(627) El siguiente paso que dieron los oidores fue bastante sensato,
aunque cuesta creer que el Rey aceptara lo que acababan de hacer: "Luego
se decidió que el virrey se embarcase, y fuese a España, porque, si Gonzalo
Pizarro le hallase preso, lo mataría, y también temían que algunos de los
parientes del factor Illán Suárez de Carvajal le habían de matar en venganza de
su muerte, pues, de cualquier forma, se les echaría a ellos la culpa del daño.
Andaban tan confusos, que no se entendían, y mostraban pesarles lo que habían
hecho. Nombraron Capitán General al licenciado Cepeda, y llevaron al virrey al
mar, con determinación de ponerle en un navío. Pero no lo pudieron hacer con
facilidad".
Tuvieron problemas porque el cuñado del virrey, Diego Álvarez Cueto,
estaba al mando de la flota allí anclada, y, en cuanto vio llegar aquel tumulto
de gente con el virrey preso, dio orden de que se cogieran todos las bateles de
las naves. Los oidores enviaron en balsas a fray Gaspar de Carvajal, acompañado
de otros, para decirle a Álvarez Cueto que, si entregaba la armada y a los
hijos de Francisco Pizarro, ellos le entregarían al virrey en un navío, y que,
si no la hacía, correría peligro: "Tras oírle al religioso, Diego Álvarez
Cueto (en presencia del licenciado Vaca de Castro, que allí estaba preso),
viendo el peligro en que quedaba el virrey, echó en tierra en las mismas balsas
a los hijos del Marqués, a Don Antonio de Ribera y a su mujer. Pero, por
entonces, los oidores no cumplieron lo que habían prometido, amenazando,
incluso, que, si no entregaba la armada, le cortarían la cabeza al
virrey".
Hubo varios intentos de arreglo por parte del capitán Vela Núñez,
hermano del virrey, pero fueron inútiles. Además, no solo se oponía a entregar
la armada Álvarez Cueto, sino que estaba completamnente en contra el vasco
Jerónimo de Zurbano, que se ocupaba del mando de todos los soldados, y, además,
de los marineros, que también eran vascos: "Los capitanes de los navíos,
sabiendo que tenían provisiones suficientes para permanencer en la mar largo
tiempo, determinaron salir del puerto de la Ciudad de los Reyes, y andar por
aquella costa hasta que viniese algún despacho de Su Majestad ordenando lo que
habían de hacer. Considerando que no tenían suficientes marineros para gobernar
los diez navíos que estaban en su poder, y que era necesario no dejar allí ninguno, para evitar que les
siguiesen, pusieron fuego a los cuatro navíos más pequeños (y a dos barcos de
pescadores que estaban varados en la costa), y, con los seis restantes, se
hicieron a la vela, llevando consigo al licenciado Vaca de Castro. Llegaron a
Guaura, y determinaron esperar allí hasta ver en qué terminaba la prisión del
virrey. Entendiendo esto los oidores, determinaron enviar gente por mar y por
tierra para hacerse con los navíos de cualquier manera posible. Encargaron
reparar los dos barcos de pescadores, que no se habían quemado del todo, a
Diego García de Alfaro, que era muy práctico en las cosas de la mar.
Habiéndolos dispuesto, se metió en ellos con hasta treinta arcabuceros, y se
fue por la costa abajo. Por tierra enviaron a Don Juan de Mendoza y a Ventura
Beltrán con otra cierta gente".
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