(346) Tan
importante detalle era resultado de parte de las negociaciones que había
realizado Bobadilla en Mala estando presentes Almagro y Pizarro. Así lo cuenta
Cieza: “Para decir cómo fue, tengo necesidad de hacer mención de ciertos
documentos que se formalizaron en Mala cuando se vieron los dos Gobernadores
delante del Provincial Bobadilla (recordemos
que Almagro salió de allí escopetado al saber que Gonzalo Pizarro quería
apresarlo), lo cual no lo conté antes, cuando sucedió, por convenir hacerlo
ahora”. Y, acto seguido, pasa a transcribir la documentación que nos había
‘escamoteado’; tiene fecha del catorce de noviembre de mil quinientos treinta y
siete. Copiaré lo esencial: “Habiendo platicado los señores Gobernadores en lo
que convenía para la paz de estos reinos, y porque una de las cosas principales
que tocaban a la dicha pacificación era soltar de la prisión a Hernando
Pizarro, D. Diego de Almagro dijo que tenía por bien dejar este negocio en
manos de los licenciados Antonio de la Gama e Francisco de Prado para que
diesen firmado lo que les parecía que se debiese hacer conforme a justicia, y
que él lo haría y cumpliría”.
De manera
que se pusieron en marcha los trámites para liberar a Hernando Pizarro,
mostrando Almagro, una vez más, un increíble exceso de confianza, por sus
deseos de evitar la guerra. Los licenciados Antonio de la Gama y Francisco de
Prado, efectuando la comisión recibida de Almagro, decidieron que había que
dejar en libertad a Hernando Pizarro, quedando sujeto a ciertas condiciones. Le
obligaban a presentarse ante Carlos V dentro de un plazo de seis meses para que
fuera procesado. Tenía que dejar previamente una fianza y hacer pleito homenaje
garantizando que no se enfrentaría a Almagro durante ese tiempo de espera. Todo
se iba preparando sin tropiezos. Incluso los fiadores de Hernando Pizarro
dejaron su depósito. Solo faltaba que Pizarro jurara también la capitulación de
los licenciados. Pero en ese momento volvió de España Peransúrez, el
representante de Pizarro, con nuevas órdenes del rey sobre lo que se debía
hacer hasta que se concretaran definitivamente los límites de las
gobernaciones, y el ilustre trujillaño dejó el tema en el aire, incluso con
peligro de su hermano: “Veía que le convenía no someterse a la capitulación,
porque, aunque se soltase a su hermano, sus capitanes y quienes le aconsejaban,
siendo caballeros e tan generosos, no querrían quebrar su palabra ni quedar
como traidores (por engañar a Almagro al
no cumplir lo que iban a prometer), y con gran prisa envió por la provisión
para presentarla a sus capitanes, teniendo oculto, según se dijo, algunos días
a Peransúrez, por donde se ve más claro el engaño y la cautela que tenían con
el Adelantado Almagro”.
No es
extraño que Pizarro temiera el texto de la provisión del rey, puesto que le
había enviado a Peransúrez para pedirle, entre otras cosas, que, mientras se
resolviera el asunto de los límites, ordenase que cada gobernador conservara lo
que entonces poseía, pero había pasado un año y la situación en ‘el tablero de
ajedrez’ era ya muy distinta porque Almagro le había arrebatado el Cuzco:
“Llegado a España, Peransúrez hizo sus peticiones a la Emperatriz y a los del
Consejo Real (por no estar Carlos V en
España), siendo el principal intento del Gobernador Pizarro sacar una
provisión para que se estuviesen él y Almagro donde les tomase el documento,
hasta que fuesen señalados los límites de las gobernaciones. Esto lo deseaba D.
Francisco Pizarro porque creyó que Peransúrez viniera antes de que volviera
Almagro de Chile”.
(Imagen) PEDRO DE ANSÚREZ (luego fundador de Sucre en
Bolivia) tuvo que ser muy valorado por Pizarro para confiarle la misión de ir a
España y conseguir ventajas del Rey sobre la superficie de su gobernación. Fue,
trabajó y volvió. Pero la documentación que trajo no fue suficientemente clara
como para evitar las guerras civiles. Ya dije en otra ocasión que su vida
terminó trágicamente, el año 1543, al ser asesinado por los piratas franceses
durante un nuevo viaje a España. Parte de la riqueza que llevaba, suya y de
otros, pudo salvarse, y reclamaron lo que les correspondía sus herederos, a
quienes, a su vez, el ubicuo fiscal del Consejo de Indias, Juan de Villalobos,
les exigió que devolvieran a la Corona un préstamo que se le había hecho al
difunto, como aparece en el documento de la imagen, fechado en 1550. Ansúrez
tenía también el ilustre apellido ‘Enríquez’, que, como se ve en el texto, lo
lucían varios miembros de la familia. El Rey, por petición del fiscal
Villalobos, se dirige así a los herederos (y ahora demandados): “Don Carlos
Emperador, a vos, Carlos Enríquez, e a Juan Rodríguez de Cisneros, e a
Cristóbal de Robles (heredero que quedasteis de doña Catalina Enríquez, vuestra
mujer), y a vos doña Isabel Enríquez, mujer de Gonzalo Puertocarrero, e a Mari
Núñez de Villarroel, todos herederos del capitán Peranzúrez de Camporredondo…”.
Después sigue la reclamación, pero no se menciona a su mujer, Ana de Mercado,
ni a su hijo, Diego Ansúrez, el único que tuvo en Perú, quizá porque al fisco
le resultara más fácil actuar contra los herederos españoles, varios de los
cuales vivían en Sahagún, de donde era oriundo el difunto.
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