(1465) Queda claro que el oro y las
esmeraldas eran para los indios objetos sagrados: “Tiene cada indio, por pobre
que sea, un ídolo particular, o más, que equivalen a lo que en su tiempo los
gentiles llamaban Lares. Estos ídolos caseros son de oro muy fino, y les ponen el hueco del vientre
muchas esmeraldas. Es tanta la devoción que
les tienen, que los llevan a todas partes en una espuerta pequeña colgada
del brazo, incluso cuando van a la guerra, donde pelean con un brazo y en el otro tienen su ídolo. En Tunja son más religiosos, y a los muertos
importantes no los entierran. Les sacan todas las entrañas y llenan el vacío de
oro y esmeraldas, cubriéndolos después con mantas liadas para depositarlos en
unos santuarios. Luego los dejan allí para siempre y sin enterrar, de lo cual no
se han aprovechado los españoles. En
Bogotá, además de enterrar debajo de tierra, lo hacen en el agua, en lagunas
muy grandes, metidos los muertos en ataúdes de oro tras haber puesto dentro todo el oro y las esmeraldas que pueden caber,
y luego los echan a lo más hondo de las lagunas. De la
tierra y nación de los panches, de
quienes está rodeado todo el Nuevo Reino de Granada, diré que hay muy poco de
qué hablar sobre su religión y vida moral, porque es gente tan bestial, que ni
adoran ni creen en otra cosa que no sean sus deleites y vicios. No les importa nada
el oro ni otra cosa que no sea comer y holgar, especialmente si pueden tener
carne humana para comer, pues es su mayor deleite. Y solo con ese fin entran
siempre a guerrear en el Nuevo Reino”. El cronista deja ya de lado sus
observaciones de las costumbres indias y vuelve al tema histórico: “Tornando a hablar del Nuevo Reino de Granada, digo que se gastó la mayor parte del año 1538
en pacificar aquellas tierras, y, una vez conseguido, el Licenciado Jiménez de
Quesada se dedicó a poblarlo de españoles. Edificó enseguida tres ciudades. Una
en la provincia de Bogotá, a la que
llamó Santa Fe (la actual Bogotá). A otra la llamó Tunja. Y, a la
tercera, Vélez, que está por donde él
había llegado con su gente al Nuevo Reino. Ya había entrado el año 1539 cuando
todo esto se terminó de hacer. Una vez conseguido, el dicho Licenciado Jiménez
de Quesada decidió venir a España para dar cuenta a su Majestad personalmente de los hechos y
negociar su futuro. Dejó como teniente suyo a su hermano Hernán Pérez de
Quesada. Y para preparar su viaje, mandó hacer bergantines en el río Magdalena,
cuyo curso quería seguir a partir del Nuevo Reino de Granada. De esta forma, no
sería necesario ir a través de las montañas de Opón, por donde había llegado, pues
fueron una pesadumbre muy grande”. Pero, de repente, todo se le va a complicar
de forma extraordinaria a GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA, aunque mostrará una gran
sensatez.
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