viernes, 14 de octubre de 2022

(Día 1854) El cronista nos recuerda que el gobernador Francisco de Aguirre fue acusado de herejía. Hemos visto el gran carácter de Ñuflo de Chaves. Ahora vemos que, pecando de confiado, los indios lo mataron a él y a sus hombres.

 

    (1454) El cronista y militar Ruy Díaz de Guzmán le aclara al lector que desea intercalar brevemente otro asunto, para luego seguir el hilo de su narración dando datos de la llegada a Perú del Gobernador Francisco de Vergara: “No quiero pasar en silencio lo que le sucedió a Francisco de Aguirre en su gobernación de Tucumán (actualmente en zona argentina). Tras fundar San Miguel, fue de campaña al territorio de los indios comechingones, pero, después de algunas desavenencias con la gente que llevaba, dio la vuelta para Santiago del Estero (Tucumán), y, estando a 40 leguas de ella, en los altos que llaman de Francisco de Aguirre, le apresaron una noche del año 1566, siendo cabeza de este motín Diego de Heredia y Versocana, so pretexto de un mandamiento eclesiástico que tenía del vicario de aquella ciudad. Llegando allí con él, bien aprisionado, usurparon la autoridad del Rey, y administraron Heredia y sus partidarios la real justicia, apropiándose del gobierno. Prendieron a todas las personas sospechosas de que pudieran defender la autoridad legítima, no solo en esta ciudad, sino en la de Tucumán, exceptuando al capitán Gaspar de Medina, lugarteniente del Gobernador Aguirre, que pudo escaparse y meterse en una sierra  distante 12 leguas de Santiago del Estero. Con lo cual quedaron los rebeldes apoderados del territorio. Para paliar con algo llamativo lo que habían hecho, determinaron hacer una población en la provincia de Estero, la cual fue descubierta por Diego de Rojas cuando entró por primera vez en aquella gobernación. Saliendo de Santiago para tal fin, fundaron una ciudad, en la ribera del Río Salado, a la que llamaron Estero, por haber allí indios con este nombre, y así fue llamada también la provincia. Dista esta ciudad de la de Santiago del Estero 45 leguas. Estando las cosas en este estado, el capitán Gaspar de Medina, teniente del gobernador Francisco de Aguirre, convocó a algunos amigos suyos, y con la ayuda de Nicolás Carrizo, Miguel de Ardiles y el capitán Juan Pérez Moreno, prendió a Diego de Heredia y Versocana y a sus secuaces. Hecho proceso contra ellos, los sentenciaron a muerte, la cual se ejecutó con los máximos culpables, y  de esta manera se volvió a establecer la jurisdicción real. Durante ese tiempo la Real Audiencia envió a Santiago del Estero al capitán Diego Pacheco, mientras se veía en aquella Audiencia el asunto que había llevado preso a Francisco e Aguirre a aquel juzgado (sin duda la acusación trataba de algún tipo de herejía religiosa). Llegado Diego Pacheco, reformó algunas cosas,  mudó el nombre de la ciudad de Estero, llamándola Nuestra Señora de Talavera, y repartió los nativos de su distrito  para encomiendas de 60 vecinos. Después, mandó la Real Audiencia que Francisco de Aguirre recuperara su gobierno, y él lo tomó, aunque no duró mucho, porque enseguida fue atropellando cosas sin que todavía estuviesen muy asentadas las pasadas, pues seguían sin resolverse en el tribunal eclesiástico. Cuando llegaron a manos del Santo Oficio, resultó que fue enviado de Perú el capitán Diego de Arana, por orden de la Inquisición, a prenderle. También tenía poderes del Virrey, por lo que  apresó de nuevo a Francisco de Aguirre y lo llevó a Lima, dejando en el gobierno de Tucumán al capitán Nicolás Carrizo, quien, en nombre de Su Majestad, lo administró hasta que fue nombrado para el cargo don Jerónimo Luis de Cabrera”. FRANCISCO DE AGUIRRE (a quien ya le dediqué una imagen hace un año) nació en Talavera de la Reina hacia 1500, y murió en La Serena (Chile) en 1581. Como sus enemigos no podían acusarle de delitos civiles o militares, aprovecharon su irreverente actitud religiosa para encausarle varias veces en el tribunal de La Inquisición, pero recibió castigos moderados.

 

     (Imagen) Como era de suponer, la llegada a Lima del Gobernador Francisco de Vergara con su ostentosa comitiva fue muy problemática. Iba con idea de deslumbrar, y lo que consiguió fue arruinar sus pretensiones, entre ellas, la de la prolongación de su cargo de gobernador. Ya en la ciudad de La Plata, surgieron muchas dificultades. Sentó muy mal que hubiese gastado tanto dinero para formar aquella expedición desorbitada que parecía una marcha real, pues más le habría valido a Francisco de Vergara usarlo para las necesidades de Río de la Plata, sin tener que pedir ayuda económica en Perú. También se le complicó su intento de que le prolongaran su tiempo de gobierno, pues tuvo la oposición de personas importantes de la ciudad de La Plata, como Diego Pantoja y Juan Ortiz de Zárate (el cual, como ya vimos, era el protagonista de una impresionante biografía). Para más inconvenientes, Hernando Vera de Guzmán, sobrino de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, aprovechó la ocasión para demandar a Felipe de Cáceres y a Pedro de Orantes, acusándolos de la ilegal destitución de su tío, y faltó poco para que los dos terminaran en la cárcel. Y, además, después Juan Ortiz de Zárate logró obtener del virrey que lo nombrara Gobernador de Río de la Plata (quedando desbancado Francisco de Vergara), y partió para España con el fin de que el cargo le fuera confirmado por el Rey. Volviendo ya hacia Río de la Plata aquella fracasada comitiva de altos vuelos, y yendo Francisco de Cáceres como delegado de Ortiz de Zárate, los recibió muy bien en Santa Cruz Ñuflo de Chaves, y los acompañó en su regreso. Al llegar al territorio de los guaraníes, que andaban bastante revueltos, se apartó Chaves para controlarlos. Y cuenta el cronista: “Sabiendo que en un pueblo próximo estaban algunos caciques, se adelantó con doce soldados y, al entrar en su plaza, fueron bien recibidos por todos, con muestras de amistad. Le ofrecieron a Ñuflo una casa como posada, entró en ella, y se sentó en una hamaca que tenían colgada, quitándose la celada de la cabeza para orearse. En ese momento llegó hasta él, por detrás, un cacique llamado Porrilla, y le dio con una macana en la cabeza de tal manera, que le hizo saltar los sesos, derribándolo en tierra. Al mismo tiempo acometieron los demás a los soldados, que estaban en la puerta, donde sin ninguna dificultad los mataron a todos, escapando solamente el trompeta, llamado Alejandro, que se dio prisa a ponerse en su caballo, aunque con algunas heridas, y fue a dar aviso de lo que pasaba a don Diego de Mendoza, que venía marchando con la gente para dicho pueblo sin saber lo ocurrido, y, de no haber sido avisado por el trompeta, habría caído como ÑUFLO DE CHAVES en manos de aquellos enemigos”. El gran capitán murió  en octubre de 1568. En la imagen aparece como fundador de Santa Cruz (Bolivia).




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