(335) En ese momento en que Pizarro
escogió a doce hombres, como se había convenido, y salió para encontrarse con
Almagro en Mala, resulta oportuno volver a la crónica de Pedro Pizarro porque
añade matices a lo que ocurrió entonces, aunque, como siempre, procura que la
imagen de los Pizarro no quede dañada:
“Cuando el Marqués Pizarro partió, dejó en el campamento a su hermano Gonzalo
Pizarro como capitán de sus hombres (eran casi setecientos), quien luego fue con ellos tras él hasta el río de Mala, y
se emboscó en unas arboledas, poniendo ocultos en unos cañaverales cincuenta
arcabuceros. Se dice que también Almagro trajo toda su tropa y la emboscó tras
un cerro. Llegó Pizarro a Mala, y luego Almagro, quien fue al río y dio de beber a su caballo.
Al verlo, los arcabuceros que estaban emboscados quisieron tirarle y matarle,
pero Gonzalo Pizarro mandó que no hiciesen tal”.
Luego se produjo el encuentro de Pizarro y
Almagro: “Se vieron y se hablaron, aunque no con el amor con que acostumbraban
a recibirse, porque entonces estaban
emponzoñados, pues, cuando se vieron en el Cuzco e hicieron las paces,
derramaron sus lágrimas, y así lo hacían siempre cuando se veían tras largas
ausencias. Y digo con verdad que todo este mal procedió de los malos consejos
que Almagro recibía de los que trajo a este reino Don Pedro de Alvarado (habían
sido el grueso de la tropa de Almagro en Chile), que ellos fueron los que
empezaron a encender el fuego que ha habido en este reino de Perú, porque todos
los que vinieron de Nicaragua y de otras partes eran gentes pacíficas y
quietas”. No parece justo echarles todas las culpas del conflicto, ya que la
rivalidad entre Pizarro y Almagro tenía raíces más profundas, como, por ejemplo,
la mala influencia de Hernando Pizarro.
Luego Pedro Pizarro comenta que se siguió
hablando de matar a Almagro, y atribuye a Pizarro que se impidiera: “Aquí
habría podido el Marqués Pizarro, si quisiera, prender o matar a Almagro sin
ninguna dificultad, porque tenía a su gente muy cerca y era más que la de
Almagro. Y no faltaban quienes acuciaban a Gonzalo Pizarro, trayéndole a la
memoria cómo había quebrantado las treguas y pidiéndole que él hiciese lo
mismo, ya que tenía tan buena coyuntura. Siendo avisado el Marqués Pizarro de
estas voluntades, mandó aviso a su hermano para que no hiciese tal, porque no
le tendría como hermano si quebrantaba la palabra que él (Pizarro) había
dado a los terceros de Almagro. Esto lo hizo porque el Marqués Don Francisco
Pizarro era hombre que guardaba mucho su palabra”. Esta última frase del
cronista habla poco de su objetividad. Quizá habitualmente fuera Pizarro un
hombre cumplidor, pero, en medio del dramatismo de estos encontronazos con
Almagro, ya le hemos visto varias veces trampeando. Pedro Pizarro, en el
párrafo siguiente, nos hace ver que Pizarro estaba ya al borde del descontrol
por el largo presidio de su hermano: “Habiendo habido entre los dos quejas y
disculpas (nos lo va a contar enseguida Cieza), Almagro se volvió a
Chincha, y el Marqués se aposentó con su gente en este valle de Mala,
diciéndole antes a Almagro que, si no soltaba a su hermano Hernando Pizarro, le
seguiría hasta quitarle la vida”.
(Imagen) GONZALO PIZARRO va cogiendo
protagonismo, ahora ya como Capitán General. Pronto lo nombrará Francisco
Pizarro Gobernador de Quito. Partirá para el Amazonas, y, cuando vuelva
fracasado de aquella horrenda aventura, sabrá que a Pizarro lo han asesinado. Decidió
después retirarse a la zona de Charcas para ocuparse de su encomienda de indios
y de la explotación de minas. Entonces ocurrió algo que lo arrastró en un
trágico torbellino. La imagen es parte de una carta que él le escribió hacia
1545 al gran Pedro de Valdivia, quien andaba por el difícil territorio chileno alcanzando
grandes éxitos. Le explica cómo empezó de nuevo
a complicársele la vida, y le dice: “Su Majestad envió a esta tierra un
virrey, contra lo que tenía estipulado con el Marqués, mi hermano, que en
gloria esté, y trajo capitulaciones para la gobernación de todas las Indias. A
todos los que en esta tierra le habíamos servido, nos quitaba lo que por
nuestro trabajo nos había dado (Carlos V)”. Cuenta que, además, Blasco
Núñez Vela, el Virrey, tenía alborotada a la gente, y, al no ser bien visto,
empezó a ejecutar las nuevas normas con enorme rigor, por lo que los
descontentos le pidieron a él que asumiera la autoridad. Gonzalo aceptó la
propuesta y encabezó una nueva rebelión. Lo que no pudo imaginar fue que Pedro
de Valdivia, cuando los sublevados mataron en la batalla al virrey Núñez Vela,
volvería de Chile con el único objetivo de unirse al habilísimo Pedro de la
Gasca, nuevo representante del Rey, para luchar contra Gonzalo Pizarro, y
derrotarle en la batalla que le costó la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario