jueves, 7 de febrero de 2019

(Día 748) Pizarro y Almagro, ya cara a cara, insisten en sus derechos, aunque Almagro con menos fuerza. Almagro, por algunos indicios, ve que le han preparado una trampa y huye al galope.


    (338) Subieron a un lugar tranquilo los dos gobernadores con los oficiales reales de ambas gobernaciones. Estaba Bobadilla presente y tuvo un ramalazo de humor negro: “Al verlos, les mandó dejar las armas, y él mismo les quitó las espadas, e les dijo: ‘Daos ahora de puñadas si quisiereis’. Pizarro se mostraba más airado que Almagro, y le dijo: ‘¿Cuál fue la causa de que tomaseis la ciudad del Cuzco, que yo descubrí y  gané con tanto trabajo, e me llevasteis mi india e los yanaconas (sirvientes indios), e, no contento con hacer tan grande desaguisado, prendisteis a mis hermanos?”. O sea que, la primera en la frente: pésima actitud que ya dejaba claro que la decisión de Bobadilla no iba a traer la paz. Porque Almagro le replicó igualmente cargado de ‘sus’ razones: afirmaba que él tenía derecho al Cuzco, como lo demostraban las provisiones del rey, y había sido aceptado como gobernador de la ciudad (no tuvo otro remedio el cabildo), con la sola oposición de Hernando y Gonzalo Pizarro, a quienes se vio obligado a detener, como ocurrió con Alonso de Alvarado, al que derrotó militarmente. Pero terminó su perorata con una frase que, aunque insistía en sus pretendidos derechos, Pizarro interpretó como un síntoma de debilidad esperanzadora en la disputa: “El Cuzco está en mi gobernación, e no lo dejaré si no fuere por mandamiento de Su Majestad; en lo que decís de que suelte a vuestro hermano, aquí hay letrados para que determinen lo que puedo hacer, y yo haré lo que sea justo, para que él se presente en proceso ante Su Majestad’. El Gobernador Pizarro, como deseaba ver consigo a su hermano, respondió que estaba contento”.
     Pero, súbitamente, la reunión se fue al traste. Aunque Gonzalo Pizarro estaba ya preparado para  irrumpir con sus soldados y apresar a Almagro, hubo varios hombres, incluso el capitán de Pizarro  Francisco de Godoy, que buscaron la manera de advertirle del peligro que corría: “Dicen que Juan de Guzmán mandó traer a toda prisa un caballo adonde estaba el Adelantado Almagro, y que le avisó para que partiese. Bien creo yo que fue así, porque el mismo Juan de Guzmán me lo contó, pero la causa que movió al Adelantado a salir de allí a toda prisa fue que, poco antes oyó a Francisco de Godoy cantar el romance que dice ‘tiempo es, el caballero, tiempo es de partir de aquí’, e como Juan de Guzmán había traído el caballo, salió de donde estaban, diciendo que iba a hacer aquello que no se puede excusar (fina forma de mencionarlo), e cuando vio el caballo, poniéndole las piernas, se fue alejando muy alegre de aquel lugar, e lo mismo hicieron después los que con él habían venido”.
     Indica Cieza que Rodrigo Orgóñez, sospechando de la posible traición, había dejado en Chincha algunos hombres (entre ellos los que vigilaban a Hernando Pizarro) y se acercó con el resto a Mala. Al enterarse Pizarro de la huida de Almagro, lamentó el fracaso de las negociaciones, y les mandó a Francisco Godoy y al capitán Alonso Martín de Don Benito “que fuesen tras él y que le dijesen de su parte que le rogaba que volviese, pues no sabía por qué se había ido de aquella manera”.

    (Imagen) ALONSO MARTÍN DE DON BENITO había nacido en la localidad de Don Benito (Badajoz). Era un ‘baquiano’ (veterano) de las Indias. El documento de la imagen habla de sus méritos, en una petición que le hizo al Rey. Lo escribe en su nombre un procurador llamado Jerónimo de Solís, y el texto aporta datos interesantes. Presenta parte de sus méritos, entre los que cuenta haber asistido con Vasco Núñez de Balboa al descubrimiento del Pacífico (allí estaba también Francisco Pizarro; qué vidas), y que luego llevó la anclas (arduo transporte) que necesitaron los primeros barcos que surcaron las aguas del enorme océano. Estuvo asimismo entre los hombres que iniciaron con Pizarro la conquista de Perú. Y añade: “E hizo mucho en ella, donde por su mano mató a un cacique principal, echándole por los pechos un arpón, lo cual fue causa de que se venciese e desbaratase todo su ejército. Por ello suplica a Vuestra Majestad que, en remuneración de sus servicios y para que de él quede memoria de tan bien haber servido, y otros trabajen por hacer lo mismo, le haga merced de le dar un privilegio de armas (un escudo)”. Quería que en el escudo figurase la escena de “un cacique atravesado por los pechos y unas anclas, porque es conforme a sus servicios”. Luego muestra el cariño a su hijo (un mestizo) rogando su legitimación, y cita el nombre de su madre india: Inés de Comogre. Termina pidiendo otra merced: “que se le nombre Capitán en aquellas provincias de las Indias”. No solo buscaban la riqueza. Aunque no se sepa cuáles eran sus prioridades, lo cierto es que también querían la gloria, evangelizar y servir al Rey.



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