miércoles, 5 de octubre de 2022

(1846) Domingo de Irala envió de conquista a dos capitanes para poder dar encomiendas de indios a sus soldados. Uno de ellos era Ñuflo de Chaves, quien, probablemente, fue con la intención de independizar las tierras lindantes con Perú.

 

     (1446) Volvamos de nuevo a las andanzas del vasco Gobernador de Río de la Plata, Domingo Martínez de Irala, al que le queda ya poco tiempo de vida, pues morirá en octubre de 1556 a consecuencia de una pleuresía y teniendo unos  50 años, pero, eso sí, muy intensamente vividos. Nos confirma, de paso, el cronista Ruy Díaz que los portugueses carecían de prohibiciones antiesclavistas: “Domingo de Irala envió al capitán Ñuflo de Chaves a la provincia de Guairá, para que sometiese a los naturales de aquella tierra y remediase el desorden de los portugueses, pues entraban en territorio de dominio español, y asaltaban a los indios del lugar, para llevarlos presos a Brasil, donde los vendían y herraban como esclavos. Ñuflo de Chaves llegó al río Paraná, poniendo en orden aquella tierra, y procurando conservar la paz y amistad con los naturales. Llegando luego a una comarca de indios llamados peabeyúes, determinaron atacar a los españoles.  Acometieron contra el campamento gran multitud de indios, inducidos por un hechicero llamado Catiguara, al que ellos tenían por santo. El cual les había dicho que los españoles traían consigo la peste y perversa doctrina, que lo único que querían era quitarles sus mujeres e hijas, y someter aquellas tierras. Y con esto, fueron a cercar a los españoles, haciéndolo con tal furia, que, si Ñuflo de Chaves no se hubiera fortificado, habrían acabado con él. Pero, con la ayuda de Dios, los nuestros se defendieron con gran valor, y mataron a muchos enemigos, aunque con pérdida de algunos indios amigos y de tres españoles. Saliendo de este distrito, llegó a tierras muy pobladas de indios, con los cuales tuvo algunas peleas, pero supo  pacificarlos con buenas razones y dádivas, trayendo consigo a algunos caciques suyos a la ciudad de Asunción, donde todos ellos fueron bien recibidos y tratados por el Gobernador”.

     El reparto de encomiendas de nativos para los españoles siempre fue un origen de  conflictos en las Indias. No es creíble que se hicieran con verdadera justicia. En todos los tiempos y lugares hubo favoritismos hacia los parientes, amigos, o simplemente personas con influencia social. Pero el problema se agravaba en las zonas más pobres: “Teniendo en cuenta el Gobernador Domingo Martínez de Irala la mucha gente española incomodada por no haberles tocado parte de las encomiendas de indios que había repartido en Asunción, y contando con el parecer del obispo, los oficiales del Rey y los miembros del cabildo, decidió hacer algunas poblaciones donde se pudiesen acomodar los que no estuviesen contentos. Con esta intención,  escogió un poblado en la provincia de Guairá, por estar de camino a Brasil, con la intención de enviar allí a los pocos que quedaban de la villa de Ontiveros, encargándole el traslado al capitán Ruiz Díaz Melgarejo.  También ordenó establecer otro lugar, río Paraguay  arriba, en tierras de los indios jarayes, a 300 leguas de Asunción, por ser uno de los mejores territorios y de los más próximos a Perú. El Gobernador puso al mando de esta misión a Ñuflo de Chaves. Publicadas estas intenciones y los destinos escogidos para establecer los nuevos poblados, se alistaron muchos soldados y vecinos de Asunción.

 

     (Imagen) Fue bien acogida la decisión de Domingo de Irala al escoger dos lugares en territorios abundantes de nativos, con el fin de poder repartir entre los españoles suficientes encomiendas de indios. Se dividió en dos grupos a los solicitantes. Para trasladar al primero, el capitán Ruiz Díaz Melgarejo partió con 100 soldados. Llegado a los poblados indios de Guairá a principios del año 1557, hizo allí su fundación a tres leguas de la abandonada villa de Ontiveros, y la llamó Ciudad Real. Luego el cronista nos hace ver cómo funcionaba el sistema de las encomiendas (con el mismo estilo que en el resto de las Indias), lo que, sin duda, tenía que ser desagradable para los indios, los cuales, en el mejor de los casos, lo soportarían con resignación: “Fueron empadronados en este territorio 40.000 mil fuegos (familias de indios), formado cada uno por un indio, mujer e hijos, siendo repartidos como encomiendas a 60 vecinos españoles, los cuales estuvieron algunos años en gran sosiego y quietud, y muy bien servidos  y respetados por todos los indios de aquella provincia. Pero, por el trascurso del tiempo, les fue faltando el servicio personal, y los nativos comarcanos, con sus continuas salidas y los ataques ordinarios que les hacían, ocasionaron a esta ciudad muy gran diminución y miseria”.  No está claro lo que dice el cronista. Primeramente, da a entender que esas 40.000 familias sirvieron contentas a los españoles, lo cual resulta demasiado bonito. Y parece ser que los indios ajenos a las encomiendas eran belicosos, llegando a crear muchos problemas a los españoles y a los nativos que estaban a su servicio. Por su parte, Ñuflo de Chaves salió con su tropa hacia el otro lugar destinado a establecer un asentamiento español, pero luego creyó mejor ir primeramente más adelante para pacificar indios, y el resultado fue muy negativo. En un durísimo enfrentamiento con  unos indios feroces, que tenían gran variedad de armas y utilizaban hierbas muy venenosas, los españoles se volvieron contra ellos y asaltaron sus empalizadas saltando los pozos que tenían hechos. Consiguieron vencerlos, matando y apresando a muchos, pero pagando un alto precio. Resultaron heridos muchos españoles e indios amigos, muriendo numerosos caballos por las hierbas venenosas. Y ocurrió algo sospechoso: “Cansados de correrías, y por tener el puerto de los navíos muy distante, los soldados quisieron volver al territorio de los indios jarayes, que era el lugar que les fue asignado para fundar el poblado, pero Ñuflo de Chaves de ninguna manera lo quiso hacer. Deseaba seguir hacia delante, hasta el límite con Perú, al parecer porque tenía deseo de separarse de la demarcación de  Río de la Plata independizando nuevas tierras y convirtiéndose  él en su máxima autoridad”.




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