de 2020

(Día 1036) Los partidarios de los oidores asaltaron la casa del virrey, cuya guardia personal le abandonó. El virrey se entregó, y creyó, equivocadamente, que el oidor Ortiz de Zárate también le había traicionado.


     (626) Vamos a asistir a la fatídica complejidad de los hechos que condujeron al apresamiento del virrey. Fueron momentos de una enorme tensión, que acabaron mal, pero podían haber terminado mucho peor, porque el control se les había ido de las manos a los protagonistas. El virrey temía que los oidores lo apresaran, por lo que puso en alerta a los más de cuatrocientos soldados con los que contaba. A su vez, los oidores se asustaron. Pidieron ayuda a algunos amigos, pero la respuesta fue fría,  y decidieron refugiarse, con algunos que les apoyaban,  en la casa del licenciado Cepeda, el oidor de mayor autoridad. Entre los reunidos, hubo un valiente, Francisco de Escobar (natural de Sahagún), que les dijo: "Salgamos, señores a la calle, y muramos peleando como hombres, y  no encerrados como gallinas". Los oidores y los que estaban con ellos recuperaron el coraje, y todos abandonaron su encierro. Tuvieron, además, la suerte de que poco antes el virrey, cansado de estar en la plaza con su tropa, y creyendo que tenía la situación controlada, cometió el error de marchar a su casa para descansar: "Por lo cual sus soldados y capitanes se vieron libres del respeto a su presencia, y dos  de los capitanes, Diego de Robles y Pedro de Vergara, se unieron con sus compañías a los oidores, y en pos de ellos fueron otros, y otros, hasta que no quedó nadie guardando la puerta del virrey para defender su casa, salvo cien soldados para su guardia, que estaban dentro de la casa".
     La rebelión era ya unánime, y todos juntos, encabezados por los oidores, fueron a la casa del virrey. Los de su guardia personal hicieron un amago de resistencia: "Tiraron algunos arcabuzazos, de lo cual se enojaron tanto los soldados que iban con los oidores, que quisieron entrar en la casa por fuerza y matar a todos los que se resistiesen. Los oidores los apaciguaron con buenas palabras, y enviaron a fray Gaspar de Carvajal y a Antonio de Robles, hermano de Martín de Robles, para que dijesen al virrey que no embarcase a nadie por fuerza, y que, sin poner resistencia, fuese a la iglesia mayor, donde le esperaban. Yendo estos mensajeros adonde el virrey, los cien soldados que estaban a la puerta, sin aguardar más, se pasaron al bando de los oidores. Los demás soldados (los amotinados), viendo la puerta libre, también entraron en la casa".
     En todo este proceso, el licenciado Pedro Ortiz de Zárate, siempre fiel a  la legalidad, había permanecido al margen. Pero sabía que la situación era dramática, y quiso ir a la casa del virrey para aportar alguna solución. Al no poder seguir su camino porque le impedían pasar, y viendo que los que apoyaban al virrey ya no lo hacían, fue a la iglesia, donde estaban ya los demás oidores, lo cual interpretó luego equivocadamente Blasco Núñez Vela: "Oído por el virrey lo que le dijeron los mensajeros, y sabiendo que su casa estaba llena de gente de guerra, y que la suya le había abandonado, fue a la iglesia, donde se hallaban los oidores, y se entregó a a ellos. Al ver que estaba allí el licenciado Ortiz de Zárate, le dijo: '¿También vos habéis querido prenderme, teniendo yo  en vos tanta confianza?'. Y él le respondió que quien quiera que se lo hubiese dicho, mentía, pues era notorio quién le había prendido, y que él  no se había hallado en ello".

     (Imagen) Qué impresionante la biografía la de FRANCISCO RODRÍGUEZ DE VILLAFUERTE. Lo cuenta su hijo Jerónimo de Villafuerte el año 1579 en una la relación de méritos de su padre (la de la imagen). Vivió con Francisco Pizarro hechos de gran trascendencia histórica. Estuvieron los dos juntos con Núñez de Balboa cuando sus bienaventurados ojos contemplaron por primera vez la inmensidad del Océano Pacífico. Más tarde asistieron ambos a la fundación de Panamá, y partieron después hacia la increíble aventura de Perú, en la que solamente el arrebato de aquel sueño esplendoroso les permitió aguantar tanto sufrimiento durante tanto tiempo. Tendré que romper una lanza a favor de Villafuerte. No lo puse en la lista de los Trece de la Fama porque no aparecía en mis referencias. Pero hay una prueba evidente de que fue uno de ellos: se sabe que lo nombraron Caballero de la Espuela Dorada, como se hizo con aquellos superhombres que ya tenían el rango de hidalguía. Además, el muy fiable cronista Inca Garcilaso lo incluye en el heroico grupo. Llegados a la isla Gorgona, habían ya padecido tanto, que muchos querían abandonar la conquista, y Villafuerte se lo dijo a Pizarro. En otra página del expediente, su hijo, confirmando todo, dice: "Cuando Pizarro lo supo, hizo una raya en el suelo con la espada, diciendo a sus hombres que aquellos que pensaban seguir sirviendo al Rey pasasen la dicha raya, y, que los que no lo pensaban hacer, se volvieran. Lo cual oído por el dicho Francisco de Villafuerte, fue el primero que la pasó, y, por su persuasión, la pasaron otros". Solo queda sitio para añadir que FRANCISCO DE VILLAFUERTE tuvo que dejar de lado su fidelidad a los Pizarro cuando (como nos acaba de contar Inca Garcilaso) Gonzalo se rebeló contra el virrey, porque siempre puso por encima de todo el servicio a la Corona. Se casó dos veces, y le nacieron cinco hijos de su primera mujer, y ocho, de los que Jerónimo era el mayor, de la segunda, Catalina de Retes. Murió en el Cuzco el año 1568, siendo entonces de muy avanzada edad.



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