viernes, 7 de octubre de 2022

(1848) SEGUNDA PARTE de la denuncia que le hicieron a ÑUFLO DE CHAVES sus hombres por obligarles a realizar una conquista mucho más dura que la que se le había ordenado.

 

     (1448) (Segunda parte del requerimiento que le hicieron sus hombres a Ñuflo de Chaves). Empezaron los problemas al cumplirse la orden de Chaves, y se lo echaron en cara:  “Por ser los naturales de este zona la gente más indómita y feroz de cuantos hasta ahora hemos visto, no han querido jamás aceptar ningún medio de paz, y, lo que es peor, a los mensajeros que para ello se les ha enviado, los han matado, despedazado y comido, procurando por todos medios echarnos de su tierra. Han envenenado las aguas, poniendo por todas partes púas y estacas emponzoñadas de yerba mortal, con lo que nuestra gente ha resultado herida y muerta. Asimismo han decidido venir contra nosotros con mano armada, y  hemos podido resistirlos con el favor de Nuestro Señor, no sin notable pérdida y daño nuestro,  de los caballos  y de los indios amigos. Por ello, Su Merced, Señor Capitán, informado de que más adelante había otra población de indios benévolos, que se llaman zacuaimbacúes, y por salir de la perfidia de aquella gente, decidió ir adonde ellos por caminos ocultos, dando de lado a los enemigos de esta comarca. Tomando guías, partió con todo el ejército, y caminando dos días por despoblado, creyendo todos que íbamos dando de frente a los enemigos  y a inconvenientes de la guerra, vimos al raso un fuerte de madera con grandes torreones, atrincherados de tal manera, que la empalizada era doble y muy fuerte, cercada de un gran foso, llena de muchas lanzas y púas venenosas sembradas alrededor, y un gran número de gente para defenderla. Después de situarnos, les enviamos recado exigiendo de parte de Su Majestad la concordia y la amistad que no quisieron admitir. Para mayor oprobio e injusticia, mataron a los mensajeros, y salieron después fuera del fuerte incitándonos a la pelea y tirando mucha flechería. Por lo cual Su Merced y los demás capitanes consideraron necesario ir contra ellos y castigar su indómita fiereza, ya que, de no hacerlo así,  crecerían en soberbia y atrevimiento, y a cada paso nos saldrían traidoramente por los caminos, de lo cual resultaría el recibir mucho  daño de ellos. Por estas razones, se escogió el día para acometerles a pie y a caballo. Puesto en efecto con gran riesgo de las vidas y resistencia de los enemigos, iniciamos el ataque y tomamos su fortificación, rompiendo la empalizada.  Fueron expulsados con muerte de gran número de ellos, pero el sujetarlos a nuestro dominio tuvo tan alto precio, que, además de los que allí quedaron muertos, salieron heridos más de cuarenta españoles, cien caballos y setecientos indios amigos.  De los que resultaron heridos, y por ser la yerba tan ponzoñosa y mortal, en doce días fallecieron diecinueve españoles, trescientos indios y cuarenta caballos, más los que corran peligro luego, si la divina mano no lo remedia”.

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