(1452) Va a ser necesario resumir a lo
esencial lo que Ruy Díaz de Guzmán va contando con excesivo detalle en algunos
pasajes de su crónica. Después de la victoria obtenida, el Gobernador Francisco
Ortiz de Vergara mandó a cuatro capitanes que fueran por distintas partes con
sus tropas para seguir castigando a los indios rebeldes, y él mismo se puso al
frente del resto de los soldados y estableció su campamento en una zona muy
alterada por las correrías de los nativos belicosos. Estando allí, les llegó un
indio que portaba un mensaje del capitán Ruy Díaz Melgarejo (no confundir con
el cornista Rey Díaz de Guzmán), hermano del Gobernador Francisco de Vergara.
Por entonces ya era habitual considerar la enorme extensión de Río de la Plata
compuesta por dos partes, Guairá (Paraguay) y Buenos Aires. El indio se presentó ante el Gobernador y le
dijo: “Yo soy de la provincia de Guairá, y mensajero de tu hermano, el capitán
Ruy Díaz, el cual, confiando de mí, me mandó para pedirte que le ayudases con
soldados españoles, por habérsele sublevado los indios de aquella tierra. Y he
venido disimuladamente por estos pueblos rebeldes, dando a entender ser uno de
ellos”. El Gobernador le dijo que cómo podía saber que era verdad lo que le
decía, pero el indio remedió sus sospechas dándole un escrito que le había
entregado Ruy Díaz: “Comprobada la
peligrosa situación en que estaban los españoles, el Gobernador ordenó
enviarles ayuda, y, por el parecer de la
mayoría de sus capitanes, le confió este asunto al capitán Alonso Riquelme,
aunque se sabía que entre él y el capitán Ruy Díaz había algún conflicto”.
A pesar de esa relación tirante con Ruy
Díaz, el capitán Riquelme antepuso el sentido del deber a sus desavenencias
mutuas, y partió en su ayuda con 70 soldados, haciendo un recorrido que fue
dificultoso por el peligro de indios rebelados. Esquivaron sus acechos sin
grandes dificultades y llegaron al río Paraná, al que pudieron atravesar con
unas canoas que habían dejado allí los hombres de Ruy Díaz: “Ya en la otra
orilla, fueron recibidos por todos alegremente, y entraron en la ciudad sin
dificultad, aunque estaba muy cercada de enemigos. Sólo Ruy Díaz no mostró
mucho gusto viendo a Alonso Riquelme, aunque, disimulando su antigua enemistad,
le pidió luego que saliese con sus hombres, y con los que en el pueblo había, a
castigar la rebeldía de aquellos indios, dado que él no lo podía hacer por
estar muy enfermo y casi ciego. De inmediato, salió el capitán Riquelme con 100
soldados y algunos indios amigos, aunque sospechosos, y, así, el año de 1561 comenzó la guerra con los más
cercanos. Levantando el cerco que tenían puesto los indios, los fue castigando,
e hizo justicia con algunos caciques a los que prendió. Después se juntaron
gran multitud de indios, y en un valle
largo y angosto atacaron a los nuestros por todas partes, y los acosaron
teniendo por cosa hecha acabar con los españoles. Pero los nuestros, con buen
brío, los fueron arcabuceando, y peleando con ellos muy reñidamente, con lo que
quedó el enemigo desbaratado y huyendo a mucha prisa. Dándoles alcance, mataron
a muchos indios y apresaron a muchos caciques, obligándoles a pedir la paz y el
perdón de las perturbaciones pasadas. El
capitán Riquelme y los suyos pasaron el invierno en uno de aquellos pueblos, y,
al año siguiente, acabaron de pacificar aquellas tierras. Dejándolas en el
mejor estado posible, el capitán Riquelme dio la vuelta hacia la ciudad con
toda su compañía, con mucha satisfacción por el éxito de aquella guerra. Cuando
después llegó a Asunción, la halló más sosegada, con lo cual unos y otros
quedaron tranquilos durante algunos años”.
(Imagen) Es el momento de hablar de RUY
DÍAZ DE MELGAREJO, aunque tenga que adelantar algo de lo que pronto le va a
ocurrir. Veamos primero, resumida, su biografía. Nació en Sevilla el año 1519.
Ingresó muy joven en los ejércitos de Carlos V y luchó militarmente en Flandes,
Italia y Francia. En 1540 se unió a la expedición que llevaba a su tío Álvar Núñez Cabeza de
Vaca a tomar posesión de su cargo como Gobernador de Río de la Plata. A Francisco
Ortiz de Vergara, hermano de Ruy, algo más joven que él y viajero en la misma
expedición, lo estamos viendo ahora ejerciendo como gobernador interino de ese
mismo territorio. Es digna de alabanza toda la trayectoria de Ruy Díaz como
militar, por su valentía y capacidad de mando, aunque, tanto él como su
hermano, dejaron fama de ser demasiado duros. Cuando Álvar Núñez Cabeza de Vaca
se vio perseguido, destituido y apresado por un grupo de amotinados, con gran
protagonismo de Domingo Martínez de Irala, hubo un grupo de notables
funcionarios y militares que trataron de evitarlo, aunque inútilmente, y algunos
incluso con mayor intensidad por razones de parentesco. Le fueron fieles a
Cabeza de Vaca, entre otros que ya conocemos, sus sobrinos Ruy Díaz y Francisco
de Vergara, su primo Diego de Abreu ( que tan mal acabó por rebelarse), Juan de
Salazar y Espinosa de los Monteros (fundador de Asunción), Pedro de Estopiñán y
Alonso Riquelme, aparte de gente menos conocida. También Ruy Díaz fue acusado
de rebelión y tuvo que huir a Brasil, donde estuvo largo tiempo, hasta que se
normalizó su situación al ser nombrado gobernador Domingo de Irala, quien, a
pesar de las enemistades pasadas, le confió expediciones de mucho relieve, como
la colonización de la región de Guairá, donde Ruy fundó la población de Ciudad
Real, y permaneció allí unos 7 años. Le vamos a ver ahora regresar a Asunción
con toda su familia desde este emplazamiento, y ocurrirá la gran tragedia. Un
día salió de campaña, al volver, encontró a su esposa, Elvira de Becerra, con
el franciscano Juan Fernández Carrillo, y, con su espada, los mató a los dos. Por
este crimen fue excomulgado y huyó hacia las tierras portuguesas de Brasil,
dejando en Asunción a sus cuatro hijos, todos menores, a cargo de su suegra, Isabel
de Contreras. Nunca se aclaró si ocurrió el adulterio o se lo imaginó Ruy Díaz.
De hecho, años después fue indultado, y con consentimiento eclesiástico. Volvió
a las campañas, fundó otra ciudad en Guairá, llamada Villa Rica, y ejerció como
Teniente de Gobernador de aquel territorio. En
el testamento que dictó, ya muy anciano, el año 1595, tuvo un triste recuerdo
para ‘mis hijos habidos con doña Elvira de Becerra, mi legitima mujer, que Dios
haya’. RUY DÍAZ DE MELGAREJO murió el año 1602. En la imagen, vemos la firma de
Ruy en una carta enviada al Rey el año 1556.
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