domingo, 10 de febrero de 2019

(Día 751). El dictamen de Bobadilla iba a resultar muy frustrante para Almagro. Ordenó que le devolviera a Pizarro la ciudad del Cuzco y que dejara libres a los presos que tenía retenidos.


     (341) Apareció por allí un procurador de Almagro, y quiso mostrar otra ‘prueba’ de sus derechos: el documento en el que constaba que las autoridades del Cuzco habían recibido ‘voluntariamente’ como gobernador a Almagro. El hecho cierto era que Almagro y sus capitanes, después de apoderarse por la fuerza del Cuzco, se presentaron ante el cabildo, enseñaron la provisión real de la gobernación concedida a Almagro, y a las asustadas autoridades locales no les quedó más remedio que reconocer como evidente lo que ni siquiera ahora los pilotos veían claro. Es de suponer que Bobadilla se  tomara a risa tal documento, esta vez con toda justicia.
     Pues vamos allá con la sentencia de Bobadilla. Llegó el momento crítico. Tanto Pizarro como Almagro estaban muy nerviosos, y le metían prisa. Era de suponer que el dictamen no iba a servir para nada: el perdedor, cualquiera de los dos, no se conformaría con el resultado. Habría conflicto, sí o sí, pero, el favorecido por la decisión de Bobadilla, al menos la podría utilizar como otro argumento moral para defender su ‘justa’ causa, sobre todo a ojos del emperador. Los dos le mandaban ‘recaditos’ al fraile diciéndole que estaban convencidos de que les pertenecía el Cuzco. Cuenta Cieza: “El Provincial no podía negar que, según tengo sabido, era más aficionado a las cosas de Pizarro que a las de Almagro, y les respondía cortésmente que  deseaba hacer justicia. Orgóñez hacía ver que no tenía ningún contento de la sentencia que el Provincial había de dar, y le decía al Adelantado Almagro que le parecía que le habían de engañar e quedarse con toda la tierra, y, por poderla gozar sin mudanza, quitarle la vida. También Diego de Almagro decía que habría sido mejor no haberse fiado de un solo fraile, sino de los cuatro caballeros, como se había concertado primeramente (qué mar de titubeos…). Habiendo visto los procesos, el juez Bobadilla dio la sentencia que aquí veréis a la letra, sacada del original, que fue a favor del Gobernador Pizarro”. La sentencia fue redactada concienzudamente, pero habrá que abreviarla, centrándome en lo esencial de su argumentación. Insistía Bobadilla en que era necesaria para la paz: “Para excusar los alborotos e disensiones que ha habido, hay, y se espera haber entre los dichos Gobernadores, sus capitanes y su gente, de lo que Dios nuestro Señor y Su Majestad serán muy deservidos”. Fundamentaba su decisión desgranando los hechos y las pruebas, fijándose en los dictámenes de los pilotos, pero trayendo a colación como detalle muy importante que Almagro arrebató a Pizarro la ciudad del Cuzco cuando ya la tenía en sus manos: “Poseyendo el Gobernador D. Francisco Pizarro la ciudad con toda paz, el Adelanto D. Diego de Almagro, con mano armada e pujanza de gente, se la tomó e prendió a las autoridades, de lo que Dios nuestro Señor e Su Majestad han sido muy deservidos, con gran perdición de estos reinos. Por tanto debo mandar y mando que el dicho D. Diego de Almagro, al que no considero gobernador de la dicha ciudad, dé y entregue al dicho Gobernador D. Francisco Pizarro, dentro de un plazo de treinta días, la ciudad del Cuzco e lo que en ella hubiera habido de oro e plata pertenecientes a su Majestad como quinto real. E asimismo que entregue al dicho D. Francisco Pizarro, en un plazo de seis días, los presos que retiene, porque pobló la ciudad jurídicamente, conquistándola y pacificándola”

    (Imagen) En 1529, Pizarro había logrado en persona que la Reina firmara las capitulaciones para asentar sobre el Perú su dominio y el de sus dos socios. Vemos en la imagen parte de su primera página (que resumo): “La Reina: Por cuanto vos, el capitán Francisco Pizarro, y en nombre (también) del venerable padre don Fernando de Luque, provisor de la iglesia del Darién, y del capitán Diego de Almagro, vecino de Panamá, nos hicisteis relación de que, con deseo de nos servir y del acrecentamiento de nuestra Corona Real, hace cinco años más o menos que, con licencia de Pedrarias Dávila, nuestro gobernador en Tierra Firme (Panamá), tomasteis a cargo ir a conquistar, pacificar e poblar por la Mar del Sur (el Pacífico), a vuestra costa y la de vuestros compañeros, e hicisteis para ello dos navíos y un bergantín. (Y porque también), al ser necesario pasar jarcias e aparejos para el dicho viaje desde Nombre de Dios (costa del Atlántico) hasta la otra costa, así como con la gente necesaria para el dicho viaje, gastasteis mucha suma de pesos de oro, e hicisteis dicho descubrimiento pasando muchos peligros…”. En la página siguiente continúa la Reina añadiendo sus méritos. Y luego viene el largo texto de los poderes y honores que se les concede. Pues bien: ese fue  el primer gran golpe bajo que Pizarro (sin duda influido por sus hermanos) le dio a Almagro (el padre Luque era hombre pacífico y sin aspiraciones militares), ya que todo lo mejor lo consiguió solo para él. Seguro que celebraría todos los años el aniversario del valioso documento, fechado en un 26 de junio de 1529, pero con una excepción, el del 26 de junio de 1541, día en que lo asesinaron.



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