(1447) Nos va a tocar ahora ver que el extraordinario, aunque quizá poco escrupuloso, Domingo Martínez de Irala, vasco nacido en Vergara (Guipúzcoa), va a morir con solo cincuenta, muy trabajados, años: “Cuando partió de Asunción el capitán Ñuflo de Chaves con su misión de fundar una población para complacer a los que pedían concesiones de encomiendas, salió el Gobernador Domingo de Irala con el fin de inspeccionar la recogida de la madera necesaria para hacer una hermosa capilla en la catedral. Estando allá adoleció de una calentura lenta que poco a poco le consumía, y se vio obligado a regresar a la ciudad. En cuanto llegó, le arreció la enfermedad, y, viéndose muy grave, dispuso las cosas de su conciencia de la mejor forma que pudo. Murió siete días después, teniendo en su cabecera al Obispo y otros sacerdotes que le ayudaban. Todo el pueblo mostraba tanto sentimiento, que parecía hundirse; porque, además de que los españoles lo aclamaban, los indios no se lamentaban menos, diciendo a voces: ‘Ya se nos ha muerto nuestro amado padre, y quedamos todos huérfanos’. Incluso sus mismos contrarios le lloraban con gran sentimiento por la falta grande que a todos les hacía. Dejó como gobernador interino de estas tierras a Gonzalo de Mendoza, su yerno, el cual fue aceptado con mucho gusto de todos, por ser un caballero muy honrado, afable y discreto y bienquisto de todos. Sin embargo, el capitán Ñuflo de Chaves no aceptó de buena gana estas muestras de afecto, pues él tenía intención de ir más allá del límite de conquista que le había señalado Domingo de Irala. Pero los soldados, que, como vimos, comprendieron claramente sus intenciones, y dado que lo único que ellos querían era regresar al territorio de los jarayes para fundar un poblado y repartir encomiendas de indios, se le amotinaron hasta el punto de que casi todos ellos le hicieron por escrito un requerimiento que, por ser de interés en esta historia, lo pongo en este lugar”.
El texto es largo y muy interesante. Tendré
que resumirlo, pero lo menos posible, y para ello necesito ocupar, al menos,
tres entradas abreviadas de este blog. A las tres le daré el
formato de (Imagen).
(Primera parte del requerimiento
oficial que le hicieron sus hombres a Ñuflo de Chaves): “Los vecinos de la ciudad
de la Asunción que salimos para poblar en tierra de los jarayes, requerimos al
muy magnífico Señor Capitán Ñuflo de Chaves diciendo que, como ya Su Merced
sabe, y a todos es notorio, por acuerdo y parecer de don Fray Pedro de La Torre,
Obispo de estas provincias, y de los Señores Oficiales de Su Majestad que
residen en la ciudad de la Asunción, el ilustre Señor Gobernador Domingo de
Irala, le dio facultad para que saliese a poblar las provincias de los jarayes,
y, por su merced aceptada, nos ofrecimos con nuestras personas, armas y
hacienda a servir a Su Majestad en tan justa demanda. En razón de lo cual, por
servir a Dios Nuestro Señor y a la Real Majestad, salimos de la ciudad de Asunción con Su
Merced en nuestros navíos y canoas, con armas, municiones y caballos e indios
de nuestras encomiendas, y con todo lo necesario para el mantenimiento de la
dicha población. Y habiendo navegado por el río del Paraguay, después de muchos
trabajos, muertes, pérdidas y desgracias, llegamos con Su Merced donde los
dichos jarayes, el día 29 de Julio del pasado año de 1557, donde creímos se haría
dicha población. Y, después de considerar que la tierra era estéril, y de
surgir necesidades, por acuerdo y parecer que el dicho Señor Capitán tomó fue
dispuesto buscar otro lugar conveniente para la perpetuidad de esta población.
Y con este intento, partió con toda la armada a finales de agosto, dejando
en dicho puerto 15 navíos, 8 anegados y 7
varados, más todas las canoas y demás pertrechos que se tenía, así como
cantidad de ganado mayor y menor, todo ello confiado a los jarayes, por la
antigua amistad que con ellos se ha tenido. Y, puestos en camino con diversos incidentes,
llegamos al pueblo de Paysurí, indio principal, que nos recibió con amistad, y
de allí al de Pobocoygí, hasta los pueblos de los saramacosis, donde estuvimos
hasta que los mantenimientos de maíces, frijoles y de otros tipos se cogiesen.
En aquel asiento, se informó Su Merced por los indios guaraníes, y por otros
que habían sido prisioneros suyos, de la particular disposición de aquella
tierra, y de la que comúnmente se llama la gran noticia; en cuyas
fronteras se decía estaban poblados los dichos guaraníes, donde todos creímos
que se haría la población en la zona de los indios travasicosis, que por otro
nombre llamamos chiquitos, donde se daban las condiciones necesarias para hacer
la dicha fundación. Por lo cual, informado Su Merced del camino, vino con toda
la gente en busca de los pueblos guaraníes, y de su cacique, que se llamaba
Ibirapí, y del más principal, Peritaguay. Llevando a dichos indios por guías,
llegamos a este territorio donde al presente estamos, tratando de que se
recuperen la gente española, los indios amigos y los caballos de los trabajos y
peligros pasados”.
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