(1450)
A pesar de la fuerza ante el Rey que podía tener el requerimiento que sus
soldados le hicieron a Ñuflo de Chaves para que desistiera de seguir adelante y
cumpliera la orden dada por el fallecido Domingo de Irala de fundar un poblado,
reaccionó negándose a hacerlo, con soberbia y en plan mandón: “Fue imposible persuadirlo
a que hiciese lo que la mayor parte le requería. Con gran indignación respondió
tajante que de ninguna manera daría la vuelta hacia el puerto, sino que
continuaría descubriendo nuevas tierras. Viendo esta firme resolución, se
dividió la gente en dos partes, la mayor bajo el mando de Gonzalo Casco, con el
que se juntaron más de ciento cuarenta soldados, y quedaron con el General Ñufro de Chaves poco más de sesenta, que no le
quisieron abandonar. De cuyo resultado, y de lo demás que sobrevino, hablaremos
más adelante”.
Lo que no hubo fue un conflicto armado,
porque nadie fue privado de hacer lo que prefería: “Los soldados que se
quedaron con Gonzalo Casco se pusieron en marcha para llegar al puerto en el
que se habían dejado los navíos. Por su
parte, el capitán Ñuflo se fue con el resto de la gente a la parte occidental,
con mucho valor y decisión, quedando tan agotados, que no se puede tener por
poca hazaña. Llegaron al territorio de los indios chiriguanos,
y Ñuflo les mandó un mensajero, pero se daba la circunstancia de
que en ese tiempo había llegado de Perú un
capitán llamado Andrés Manso, con buena compañía de soldados y con misión de
poblar aquella tierra por orden del Marqués de Cañete, virrey que fue de Perú. Al
enterarse de la llegada de Ñuflo de Chaves, se fue hacia él, y, habiendo topado
el uno con el otro, tuvieron grandes diferencias sobre el derecho de conquista.
Andrés Manso decía que le correspondía a él
descubrir y gobernar toda aquella tierra por encargo del virrey de aquel
reino, y Ñuflo de Chaves alegaba que le pertenecía a él este derecho, tanto por
la antigua jurisdicción que los del Río de la Plata tenían sobre ella, como por
el permiso que había recibido para poblarla y conquistarla. Con esta competencia
estuvieron muchos días los dos capitanes”.
Para resolver el conflicto, llegó Pedro
Ramírez de Quiñones, presidente de la Real Audiencia de Río de la Plata, el
cual fijó los límites con el territorio de Perú. Sin haber llegado los
contrincantes a dar su conformidad, Ñuflo de Chaves tomó una astuta iniciativa.
Se fue directamente a hablar con el Virrey de Perú, dejando el mando de su
tropa a su cuñado Hernando de Salazar, quien tuvo, por su parte, la habilidad
de ganarse el favor de los soldados del
capitán Andrés Manso: “Por si fuera poco, trabando amistad con ellos, prendió
mañosamente al capitán Manso, y lo envió preso a Perú, ganándose para sí a
todos sus soldados”.
(Imagen) La terquedad de Ñuflo de Chaves y
su habilidad negociadora le sirvieron para salirse con la suya. En su avance, le
surgió un conflicto con Andrés Manso sobre derechos de conquista en un
territorio, y tuvo la genialidad de ir a Perú, convencer astutamente al virrey
y obtener su permiso para conquistar en una zona de dudosa jurisdicción: “Le
dijo al virrey que aquellas tierras eran muy ricas, con multitud de poblaciones de indios, y que le diese
el gobierno de ellas a don García de Mendoza (argumento tentador, porque era
el hijo del virrey, y no se pudo negar), el cual luego nombró Teniente General suyo en aquel gobierno a Ñuflo
de Chaves, tanto por sus méritos y servicios, como por estar casado con la hija
de don Francisco de Mendoza, doña Elvira de Mendoza, que era pariente suya, y
les financió generosamente todo lo necesario para iniciar la campaña. Con esta
autorización, volvió Ñuflo de Chaves a aquellas tierras, donde fundó pronto la
ciudad de Santa Cruz en una comarca muy poblada de indios, pues fueron empadronados
(para servir en las encomiendas) más de seis mil”. También Andrés Manso
estableció otra población, pero tuvo complicaciones por la dudosa legalidad del
emplazamiento: “Aunque ya había nombrado regidores y oficiales, fue denunciado
por los vecinos de la ciudad de la Plata (situada en Bolivia). Enviaron
a Diego Pantoja para evitar que se poblara allí y prender a Andrés Manso por intruso”. Pero Pantoja fue recibido en un paso estrecho
con disparos de arcabuz, y se vio obligado a retirarse. Sin embargo, Andrés Manso,
tras renunciar al sitio escogido, fue a Sapirán, una zona de indios
chiriguanos, asentó su campamento en Taringui,
y luego fundó allí la población, siendo muy bien acogido por los indios,
que aceptaron estar al servicio de los españoles. Pero la seguridad nunca era
completa: “Por entonces los chiriguanos atacaron un pueblo situado a 40 leguas
de Santa Cruz, matando al capitán Pedraza, a Antón Cabrera, y a todos los
moradores, tras lo cual vinieron contra la población de Andrés Manso, pegaron
fuego a todas las casas y no dejaron a nadie vivo. Desde entonces, aquella zona
se llama Los Llanos de Manso”. Luego el cronista Ruy Díaz de
Guzmán lamenta tanto horror, debido a la culpa de unos y otros: “Fue antiguamente esta
provincia muy numerosa de indios, y al presente es cosa muy cierta que está
toda despoblada y desierta, tanto por las continuas molestias, trabajos y
servidumbre que les dan los españoles, como por las crueles guerras, muertes y
cautiverios con que les han asolado los indios chiriguanos, de tal manera que
ha sido y es la más cruel y detestable tiranía, porque la sed de sangre humana
y la rabia mortal han destruido allí innumerables tribus”. En la imagen, sello
dedicado en España a ÑUFLO DE CHAVES.
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