miércoles, 19 de febrero de 2020

(Día 1035) Asustado el virrey por el empuje con que se acercaba a Lima Gonzalo Pizarro, ordenó abandonar la ciudad y trasladarse a Trujillo. Los oidores se opusieron radicalmente, y decidieron apresar al virrey.


     (625) El virrey, consciente de que eran demasiados los que estaban en su contra, "pues se habían aficionado a la empresa de Gonzalo Pizarro porque había puesto su cabeza bajo el cuchillo por el bien común de todos", decidió no salir a campo abierto con su tropa. Estaba tan desesperado, que chapoteaba entre dudas, y eso iba a ser el detonante de su ruptura con los oidores: "Fortificó la ciudad, y se proveyó de bastimentos por si durase el cerco, pero, como cada día le llegaban noticias de la pujanza con que Gonzalo Pizarro venía, y del ánimo cruel que los suyos llevaban, le pareció mejor no esperarle en Lima, sino retirarse a Trujillo. Trató de despoblar y desmantelar la ciudad de todo lo que pudiera ser de provecho para el enemigo, y también de llevarse las provisiones y enviar a los indios de la costa tierra adentro, para que Gonzalo Pizarro no tuviera indios de servicio, todo ello con el fin de que se viera obligado a deshacer su ejército. Les comunicó estas imaginaciones a los oidores, y ellos se las contradijeron abiertamente diciendo que la Audiencia Real no podía salir de la ciudad, porque lo prohibía Su Majestad, y que ellos no podían ir con él, ni permitirían que se dejase su casa desamparada. Con esto, quedaron los oidores y el virrey declarados de bandos contrarios, y, los vecinos, más inclinados a la parte de los oidores, porque se oponían a que sus mujeres e hijas estuvieran en poder de marineros y soldados. No obstante el virrey quiso poner en ejecución su plan de irse por la mar, y que su hermano, Vela Núñez, fuese por tierra con los soldados. Mandó también a Diego Álvarez Cueto (su cuñado) que llevase a la mar a los hijos del Marqués Don Francisco Pizarro, y los metiese en un navío, y que se quedase, como General de la Armada, en guarda del licenciado Vaca de Castro (que estaba preso) y de ellos,  porque tenía miedo de que Antonio de Ribera y su mujer los escondieran".
     Se fue complicando mucho la situación: "Lo que mandaba el virrey causó muy grande alteración, y lo vieron muy mal los oidores, especialmente el licenciado Pedro Ortiz de Zárate (como vimos, la llegada de Pizarro iba a ser fatal para él), quien, con gran instancia, fue a suplicar al virrey que sacase de la mar a Doña Francisca (la hija de Francisco Pizarro), pues era ya doncella crecida, hermosa y rica, y no era cosa decente tenerla entre los marineros y los soldados, pero nada pudo detenerle en su propósito al virrey".
     Ni tampoco a los contrarios: "Los oidores le mandaron a Martín de Robles que, aunque era capitán del virrey, lo prendiese. Él, temiendo el perjuicio que le vendría, les pidió un documento firmado por todos los oidores, para su descargo, y ellos se lo dieron. Por otra parte, ordenaban en otra provisión a los vecinos que  no obedeciesen al virrey en lo que mandaba acerca de entregar a sus mujeres para embarcarlas, y que ayudasen a Martín de Robles para que lo prendiese, porque así convenía al servicio del Emperador y de aquella tierra. Esta provisión la guardaron en secreto hasta que les pareció llegado el tiempo de publicarla. Mientras estas cosas se ordenaban de una parte, de la otra, andaba la gente tan confusa y desatinada, que no sabían a quién seguir".


     (Imagen) Cuando el capitán MARTÍN DE ROBLES recibió de los oidores de la Audiencia Real de Lima la orden de apresar al virrey, fue consciente de las consecuencias que podrían venirle encima, y se cubrió las espaldas consiguiendo que se lo mandaran por escrito. Pero, por un expediente de méritos muy posterior (el de la imagen) de otro capitán, ALONSO GONZÁLEZ DE TAPIA, sabemos que Robles  abrazó después abiertamente la rebeldía de Gonzalo Pizarro. El documento es del año 1561, lo que quiere decir que González Tapia era ya un hombre mayor, y que sobrevivió milagrosamente a las guerras civiles. Resumo las angustiosas experiencias propias que cuenta, en las que no alude a méritos anteriores, sino que comienza hablando de la rebelión de Gonzalo Pizarro. Él se puso al servicio del virrey en compañía del capitán Pablo Meneses. Fueron apresados y maltratados por MARTÍN DE ROBLES, que ya estaba bajo el mando de Gonzalo Pizarro. No los mataron, pero a Alonso lo desterraron de Lima por negarse a traicionar al virrey, y Meneses se incorporó, como ya vimos, al ejército pizarrista. Al ser desterrado, se trasladó a la Villa de la Plata, "donde padeció muchos malos tratamientos de las autoridades que Gonzalo Pizarro allí había puesto". En aquella población estaba el capitán Alonso de Alvarado al servicio de Gonzalo Pizarro (aunque después se convertirían en mortales enemigos), y, a pesar de que le forzó a González Tapia a incorporarse a su tropa, "él huyó el mismo día, con gran peligro de su vida, por servir a Vuestra Majestad". Le persiguieron, y anduvo escondido buscando gente leal a la Corona, hasta que pudo alistarse bajo las órdenes de Diego Centeno, quien estaba reclutando soldados después de permanecer mucho tiempo escondido en una cueva para evitar que Carvajal le matara. Logaron una primera y muy sonada victoria en el Cuzco, pero fueron derrotados en Huarina, y ya tenía ALONSO GONZÁLEZ DE TAPIA puesta la soga al cuello, cuando, gracias a los ruegos de un fraile, le perdonaron la vida. Su peripecia acabó triunfalmente, pues, en la batalla de Jaquijaguana, participó bajo el mando del gran Pedro de la Gasca en la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal.  




No hay comentarios:

Publicar un comentario