sábado, 16 de febrero de 2019

(Día 756) Los consejeros de Almagro deciden que se deje libre a Hernando Pizarro, con ciertas condiciones. Pero llega Ansúrez de España con nuevas órdenes del Rey, y Pizarro cree que no le conviene aceptar el nuevo convenio con Almagro.



     (346) Tan importante detalle era resultado de parte de las negociaciones que había realizado Bobadilla en Mala estando presentes Almagro y Pizarro. Así lo cuenta Cieza: “Para decir cómo fue, tengo necesidad de hacer mención de ciertos documentos que se formalizaron en Mala cuando se vieron los dos Gobernadores delante del Provincial Bobadilla (recordemos que Almagro salió de allí escopetado al saber que Gonzalo Pizarro quería apresarlo), lo cual no lo conté antes, cuando sucedió, por convenir hacerlo ahora”. Y, acto seguido, pasa a transcribir la documentación que nos había ‘escamoteado’; tiene fecha del catorce de noviembre de mil quinientos treinta y siete. Copiaré lo esencial: “Habiendo platicado los señores Gobernadores en lo que convenía para la paz de estos reinos, y porque una de las cosas principales que tocaban a la dicha pacificación era soltar de la prisión a Hernando Pizarro, D. Diego de Almagro dijo que tenía por bien dejar este negocio en manos de los licenciados Antonio de la Gama e Francisco de Prado para que diesen firmado lo que les parecía que se debiese hacer conforme a justicia, y que él lo haría y cumpliría”.
     De manera que se pusieron en marcha los trámites para liberar a Hernando Pizarro, mostrando Almagro, una vez más, un increíble exceso de confianza, por sus deseos de evitar la guerra. Los licenciados Antonio de la Gama y Francisco de Prado, efectuando la comisión recibida de Almagro, decidieron que había que dejar en libertad a Hernando Pizarro, quedando sujeto a ciertas condiciones. Le obligaban a presentarse ante Carlos V dentro de un plazo de seis meses para que fuera procesado. Tenía que dejar previamente una fianza y hacer pleito homenaje garantizando que no se enfrentaría a Almagro durante ese tiempo de espera. Todo se iba preparando sin tropiezos. Incluso los fiadores de Hernando Pizarro dejaron su depósito. Solo faltaba que Pizarro jurara también la capitulación de los licenciados. Pero en ese momento volvió de España Peransúrez, el representante de Pizarro, con nuevas órdenes del rey sobre lo que se debía hacer hasta que se concretaran definitivamente los límites de las gobernaciones, y el ilustre trujillaño dejó el tema en el aire, incluso con peligro de su hermano: “Veía que le convenía no someterse a la capitulación, porque, aunque se soltase a su hermano, sus capitanes y quienes le aconsejaban, siendo caballeros e tan generosos, no querrían quebrar su palabra ni quedar como traidores (por engañar a Almagro al no cumplir lo que iban a prometer), y con gran prisa envió por la provisión para presentarla a sus capitanes, teniendo oculto, según se dijo, algunos días a Peransúrez, por donde se ve más claro el engaño y la cautela que tenían con el Adelantado Almagro”.
     No es extraño que Pizarro temiera el texto de la provisión del rey, puesto que le había enviado a Peransúrez para pedirle, entre otras cosas, que, mientras se resolviera el asunto de los límites, ordenase que cada gobernador conservara lo que entonces poseía, pero había pasado un año y la situación en ‘el tablero de ajedrez’ era ya muy distinta porque Almagro le había arrebatado el Cuzco: “Llegado a España, Peransúrez hizo sus peticiones a la Emperatriz y a los del Consejo Real (por no estar Carlos V en España), siendo el principal intento del Gobernador Pizarro sacar una provisión para que se estuviesen él y Almagro donde les tomase el documento, hasta que fuesen señalados los límites de las gobernaciones. Esto lo deseaba D. Francisco Pizarro porque creyó que Peransúrez viniera antes de que volviera Almagro de Chile”.

     (Imagen)  PEDRO DE ANSÚREZ (luego fundador de Sucre en Bolivia) tuvo que ser muy valorado por Pizarro para confiarle la misión de ir a España y conseguir ventajas del Rey sobre la superficie de su gobernación. Fue, trabajó y volvió. Pero la documentación que trajo no fue suficientemente clara como para evitar las guerras civiles. Ya dije en otra ocasión que su vida terminó trágicamente, el año 1543, al ser asesinado por los piratas franceses durante un nuevo viaje a España. Parte de la riqueza que llevaba, suya y de otros, pudo salvarse, y reclamaron lo que les correspondía sus herederos, a quienes, a su vez, el ubicuo fiscal del Consejo de Indias, Juan de Villalobos, les exigió que devolvieran a la Corona un préstamo que se le había hecho al difunto, como aparece en el documento de la imagen, fechado en 1550. Ansúrez tenía también el ilustre apellido ‘Enríquez’, que, como se ve en el texto, lo lucían varios miembros de la familia. El Rey, por petición del fiscal Villalobos, se dirige así a los herederos (y ahora demandados): “Don Carlos Emperador, a vos, Carlos Enríquez, e a Juan Rodríguez de Cisneros, e a Cristóbal de Robles (heredero que quedasteis de doña Catalina Enríquez, vuestra mujer), y a vos doña Isabel Enríquez, mujer de Gonzalo Puertocarrero, e a Mari Núñez de Villarroel, todos herederos del capitán Peranzúrez de Camporredondo…”. Después sigue la reclamación, pero no se menciona a su mujer, Ana de Mercado, ni a su hijo, Diego Ansúrez, el único que tuvo en Perú, quizá porque al fisco le resultara más fácil actuar contra los herederos españoles, varios de los cuales vivían en Sahagún, de donde era oriundo el difunto.




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