(622) Y se presentaron los capitanes: "Viniendo todos, y entre
ellos Gaspar Rodríguez, cuando entendió Gonzalo Pizarro que estaba cercada la
tienda y colocada toda la artillería, se salió de ella fingiendo que iba a otro
negocio. Se acercó el maestre de campo Francisco de Carvajal a Gaspar
Rodríguez, y, con disimulo, le puso la mano en la guarnición de la espada, se
la sacó de la vaina, y le dijo que se confesase con un clérigo porque había de
morir allí. Aunque Gaspar Rodríguez lo rehusó cuanto pudo, y se ofreció a dar
grandes disculpas, ninguna cosa aprovechó, y le cortaron la cabeza". Resulta
escalofriante, porque, sin duda, Gaspar Rodríguez llevaría tiempo sintiéndose
acorralado por las sospechas y las siniestras intenciones de muchos de la
tropa. En un espacio corto de tiempo habían muerto dos grandes capitanes,
Gaspar Rodríguez y, antes, su hermano Peransúrez, víctima de un ataque de
piratas, aunque este jamás habría imaginado que a Gaspar lo matara un Pizarro.
Para sazonar más la tremenda escena, bastará añadir que se encontraban
presentes todos los capitanes de la tropa, algunos sin saber lo que iba
ocurrir, y otros, con fingida lealtad a Gonzalo Pizarro: "Estas muertes (la
de Gaspar y las anteriores) atemorizaron mucho en el campamento,
especialmente a los que eran partidarios de los ejecutados y sabían por qué les
mataban, y porque fueron las primeras que hizo Gonzalo Pizarro desde que
comenzó su tiranía. Pocos días después llegaron Don Baltasar de Castilla y sus
compañeros, trayendo presos a Baltasar de Loaysa y a Hernando Ceballos. Cuando
supo Gonzalo Pizarro que iban a entrar en el campamento, envió al maestre de
campo Carvajal, para que, topándolos, diera garrote a los dos, pero quiso la
fortuna que fueran por otro camino, de manera que el maestre no los encontró. Y
así, llegados ante la presencia de Gonzalo Pizarro, hubo tantos intercesores en
su favor, que les perdonó las vidas. A Loaysa lo despachó a pie, y, a Hernando
de Ceballos, lo trajo consigo en su ejército".
Hubo barbaridades en un bando, y un error garrafal del virrey en el
otro. Los datos que da Inca Garcilaso, basándose en más cronistas, hacen, por
fin, comprender cómo fueron después los oidores llegando al extremo de detener
al virrey (otra insensatez). Primeramente ocurrió que el licenciado Benito Suárez
de Carvajal, haciendo de correo Luis García San Mamés, envió una carta cifrada
(como ya nos contó Cieza) a su hermano, el Factor de Lima, Illán Suárez de
Carvajal, hombre de mucho prestigio y muy apreciado. El virrey, que no se
llevaba bien con el factor, sospechó que se trataba de algún mensaje
traicionero. Llamó al factor y le obligó a traducir el escrito, que, como nos
dijo Cieza, no contenía nada censurable, sino todo lo contrario. Anota Inca
Garcilaso: "El contenido se refería a la gente de armas y a las
intenciones que tenía Gonzalo Pizarro, indicando quiénes estaban a su lado, y
diciéndole a su hermano, el factor, que, como él le había mandado, se iría
pronto a servir al virrey, en cuanto pudiera escabullirse".
Veremos de inmediato el desenlace, pero llama la atención que
Inca Garcilaso no utilice a Cieza como fuente directa, aunque también es verdad
que los cronistas que maneja le copian con frecuencia textos que luego los
recoge él.
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