(612) Solía ocurrir que, entre los soldados, era muy difícil guardar un
secreto, y Gonzalo Pizarro se enteró de que el clérigo Baltasar de Loaysa no
había ido a Lima para espiar, sino para que el virrey acogiese a Gaspar
Rodríguez de Camporredondo y a los otros capitanes que habían preparado el
plan: "Incluso fue informado Gonzalo Pizarro de que intentaban matarlo. Al
saberlo, recibió gran turbación. Sin aguardar más, llamó al maese de campo
Francisco de Carvajal, y le dio cuenta de lo que le habían dicho". Cieza
se extiende mucho al contar lo que el temible Carvajal le contestó. Le expuso a
Gonzalo que él habría preferido mantenerse neutral en el conflicto creado por
la llegada del virrey, pero que, ya que fracasó su intento de marchar a España,
seguiría sirviéndole como maestre de campo, aunque, si empezaba la guerra,
sería muy cruel, porque, saliendo derrotados, serían castigados, y, venciendo
al virrey, "habría de venir pronto otro de España". Añadió que, dado
que Gonzalo había tomado tan a pecho su objetivo, mostrase ánimo valiente, pues
le tenía a él como servidor y a otros esforzados capitanes, y que, después de
todo, y como le dijo Lentulio a Pompeyo, la muerte era el fin de los males.
También le dio otro consejo: "En lo tocante a Gaspar Rodríguez, le
dijo que no era tiempo de mostrarse cruel, sino que bastaba con que lo vigilara
para protegerse e impedir que se escapase, y que había que esperar a que
volviese Pedro de Puelles para saber lo que ocurría en Lima y lo que se contaba del virrey. Oído por Pizarro lo que
Carvajal le había dicho, mandó a sus amigos que vigilaran a Garpar Rodríguez
para que no pudiese huir".
Después Cieza, que quiere contarlo todo, yendo y viniendo por el tejido
de la historia, le dice a los lectores que hagan un esfuerzo para entender el
proceso de los hechos, y hasta les hace un pequeño reproche: "Ya que
suelen prestar su atención para oír novelas fingidas, y otras que no pequeño
daño traen a las verdaderas con sus asuntos profanos y sus deshonestidades,
pongan atención a esta que leen, pues en ella, si buscan guerras y
acontecimientos, que siempre suelen placer, no hallarán pocos". Tomamos
nota, maestro.
Gonzalo Pizarro tenía momentos de decaimiento, estando, incluso, tentado
con la idea de ir en son de paz adonde el virrey, ya que le obsesionaba pensar
que todo aquel sueño fuera un disparate que los aplastaría. Por lo cual, Cieza
considera que, si Gaspar quería quitarle la vida, esa era la gran ocasión:
"No obstante, Gonzalo Pizarro estaba sobre aviso, y también vigilaba Pedro
de Hinojosa, capitán de su guardia. Hablando Gaspar Rodríguez sobre aquel
asunto con Alonso de Mendoza, este le aconsejaba que lo efectuase, y que él
sería el primero que haría camino con su espada por el cuerpo de Pizarro, para
que pagase la traición que en su pecho llevaba forjada. Dicen que Gaspar
Rodríguez y Alonso de Mendoza fueron a la tienda de Gonzalo Pizarro, y que,
estando en su lecho, descubrió la ropa, mostrando que estaba armado, dando a
entender que no ignoraba el pensamiento de Gaspar Rodríguez. De manera que, si
Pedro de Puelles no hubiese avisado de lo que tramaban, Pizarro estaría muerto
o preso".
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