sábado, 15 de febrero de 2020

(Día 1032) Por orden de Gonzalo Pizarro, Carvajal mató a Gaspar Rodríguez de Camporredondo. Baltasar de Loaysa y Hernando Ceballos se libraron de milagro. El virrey va a cometer un gravísimo error.


     (622) Y se presentaron los capitanes: "Viniendo todos, y entre ellos Gaspar Rodríguez, cuando entendió Gonzalo Pizarro que estaba cercada la tienda y colocada toda la artillería, se salió de ella fingiendo que iba a otro negocio. Se acercó el maestre de campo Francisco de Carvajal a Gaspar Rodríguez, y, con disimulo, le puso la mano en la guarnición de la espada, se la sacó de la vaina, y le dijo que se confesase con un clérigo porque había de morir allí. Aunque Gaspar Rodríguez lo rehusó cuanto pudo, y se ofreció a dar grandes disculpas, ninguna cosa aprovechó, y le cortaron la cabeza". Resulta escalofriante, porque, sin duda, Gaspar Rodríguez llevaría tiempo sintiéndose acorralado por las sospechas y las siniestras intenciones de muchos de la tropa. En un espacio corto de tiempo habían muerto dos grandes capitanes, Gaspar Rodríguez y, antes, su hermano Peransúrez, víctima de un ataque de piratas, aunque este jamás habría imaginado que a Gaspar lo matara un Pizarro.
     Para sazonar más la tremenda escena, bastará añadir que se encontraban presentes todos los capitanes de la tropa, algunos sin saber lo que iba ocurrir, y otros, con fingida lealtad a Gonzalo Pizarro: "Estas muertes (la de Gaspar y las anteriores) atemorizaron mucho en el campamento, especialmente a los que eran partidarios de los ejecutados y sabían por qué les mataban, y porque fueron las primeras que hizo Gonzalo Pizarro desde que comenzó su tiranía. Pocos días después llegaron Don Baltasar de Castilla y sus compañeros, trayendo presos a Baltasar de Loaysa y a Hernando Ceballos. Cuando supo Gonzalo Pizarro que iban a entrar en el campamento, envió al maestre de campo Carvajal, para que, topándolos, diera garrote a los dos, pero quiso la fortuna que fueran por otro camino, de manera que el maestre no los encontró. Y así, llegados ante la presencia de Gonzalo Pizarro, hubo tantos intercesores en su favor, que les perdonó las vidas. A Loaysa lo despachó a pie, y, a Hernando de Ceballos, lo trajo consigo en su ejército".
     Hubo barbaridades en un bando, y un error garrafal del virrey en el otro. Los datos que da Inca Garcilaso, basándose en más cronistas, hacen, por fin, comprender cómo fueron después los oidores llegando al extremo de detener al virrey (otra insensatez). Primeramente ocurrió que el licenciado Benito Suárez de Carvajal, haciendo de correo Luis García San Mamés, envió una carta cifrada (como ya nos contó Cieza) a su hermano, el Factor de Lima, Illán Suárez de Carvajal, hombre de mucho prestigio y muy apreciado. El virrey, que no se llevaba bien con el factor, sospechó que se trataba de algún mensaje traicionero. Llamó al factor y le obligó a traducir el escrito, que, como nos dijo Cieza, no contenía nada censurable, sino todo lo contrario. Anota Inca Garcilaso: "El contenido se refería a la gente de armas y a las intenciones que tenía Gonzalo Pizarro, indicando quiénes estaban a su lado, y diciéndole a su hermano, el factor, que, como él le había mandado, se iría pronto a servir al virrey, en cuanto pudiera escabullirse".
     Veremos de inmediato  el desenlace, pero llama la atención que Inca Garcilaso no utilice a Cieza como fuente directa, aunque también es verdad que los cronistas que maneja le copian con frecuencia textos que luego los recoge él.



   (Imagen)  JUAN DE PANCORBO nació hacia 1514 en Pancorbo, figurando en la corta lista de los conquistadores burgaleses que anduvieron por tierras peruanas. Llegó a Perú en 1533 con Diego de Almagro el Viejo, cuando ya había sido apresado Atahualpa. Recibió parte del botín, como prometedor pellizco de la riqueza que acumularía posteriormente, gracias a las encomiendas que se le adjudicaron y a la explotación de minas. La inercia de los acontecimientos le llevó a seguir junto a Almagro y a luchar contra los pizarristas, lo cual suponía defender una causa que el Rey no podía aprobar. Fue apresado por los pizarristas, pero luego le dejaron libre, quizá por cierto sello de respetabilidad que siempre le acompañó. Después su fidelidad a la corona fue inquebrantable. Y así, en 1549, el gran Pedro de la Gasca lo recomendó ante el Rey por "su servicio al virrey Blasco Núñez Vela y su lealtad a la Corona durante el levantamiento de Gonzalo Pizarro". También el gran virrey de Perú Francisco de Toledo habló en su favor ante el Rey, diciéndole que "había actuado siempre muy lealmente, y que era hombre muy inclinado al servicio de Su Majestad". Nunca se casó, pero tuvo hijos con dos nativas de la nobleza inca. Y se dio la circunstancia de que uno de ellos, Juan de Cellórigo, formó parte de los cabecillas de una efímera rebelión de mestizos, en la que protestaban por considerarse discriminados. El respetado Juan de Pancorbo ocupó siempre cargos relevantes en el cabildo del Cuzco, y demostró asimismo ser muy generoso donando un importante capital a su pueblo de origen. Por si fuera poco, también dejó dispuesto en su testamento que se hiciera justicia con los indios de sus encomiendas, devolviéndoles lo que, según criterio de algunos expertos, se considerara que les había arrebatado injustamente. Detalle que pocos españoles tuvieron, siendo uno de ellos el gran cronista Pedro Cieza de León. JUAN DE PANCORBO murió el año 1578.




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