(583) Le llegaron las cartas y el texto de las Ordenanzas a Gonzalo
Pizarro. Estaba fuera de su casa y le llevó la documentación Luis de Almao, su
criado, diciéndole que, según el
mensajero Bustillo, peligraba su cabeza. Pensando Gonzalo que la amenaza
procedía de Vaca de Castro, dijo: "¡Juro a Nuestra Señora que yo se la
cortaré a él primero!". Luego fue rápidamente adonde el mensajero:
"Tomando los despachos que traía, estuvo leyendo las cartas todo aquel día
hasta media noche, y, cuando vio las Ordenanzas, mostró mucha alteración.
Despachó luego a Juan Ramírez a la ciudad de Arequipa para que retuviese
ciertos dineros suyos que había ordenado
enviar a España. Pasado un día, él partió mostrando mucha tristeza, y aun se
afirma que lloró muchas veces, casi adivinando los grandes males que habían de
venir al reino (no sé yo si eran lágrimas fingidas o no, porque los que quieren
rebelarse y ser tiranos, engañan con muchas simulaciones a los que les siguen).
En pocos días, llegó a las minas de Porco, donde recogió todo el dinero que
pudo".
Cieza retrocede algo en el tiempo para explicarnos la situación en la
villa de la Plata. Terminada la guerra de Chupas, Vaca de Castro, al partir, dejó
a alguien al mando de la población: "Nombró como su Teniente de Gobernador
a Luis de Ribera, caballero muy principal, natural de Sevilla, y, estando la
villa pacífica, llegó la noticia de las Leyes Nuevas que Su Majestad enviaba y
de la venida de Blasco Núñez como virrey, lo cual no dejó de causar gran alboroto
en los ánimos. Pasando aquel tumulto, entraron en su cabildo el teniente Luis
de Ribera, los alcaldes, Diego Centeno y Antonio Álvarez, y Lope de Mendieta,
Francisco de Retamoso y Francisco de Tapia, regidores perpetuos. Acordaron que
no sería cordura dejar de obedecer las Ordenanzas que el Rey nuestro señor
hubiese dictado, pero convenía suplicarle con gran humildad que las
suspendiese, y que se enviaran personas a pedirle al virrey que no las
ejecutase. Para tal misión se nombraron a Diego Centeno y Pedro de Hinojosa,
los cuales partieron hacia la Ciudad de los Reyes, habiéndose visto primero
Pedro de Hinojosa con Gonzalo Pizarro en el pueblo de Chaqui".
Se centra ahora Cieza en las
intensas vivencias de Gonzalo Pizarro en aquellos críticos momentos: "Muy
acongojado estaba el ánimo del capitán Gonzalo Pizarro al oír las cosas que se
decían, y, como era hombre de poco saber, no miraba con prudencia los
acontecimientos que en el futuro podrían ocurrir. Pensaba unas veces estarse en
su casa y no mostrarse, como suelen decir, cabeza de lobo por el pueblo, pues
después, viendo que las cosas prosperaban, le rechazarían y dejarían dentro del
lazo. Otras veces pensaba que sería falta de ánimo. También consideraba que en
el descubrimiento de la Canela salió desbaratado, y tan arruinado que ni
con cincuenta mil pesos pagaría sus
deudas, y que era justo que su Majestad le nombrara gobernador, alegando que,
por el testamento del Marqués y por su provisión real, él lo había sido ya en
Quito. Esto le daba el deseo de ir al Cuzco, reunir gente y enfrentarse al
virrey".
(Imagen) Los criados de los españoles bien
situados solían ser jóvenes y de familias importantes. Algunos llegaron,
además, a destacar en las conquistas, como Pedro Pizarro, quien triunfó con la
espada y con la pluma, pues, como sabemos, escribió una notable crónica de
estas historias. El codicioso Vaca de Castro tuvo mucha confianza en uno
llamado Francisco Ruiloba, a quien utilizó para enviar disimuladamente bienes a
España, pero, durante el viaje, murió en Cuba. Se detectó que llevaba mucho
dinero y joyas como si le pertenecieran, siendo, en realidad, Vaca de Castro el
dueño. Los funcionarios de la Hacienda Real sospecharon que eran de propiedad
pública e hicieron trámites para su recuperación, pero no consta el resultado.
Vayamos ahora con LUIS DE ALMAO, criado de Gonzalo Pizarro. Cieza nos ha
contado que tenía amistad con él, pero deja de lado el alto precio que pagó por
ser del bando del rebelde Gonzalo. Ejecutado su patrón, Luis fue juzgado. El
texto de la imagen explica muy bien cómo acabó el asunto y los sufrimientos que
padeció. Es la esposa de Carlos V quien lo redacta, y tiene el siguiente
contenido. El licenciado Cianca había condenado a galeras a Luis de Almao y a
otro compañero suyo llamado Gómez de Mescua por actuar como rebeldes. Los dos
pidieron clemencia y que les perdonaran porque estaban apresados en la frontera
de Orán y desterrados de España, con muchos trabajos, gran pobreza y
enfermedades, y porque la sentencia había sido demasiado rigurosa. Luis había
cumplido cuatro años de los seis de condena, y su compañero dos de los tres de
la suya. La Reina se apiada y les perdona lo que quedaba pendiente. Pero con
una limitación bastante llevadera. Durante el tiempo que les faltaba para el
cumplimiento total, tenían que permanecer alejados, como mínimo, a cinco leguas
de la Corte.