martes, 4 de octubre de 2022

(1845) El obispo Pedro Fernández de la Torre fue recibido con entusiasmo en Asunción. El cronista lo alaba, pero era muy autoritario, y tuvo un enfrentamiento rocambolesco con el geniudo gobernador Felipe de Cáceres.

 

     (1445) Por entonces se supo, gracias a comentarios de los indios que recorrieron tan larga distancia,  que habían llegado unos navíos españoles a la desembocadura del Río de la Plata, estando  Domingo Martínez de Irala ausente de Asunción: “Había salido con gente y oficiales de carpintería para comenzar a construir un navío de buen porte, que quería enviar a Castilla. Decían los indios agaces que en el río estaban dos barcos, por lo que algunas personas fueron a comprobarlo.  A seis leguas de Asunción, vieron que se encontraba allí el obispo Fray Pedro Fernández de la Torre, a quien besaron con mucha humildad las manos. Además, con él llegaba, como General de Su Majestad, Martín de Orúe, que había sido enviado  a la Corte en representación de la comarca de Río de la Plata, y regresaba, por merced de Su Majestad, con tres navíos llenos de armas y municiones, siendo acompañado por el nuevo prelado. Al saberse, la ciudad y toda la tierra  de Río de la Plata recibió mucho contento, y se preparó un solemne recibimiento a su pastor, que entró en Asunción el año 1555, la víspera del Domingo de Ramos. Venían en compañía del obispo cuatro sacerdotes, y otros diáconos y de órdenes menores, así como muchos criados para su casa, la cual iba a estar bien proveída, porque Su Majestad mandó darle ayuda de costa para el viaje, y más de cuatro mil ducados para todo lo que necesita el culto divino. Y el buen Obispo, con todo amor y humildad, admitió a grandes y pequeños debajo de su protección y amparo, como tal pastor y prelado. Le encantó ver tan ennoblecida Asunción con tantos hombres principales, y dijo que no le hacía ventaja ninguna de las noblezas de España. Halló sacerdotes del hábito de San Pedro (la expresión se refiere a clérigos que no son frailes) muy honrados: el padre Miranda, Francisco Homes Payaguá, el padre Fonseca, el bachiller Martínez, Hernando Carrillo de Mendoza, Antonio de Escalera, el padre Martín González y el licenciado Andrade. Así como otros religiosos de San Francisco, como Fray Francisco de Armenia, y Fray Juan de Salazar, más algunos mercedarios. Luego avisaron a Domingo de Irala, quien, llegado a los pies de su pastor, le pidió su bendición, besándole las manos. Después  el capitán Martín de Orúe entregó a Irala  los despachos que Su Majestad y el Real Consejo enviaron para el buen gobierno de esta provincia de Río de la Plata, como en el libro siguiente se podrá ver”.

     Aunque siempre con mucha demora, se enviaban documentos desde Río de la Plata para el Rey, y viceversa: “Salió  Pedro Segura de Asunción con un bergantín en el que iban para Castilla el capitán García Rodríguez y don Diego Barúa, Caballero de la Orden de San Juan. Habiendo llegado donde les esperaba otra nave, se embarcaron en ella. También subió a bordo Jaime Rasquín, el cual fue nombrado en Castilla Gobernador de Río de la Plata, pero no pudo llegar a esta provincia por ciertos problemas que en el mar tuvo, a pesar de ser su armada una de las mejores y más poderosas de las  que habían salido para la conquista de esta tierra”. (Ya hablé hace tiempo de la poca calidad humana de Rasquín, odiado por quienes le acompañaban e incapaz de regresar a Río de la Plata, por lo que quedó privado de su cargo de Gobernador).

 

     (Imagen) El cronista ha puesto por las nubes al nuevo obispo de Río de la la Plata, el franciscano PEDRO FERNÁNDEZ DE LA TORRE, pero no parece que fuera tan maravilloso como él dice, ya que tuvo un enfrentamiento feroz con alguien que quizá se lo mereciera. El reverendo nació en Baeza (Jaén) y le gustaba tener protagonismo político, de manera que, al llegar a Río de la Plata (año 1555), apoyó al Gobernador Domingo de Irala, y se aficionó a las conquistas militares. Un año después falleció Irala, y, entre los posteriores gobernadores, hubo uno interino de mal genio y larga longevidad: FELIPE DE CÁCERES, nacido en Madrid hacia el año 1515. La enemistad mutua se agravó hacia el año 1570. Como solía ocurrir entre distintas autoridades, el obispo y Cáceres se disputaban parcelas de mando, y lo más grave era que los dos tenían partidarios que se enfrentaban duramente. Se llegó al extremo de que Felipe de Cáceres castigó a los contrarios, y, a su vez, el obispo utilizó el arma de las excomuniones para doblegar a Cáceres y a sus amigos, llegándose a tal confusión, que había clérigos críticos con el obispo y muchos ciudadanos que lo eran con Cáceres. El año 1572, el cascarrabias militar intentó apresar al obispo, pero salió alguacilado, porque unos soldados que estaban con el clérigo lo apresaron a él, al grito de ‘Viva la fe de Cristo’, y lo encerraron, según cuentan las crónicas, en una estancia cuya llave guardaba el obispo, y estuvo más de un año encadenado. Finalmente, de manera más  o menos jurídica, se condenó a Felipe de Cáceres a ser llevado preso a España, para que en la Corte se decidiera su futuro. El obispo Pedro Fernández de la Torre le encargó a Ruy Díaz Melgarejo la misión del traslado, pero, no obstante, decidió ir también él en persona llevando el refuerzo de ochenta soldados. Pero ocurrió lo imprevisto: durante el viaje se produjo un naufragio junto a la costa brasileña (año 1553), en el que falleció Fray Pedro Fernández de la Torre, resultando ileso el peleón Felipe de Cáceres. El resto de las naves continuaron su marcha, llegaron a España, y fue sometido a juicio, como habían dispuesto las autoridades en Asunción. Felipe de Cáceres era uno de los más antiguos conquistadores de Río de la Plata, ya que llegó con la primera expedición, la capitaneada por el desafortunado Pedro de Mendoza (enero de 1536). Fue siempre un oportunista en las frecuentes luchas por el poder que se produjeron en aquellas tierras. Tenía muchos enemigos, pero salió limpio de toda culpa en el proceso al que fue sometido en España. Regresó a Río de la Plata con un nuevo cargo importante, y consta que aún vivía el año 1594. En la imagen vemos que, ya en 1539, se le había nombrado contador público de Río de la Plata, en lugar de su hermano Juan de Cáceres (quizá fallecido).






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