(333) Almagro no se pudo librar de otro sensato,
aunque inútil, reproche militar de Rodrigo Orgóñez: “Tomando aparte al
Adelantado Almagro, le dijo: ‘Si los capitanes que pretenden negocios arduos y
de importancia, mirasen con temor si los
fines fueran prósperos o adversos, no se habrían hecho cosas que causan
admiración, y aquellos capitanes que encogen sus ánimos, nunca harán nada.
Muchas veces habéis reprobado mi opinión, con la que tan claramente os he dicho
lo que os conviene hacer para conseguir el deseo que tenéis de veros en la
gobernación que el Rey os tiene señalada, e ahora estáis muy contento por los
juramentos e pleito homenaje que se han tomado, e aun parece que estáis muy
seguro de que los Pizarro hayan de cumplir enteramente lo que prometieron, sin
acordaros de que están entre ellos Gonzalo Pizarro, a quien vos prendisteis en
el Cuzco, e Alonso de Alvarado, al que desbaratasteis en Abancay, no habiendo
en el mundo cosa que más deseen que verse vengados. Mi consejo es que mandéis
ya cortarle la cabeza a Hernando Pizarro, y que os retiréis con vuestra gente a
la ciudad del Cuzco, adonde, no tardando muchos días, os seguirá Pizarro con
sus hombres. Irán tan cansados por los nevados caminos de la sierra, que, sin
mucha dificultad, los podréis prender, y tener en vuestro poder al Gobernador.
E creed que ha de ser lo que siempre ha sido: que nunca el vencido dejó de ser
tenido por culpable, y el vencedor en su causa justificado (puro Maquiavelo)’. El Adelantado Almagro
le respondió que no había que temer que el Gobernador y sus capitanes
quebrantasen lo que estaba jurado, y que convenía seguir con las gestiones
iniciadas para que no se dijese que él había quebrado el pacto que se había
hecho. Y dijo también que, antes de ver la sentencia, no quería retirarse de la
ciudad del Cuzco ni matar a Hernando Pizarro, pues se diría que la pasión
particular le había hecho vengarse de él”. Es seguro que Hernando Pizarro
viviría con la pesadilla constante (desde hacía cinco meses) de que lo mataran
en cualquier momento.
Lo que no tuvo duda fue la absoluta e
inquebrantable fidelidad de Rodrigo Orgóñez a Almagro, con quien llegó a Perú y
fue a Cajamarca después de ser apresado Atahualpa. Pronto morirán los dos como
consecuencia de su derrota en las Salinas. Orgóñez se había labrado un
impresionante historial militar tanto en las guerras europeas como en la zona
de Panamá. Quizá le mermara brillo público el hecho de que sus padres fueran
judíos convertidos. Entre otros inconvenientes, eso le impidió obtener el
hábito de Santiago. Él aseguraba que su verdadero padre era un noble apellidado
Orgoños, y de nada le sirvió pedirle que lo reconociera en una carta que le
envió desde el Cuzo en 1535. Le decía textualmente: "Lo que a vuestra merced
suplico es que se entienda que yo soy legítimo suyo por cualquier medio, y por
esta vía se podrá haber hábito de Santiago".
No hubo tal legitimación, pero ni falta
que le hizo. Rodrigo Orgóñez sufrió las grandes penalidades y el fracaso de la
campaña de Chile. Cuando volvieron, destrozados y con las manos vacías, Almagro
vio la salvación en arrebatarle a Pizarro la ciudad del Cuzco, con o sin razón,
y lo consiguió gracias, especialmente, a la habilidad de Rodrigo Orgóñez, su
magnífico Capitán General, al que siempre apreció, aunque, para desgracia de
ambos, no le hiciera caso en todo. Los dos murieron en la batalla de las Salinas.
(Imagen) El gran RODRIGO ORGÓÑEZ tuvo
siempre un obsesivo empeño por triunfar militarmente y por librarse de su
condición de plebeyo de orígenes judíos, al que su pretendido padre, un noble
de Oropesa llamado Juan Orgoños, no le había reconocido la legitimidad. Le
escribió una carta cuando iba a partir con Almagro hacia Chile, en la que
mencionaba datos muy interesantes. Presumía, con razón, de ser ya el Capitán
General de la tropa, y le suplicaba desesperadamente a Juan Orgoños que lo reconociera como su
hijo. Para atreverse a semejante
petición, tuvo que tener al menos como cosa cierta el hecho de que su madre
hubiese sido su amante. Le decía a Orgoños: “El Gobernador Don Diego de Almagro
me ha puesto a cargo de su flota naval y parto para Chile como su Capitán
General. Incluso rechazó más de doscientos ducados de Hernando de Soto por el
mismo puesto. Y, para beneficiarme más aún, ha solicitado a Su Majestad que me
conceda una gobernación. Deseo que Su Majestad me conceda quinientas leguas de
costa (unos 2.800 kilómetros), para que yo gobierne y sea Capitán
General, y me otorgue el título de Gobernador, y también el de Marqués, y me
conceda el hábito de la Orden de Santiago. Señor, lo que requiero de vos es que
se entienda, por cualquier medio, que yo soy legítimo suyo, para tener el
Hábito de Santiago. Por el amor de Dios, atienda mi petición, porque, en lo
relativo a la legalización, lo puede hacer a través de un abogado. Su obediente
hijo, Rodrigo Orgóñez”. En la imagen vemos que el Rey ordena buscar, para un
pleito con Beatriz de Dueñas (madre de Rodrigo), algunas escrituras y cartas
que se cruzaron entre Rodrigo Orgóñez y Juan Orgoños.
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