(1456) Recordemos que el gobernador
Francisco de Vergara le encargó al capitán Alonso Riquelme de Guzmán que
pacificara a los indios del territorio de Guairá. Lo consiguió con brillantez y
permaneció en aquellas tierras disfrutándolas pacíficamente él y sus hombres.
Pero el año 1569 empezaron a producirse algunos conflictos entre los mismos
españoles por motivos económicos: “Se descubrieron unas piedras cristalinas de
diferentes colores, y se consideraron de gran valor, pensando que se trataba de rubíes, amatistas,
esmeraldas, e incluso preciosos diamantes. Como les pareció que poseían la
mayor riqueza del mundo, algunos intentaron abandonar el pueblo e irse a
Castilla con sus mujeres e hijos (no olvidemos que nadie podía abandonar el
ejército sin autorización superior). Pero fueron descubiertos, y se apresó
a los más implicados, aunque finalmente
se los dejó libres, bajo juramento de que no lo intentarían de nuevo. Y días
después, estando el capitán Alonso de Riquelme descuidado, llegaron a su casa
40 vecinos y soldados, todos armados, exigiéndole que les diese autorización
para ir a la costa, de donde pudiesen dar cuenta a Su Majestad de la gran
riqueza que tenían aquellas piedras. A
este requerimiento respondió que él decidiría lo que conviniese al servicio del
Rey. Viendo que les negaba su pretensión, lo prendieron una noche, y a otras
personas que estaban con él, siendo el cabecilla del motín un clérigo llamado
Escalera. Puesto en este estado el asunto, nombraron por jefe a un inglés que
se llamaba Nicolás Colman. Llegaron a un puerto tras haber dejado solo en la
ciudad al capitán Alonso de Riquelme con algunos amigos, el cual mandó aviso a
la ciudad de Asunción. Llegada la noticia, se envió una tropa con el capitán Ruy
Díaz Melgarejo, el cual, aunque todavía no había sido absuelto por la muerte su mujer y del clérigo,
ni de la excomunión, luego lo fue por decisión de Paniagua, provisor general
del obispado. Salieron de Asunción, fueron tras los rebeldes, los apresaron y, llevados a la ciudad, fueron
castigados con más benignidad que la que merecían sus delitos. El capitán Ruy
Díaz reducía su gravedad, favoreciéndolos secretamente en perjuicio del prestigio
de Alonso de Riquelme, por la antigua rivalidad que entre los dos había”.
El que peor llevaba la tirantez entre Ruy Díaz y Alonso de Riquelme,
era este último, y decidió marcharse a Asunción con 40 soldados. Tuvieron un
viaje difícil porque se encontraban sobre la marcha a indios muy alborotados.
Se enteraron también de que, yendo por la misma ruta, ya habían entrado en
Asunción el General Felipe de Cáceres y
el obispo Pedro Fernández de la Torre. La noticia incomodó a Alonso de Riquelme
porque estaba muy dolido con ellos desde que participaron en el apresamiento de
su tío Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Por otra parte, en Asunción temía Paniagua
que el obispo lo castigara por haber absuelto a Ruy Díaz a pesar de haber
matado a su mujer y a un clérigo (como ya vimos). Sin embargo, no hubo
problemas al llegar: “Sabido por el General que se acercaban, envió gente a
saludarlos y a darles la bienvenida. Cuando entraron, salió para recibirlos hasta
el puente de la iglesia mayor, donde, con mucha cortesía y afabilidad, se saludaron,
y, desde aquel día, tuvieron el General y Alonso de Riquelme muy buena amistad,
dejando aparte asuntos pasados”.
(Imagen) Hemos visto que los rebeldes que
quisieron escapar a España por haber encontrado piedras que creían preciosas,
escogieron como jefe al inglés NICOLÁS COLMAN, quien fue, sin duda, una figura
fuera de lo común. Les pudo haber costado la cabeza, pero, cosa rara, su único castigo
fue impedirles la huida. Un descendiente suyo, paraguayo, Andrés Colmán (actualmente
el apellido va con acento) Gutiérrez, nos facilita su biografía: “Con solo 17 años había dejado atrás su
Londres natal en compañía de un grupo de jóvenes marinos ingleses, para llegar
hasta el puerto de Sanlúcar de Barrameda, donde la armada española estaba
organizando una expedición para ir a las Indias. El 24 de agosto de 1535, más
de una decena de naves, con unos 3.000 hombres a bordo, zarpaban para aquellas
lejanas tierras. El comandante de la expedición era don Pedro de Mendoza y
Luján, nombrado Primer Adelantado (con derecho a descubrir tierras) de
Río de la Plata por el emperador Carlos V. Había organizado el viaje con fondos
de su propio patrimonio, comprometiéndose a fundar tres fuertes y construir un
camino real desde Río de la Plata hasta el Océano Pacífico, y con derecho a ser
gobernador de las tierras conquistadas, quedarse con la mitad de los tesoros
que tomase a los aborígenes y el 90% de los rescates de los prisioneros. Nacido
el año 1518, Nicolás Colman, junto a otros ingleses, como John Ruter, Richarte
Limon y Robert Briche, eran de los pocos extranjeros de la expedición. Pronto
se hizo temible por su carácter irascible. Llegaron a Río de la Plata en enero
de 1536, y, ya fallecido Pedro de Mendoza, Nicolás Colman iba bajo el mando de
Juan de Salazar cuando fundaron la
ciudad de Asunción (15 de agosto de 1537). Cierta noche, Nicolás se vio
envuelto en una pelea con varios conquistadores. Uno de ellos le cortó el brazo
derecho con un fuerte golpe de espada. Resistiendo el dolor, Nicolás tomó otro
puñal con la izquierda y lo hundió en el corazón de su adversario, antes de
caer mal herido. Se ganó el apodo de ‘El manco inglés', pero nunca perdió la destreza ni la rebeldía”.
Luego Nicolás Colman tuvo un papel protagonista en el movimiento rebelde que
vimos protagonizar a Diego de Abreu, quien murió en el intento, librándose una
vez más el inglés de ser castigado. Así que salió bien parado del duelo, aunque
les costó un brazo, de esta conjura de Abreu, y, como acabamos de ver, de la
rebeldía que encabezó con el tema de las supuestas piedras preciosas. Se dio
también la circunstancia de que tuvo un hijo mestizo y tristemente famoso, pero
ejemplar: el franciscano JUAN COLMAN (conocido como Fray Juan Bernardo).
Teniendo solo 24 años, fue en busca de un compañero apresado por los indios. Cuando llegó, ya lo habían matado, y luego hicieron lo mismo con él, con un cruel rito destinado
al canibalismo, pero los indios, con una reacción supersticiosa, abandonaron el
cadáver. Se inició su proceso de canonización, como primer mártir de Paraguay,
pero sigue paralizado por pura dejadez.
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