(611) Le pedía el virrey a su hermano Vela Núñez que pusiese mucha
diligencia en apresar a Pedro de Puelles y sus hombres: "Le decía que los de Gonzalo Pizarro habían revuelto el
reino, y había que castigar a los que se hubiesen unido a tan loca pretensión
como la que Gonzalo traía, y que, pensando en ello, ni se acordaba de doña Brianda
de Acuña, su mujer, ni de sus hijos, ni creía que los volvería a ver. Vela
Núñez le rogó que no prosiguiese con aquella plática, afirmándole que pondría toda la diligencia que fuere posible
en el mundo".
Después se escenificó una (previsible) farsa: "Pasado esto, el
virrey llamó a Gonzalo Díaz de Pineda, al cual, tras haberle abrazado, le dijo que
actuase como buen caballero y capitán, y que su hermano no iba como soldado
suyo. Le pidió darse maña para que los que iban a juntarse con Pizarro fuesen
muertos o presos. Gonzalo Díaz le respondió que así lo haría, pero su deseo era
verse ya con posibilidad de estar junto a Pizarro y a su servicio, porque dicen
que Villegas y él se habían mostrado ese
deseo en la Ciudad de los Reyes. Salidos de la ciudad, caminaron hacia la provincia de Guayacheri,
y, en el camino, Gonzalo Díaz, Juan de la Torre, Cristóbal de Torres,
Piedrahita, Alonso de Avila y otros iban tratando sobre cuándo podrían pasarse
a Pizarro".
Al partir del Cuzco Gonzalo Pizarro, algunos se atrevieron a no
seguirle, mostrando así su disconformidad con sus peligrosas ambiciones: "Considerando
cuán mal guiado iba el negocio de Gonzalo Pizarro, se pusieron de acuerdo
Gabriel de Rojas, Garcilaso de la Vega, Gómez de Rojas, Jerónimo Costilla,
Soria, Manjarrés, Pantoja y Alonso Pérez Esquivel, con otros, hasta catorce
vecinos y soldados, para volver a Arequipa, desde donde irían a juntarse con el
virrey para servirle".
En Arequipa se les unieron Luis de León y Ramírez, y emprendieron todos
el viaje hacia Lima. Llegaron dos capitanes adonde estaba Gonzalo Pizarro y le
pusieron al corriente de los que le habían abandonado. Uno de estos dos era
Diego Centeno, lo que deja bien claro que, por entonces, actuaba como uno de
los capitanes de la máxima confianza de Gonzalo. Nada hacía suponer que, como
ya sabemos, más tarde serían mortales enemigos, convirtiéndose Centeno en una
de las figuras más relevantes al servicio de la Corona: "Cuando Gonzalo
Pizarro lo supo, recibió una gran congoja, diciendo que, si apresaba a los
huidos, los había de matar. No poco alteró aquella noticia a sus soldados, y
hasta se dice que muchos de los que con él estaban, preferían ir en compañía de
los capitanes Gabriel de Rojas y y Garcilaso de la Vega que quedarse con
Pizarro".
Fue entonces cuando Gonzalo Pizarro desplazó del puesto más importante de su ejército a
alguien que era muy violento y de pocos amigos, para colocar en su sitio a otro
mucho peor, aunque muy bravo y experto en estrategias militares: "Sabiendo
Gonzalo Pizarro cuán entendido era en las cosas de la guerra Francisco de
Carvajal, determinó nombrarlo maese de campo, pues, además, no tenía mucha
confianza en quien hasta entonces lo había sido, Alonso de Toro".
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