(338) Subieron a un lugar tranquilo los dos
gobernadores con los oficiales reales de ambas gobernaciones. Estaba Bobadilla
presente y tuvo un ramalazo de humor negro: “Al verlos, les mandó dejar las
armas, y él mismo les quitó las espadas, e les dijo: ‘Daos ahora de puñadas si
quisiereis’. Pizarro se mostraba más airado que Almagro, y le dijo: ‘¿Cuál fue
la causa de que tomaseis la ciudad del Cuzco, que yo descubrí y gané con tanto trabajo, e me llevasteis mi
india e los yanaconas (sirvientes indios), e, no contento con hacer tan
grande desaguisado, prendisteis a mis hermanos?”. O sea que, la primera en la
frente: pésima actitud que ya dejaba claro que la decisión de Bobadilla no iba
a traer la paz. Porque Almagro le replicó igualmente cargado de ‘sus’ razones: afirmaba
que él tenía derecho al Cuzco, como lo demostraban las provisiones del rey, y
había sido aceptado como gobernador de la ciudad (no tuvo otro remedio el
cabildo), con la sola oposición de Hernando y Gonzalo Pizarro, a quienes se vio
obligado a detener, como ocurrió con Alonso de Alvarado, al que derrotó
militarmente. Pero terminó su perorata con una frase que, aunque insistía en
sus pretendidos derechos, Pizarro interpretó como un síntoma de debilidad
esperanzadora en la disputa: “El Cuzco está en mi gobernación, e no lo dejaré
si no fuere por mandamiento de Su Majestad; en lo que decís de que suelte a
vuestro hermano, aquí hay letrados para que determinen lo que puedo hacer, y yo
haré lo que sea justo, para que él se presente en proceso ante Su Majestad’. El
Gobernador Pizarro, como deseaba ver consigo a su hermano, respondió que estaba
contento”.
Pero, súbitamente, la reunión se fue al
traste. Aunque Gonzalo Pizarro estaba ya preparado para irrumpir con sus soldados y apresar a Almagro,
hubo varios hombres, incluso el capitán de Pizarro Francisco de Godoy, que buscaron la manera de
advertirle del peligro que corría: “Dicen que Juan de Guzmán mandó traer a toda
prisa un caballo adonde estaba el Adelantado Almagro, y que le avisó para que
partiese. Bien creo yo que fue así, porque el mismo Juan de Guzmán me lo contó,
pero la causa que movió al Adelantado a salir de allí a toda prisa fue que,
poco antes oyó a Francisco de Godoy cantar el romance que dice ‘tiempo es, el
caballero, tiempo es de partir de aquí’, e como Juan de Guzmán había traído el
caballo, salió de donde estaban, diciendo que iba a hacer aquello que no se
puede excusar (fina forma de mencionarlo), e cuando vio el caballo,
poniéndole las piernas, se fue alejando muy alegre de aquel lugar, e lo mismo
hicieron después los que con él habían venido”.
Indica Cieza que Rodrigo Orgóñez,
sospechando de la posible traición, había dejado en Chincha algunos hombres
(entre ellos los que vigilaban a Hernando Pizarro) y se acercó con el resto a
Mala. Al enterarse Pizarro de la huida de Almagro, lamentó el fracaso de las
negociaciones, y les mandó a Francisco Godoy y al capitán Alonso Martín de Don
Benito “que fuesen tras él y que le dijesen de su parte que le rogaba que
volviese, pues no sabía por qué se había ido de aquella manera”.
(Imagen) ALONSO MARTÍN DE DON BENITO había
nacido en la localidad de Don Benito (Badajoz). Era un ‘baquiano’ (veterano) de
las Indias. El documento de la imagen habla de sus méritos, en una petición que
le hizo al Rey. Lo escribe en su nombre un procurador llamado Jerónimo de
Solís, y el texto aporta datos interesantes. Presenta parte de sus méritos,
entre los que cuenta haber asistido con Vasco Núñez de Balboa al descubrimiento
del Pacífico (allí estaba también Francisco Pizarro; qué vidas), y que luego
llevó la anclas (arduo transporte) que necesitaron los primeros barcos que
surcaron las aguas del enorme océano. Estuvo asimismo entre los hombres que
iniciaron con Pizarro la conquista de Perú. Y añade: “E hizo mucho en ella,
donde por su mano mató a un cacique principal, echándole por los pechos un arpón,
lo cual fue causa de que se venciese e desbaratase todo su ejército. Por ello
suplica a Vuestra Majestad que, en remuneración de sus servicios y para que de
él quede memoria de tan bien haber servido, y otros trabajen por hacer lo
mismo, le haga merced de le dar un privilegio de armas (un escudo)”.
Quería que en el escudo figurase la escena de “un cacique atravesado por los
pechos y unas anclas, porque es conforme a sus servicios”. Luego muestra el
cariño a su hijo (un mestizo) rogando su legitimación, y cita el nombre de su
madre india: Inés de Comogre. Termina pidiendo otra merced: “que se le nombre
Capitán en aquellas provincias de las Indias”. No solo buscaban la riqueza.
Aunque no se sepa cuáles eran sus prioridades, lo cierto es que también querían
la gloria, evangelizar y servir al Rey.
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