(351) Pero Cieza nos dice que se volvió de inmediato a
insistir en absurdos intentos de solución. El problema era gravísimo, y tan
grande como la ceguera de sus pretensiones (especialmente por parte de Almagro):
“Pues pasadas todas estas cosas, tornaron de nuevo a buscar medios de paz Diego
Núñez de Mercado, el contador Juan de
Guzmán (almagristas), y los capitanes
Hernán Ponce de León e Francisco de Godoy (pizarristas).
E, como el Gobernador D. Francisco Pizarro tuviese tanto deseo de ver libre a
su hermano Hernando Pizarro, aceptó preparar otras capitulaciones, que fueron
hechas fraudulentamente, con la única intención de que el Adelantado D. Diego
de Almagro soltase a su hermano”. Lo que nos anuncia que Almagro va a actuar
con ingenua buena fe, y Pizarro con el más crudo pragmatismo.
Sigamos con el desesperado esperpento.
Almagro decía que “estaba temeroso de la ira de Dios y deseoso de no deservir
al Rey, y, tomando consigo a los capitanes Diego de Alvarado y Gómez de
Alvarado, al padre Segovia y a algunos otros, les pidió su opinión sobre lo que
se debía hacer, porque él quería volver
a enviar al alcalde Diego Núñez de Mercado y a Juan de Guzmán para que tratasen
de la paz con Pizarro; a todos les pareció que sería cosa acertada”. Núñez y
Guzmán llegaron adonde Pizarro con nuevas propuestas de paz. “El Gobernador
Pizarro les dijo que bien creería lo que decían si tuviese por cierto que
Almagro desease en verdad tomar acuerdos con él, y que el gran yerro que había
cometido al entrar en el Cuzco y tomar presos a sus hermanos era caso tan feo,
que requería gran castigo, así como no querer cumplir la sentencia dada por el
juez que había sido elegido de común acuerdo”. Los emisarios de Almagro le
insistieron en que lo verdaderamente importante era lograr la paz, y le
pidieron que diera su conformidad a los nuevos capítulos que traían escritos
por orden de Almagro: “El Gobernador Pizarro deseaba ver libre a Hernando Pizarro,
y lo mismo deseaban sus capitanes, por lo que aceptaron los capítulos. Y se
dice que actuaron en esto con falsedad”.
En el compromiso había cosas de menor
importancia ya aceptadas por ambas partes anteriormente, y otras dos
absolutamente trascendentales: “Que el Gobernador D. Diego de Almagro entregue
a Hernando Pizarro para que vaya a cumplir lo que Su Majestad ha mandado (llevarle al Rey todo el oro del quinto de
los tesoros conseguidos). Otrosí, que el mismo Gobernador D. Diego de Almagro
mantenga la ciudad del Cuzco hasta tanto que su Majestad sea servido de mandar
otra cosa”. Al ofrecer Almagro la ‘pieza’ de Hernando Pizarro, pasito a pasito
le van a dar jaque mate, y tan mate que le costará la vida, porque Pizarro,
tramposamente, no respetará el segundo punto, el que le obligaba a dejarle en
posesión del Cuzco. Lo que no imaginaba era que también él sería asesinado,
cuatro años después, en la continuación de esta enloquecida partida de ajedrez.
(Imagen) No es fácil seguirle la pista a
GÓMEZ DE ALVARADO (que aparece de nuevo), porque hubo otro, más joven y del
mismo nombre, corriendo también sus aventuras por Perú, y porque, lo que es
peor, muchos cronistas e historiadores han confundido al uno con el otro en sus
datos biográficos. Era el hermano pequeño del gran Pedro de Alvarado. Estuvo en
la campaña de Chile con Almagro, quien
ahora les pide angustiado a él y a Diego de Alvarado (eran primos) consejo
sobre lo que convendría hacer para evitar la guerra. Curiosamente siempre le dijeron
los dos que sería una barbaridad que matara a Hernando Pizarro, y es muy probable
que, derrotados los de Almagro en la ya próxima batalla de la Salinas, no
fueran ejecutados precisamente por haber evitado la muerte de Hernando. Diego
se fue después a España, y a Gómez le confió Pizarro una expedición, logrando,
como ya dije en su día, fundar en 1539 otra de las innumerables ciudades de
origen español que aún perviven en las
Indias, la peruana HUÁNUCO. En 1541 ocurrieron dos tragedias que tuvieron que
afectarlo: la muerte por accidente de su hermano Pedro de Alvarado y el
asesinato que acabó con la vida de Francisco Pizarro. Un año después murió
Gómez de Alvarado luchando en el bando del Rey contra Diego de Almagro el Mozo
en la batalla de Chupas. El último rastro que dejó fue un dato procesal: en
1545, un tal Julián Becerra, regidor de la ciudad de Badajoz y sobrino suyo,
reclamaba como heredero lo que parece una exigua herencia (quizá fuera
solamente un resto de ella): “dos caballos y otros bienes”.
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