(1451) El cronista Ruy Díaz de Guzmán,
para completar el panorama, nos cuenta también cómo les fue a los del grupo que
se apartó de Ñuflo de Chaves. Fueron menos aventureros, y, hartos de aventuras
arriesgadas, regresaron para ajustarse al previsto plan inicial, que consistía
en establecer una población en territorio de los indios jarayes: “Los que se
apartaron de la tropa del capitán Ñuflo de Chaves dieron vuelta hacia el puerto
de los jarayes, habiendo nombrado por su capitán a Gonzalo Casco. Fueron muy
bien recibidos por los indios jaralles y hallaron en perfectas condiciones todo
lo que dejaron en su poder, sin faltar cosa ninguna. Pusieron en condiciones
los navíos que allí habían quedado, y partieron en ellos por el río abajo,
llegando sin percances a Asunción, enterándose entonces de que había muerto el
gobernador interino, Gonzalo de Mendoza.
Sólo ejerció el cargo un año, durante el cual hizo algunas cosas de consideración, como
castigar y poner freno a los indios agaces, que molestaban con continuos
asaltos a los vecinos de la ciudad. Para remediarlo, Gonzalo de Mendoza había
enviado a Alonso Riquelme y a Ruy García Mosquera con más de 200 soldados y
1000 indios amigos. Pelearon poderosamente, hasta el punto de que mataron o
apresaron a la mayoría”.
Recordemos que ya vimos una reseña de los
méritos de Gonzalo de Mendoza, pero mencionaré ahora algunos datos. Llegó el
año 1535 a Río de la Plata con su tío Pedro de Mendoza, el primer gobernador de aquellas tierras, quien
no solo fracasó en sus campañas, sino que abandonó su cargo por estar muy
enfermo de sífilis, y murió de esta enfermedad durante su viaje de vuelta a
España. Luego Gonzalo actuó siempre como aliado de Domingo Martínez de Irala,
y, por ello, como contrario del injustamente
destituido Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Gonzalo de Mendoza fue dos veces
gobernador interino de Río de la Plata, sustituyendo primeramente durante dos
años, en 1548, a Irala, mientras este andaba sometiendo a los indios, y
nuevamente otros dos, desde el fallecimiento de Irala en 1556 hasta el suyo
propio, el año 1558, como nos acaba de indicar el cronista. Que nos sigue
contando: “Por muerte de Gonzalo de Mendoza, quedó esta provincia sin cabeza ni
gobierno. Y para tenerlo como convenía, acordaron todos los caballeros elegir a
alguien que los gobernase en paz y justicia. Se presentaron como candidatos,
entre otros, el contador Felipe de Cáceres, el capitán Juan de Salazar, Alonso
de Valenzuela, el capitán Juan Romero, Francisco Ortiz de Vergara, y el capitán
Alonso Riquelme de Guzmán. Juntos los moradores, y con asistencia del Obispo
don Fray Pedro de la Torre, se sacaron de un cántaro todas las nominaciones, y
resultó que el más votado era Francisco Ortiz de Vergara, natural de Sevilla,
caballero de mucha afabilidad y nobleza. Luego el Obispo, en presencia de todo el pueblo y en nombre de
Su Majestad, nombró a Francisco de Vergara Gobernador y Capitán General de Río de la Plata, lo cual ocurrió el día 22
de julio de 1558. Estaba en este tiempo la ciudad de la Asunción en la mayor
prosperidad que jamás hasta entonces ni después se vio: porque además del
lustre y buen gobierno de la República, eran muy bien servidos por los indios sus
vecinos y encomenderos, sin que se temiera que hubiese cambios”.
(Imagen) Nunca se había tenido tanta
tranquilidad y buen vivir en el territorio de Río de la Plata. Pero ocurrió algo
totalmente imprevisto: “Habiendo regresado el capitán Ñuflo de Chaves de la zona de los
indios jarayes, hubo algunas conjuras de caciques amigos que le habían
acompañado, y los que más encendieron el fuego fueron dos hermanos llamados
Pablo y Nazario (bautizados), hijos del cacique Curupiratí. Movidos por
ellos, todos los indios comenzaron a dar gritos de libertad y guerra sangrienta
contra los españoles”. (Dice el cronista que los indios se atrevían a tanto
porque trajeron muchas flechas envenenadas de los naativos a los que habían
derrotado luchando al servicio de los españoles). “El nuevo gobernador,
Francisco de Vergara, partió contra ellos a finales del año 1559 con un
ejército de 500 españoles más 3.000 indios guaraníes y 400 guaicurúes, todos
amigos. A principios de 1560 presentaron batalla los indios enemigos, que eran
unos 16.000. Los nuestros les dieron una rociada con los arcabuces. Luego salió
nuestra caballería en cuatro tropas, yendo al mando Pedro de Orantes, Peralta
Cordobés, Pedro de Esquivel y Alonso
Riquelme, y les fueron apretando y degollando a muchos indios. Después el
Gobernador le mandó al capitán Olavarriaga que fuese con 100 soldados para observar
un fuerte de los enemigos. Llegaron a una zona en la que los indios habían
preparado una emboscada, y comenzaron a disparar sus arcabuces y ballestas con
buen orden hasta pasar un arroyo barrancoso. Allí fueron acometidos por los indios,
y con tal velocidad que vinieron a las manos. Andando así revueltos, los indios
consiguieron matar al alférez Correa, a Diego Díaz, y a otros soldados. Saliendo en su ayuda Alonso Riquelme, llegó
entonces con 20 de a caballo hasta un arroyo en el que habían caído los
españoles sin poder salir, pero el capitán Riquelme y los suyos comenzaron a alancear
a los enemigos con tanta prisa que tiñeron pronto todo el campo de sangre.
También socorrieron a algunos que habían sido apresados por los enemigos, y les
salvaron las vidas que tan a pique tenían de perder. Ya libres, continuaron peleando de nuevo con gran valor,
hasta que los pusieron en huida, pero los indios amigos, que también habían
llegado para ayudar a los españoles, siguieron tras los enemigos, y cortaron
más de mil cabezas, como tienen por costumbre, especialmente los guaicurúes. De
esta manera, los indios enemigos quedaron totalmente derrotados. Esta célebre
victoria tuvo lugar el 3 de mayo de 1560, día de la Invención de la Santa
Cruz”. El cronista no se priva de darle un carácter milagroso a la victoria,
atribuyéndosela a Santa Elena, supuesta descubridora de la Cruz de Cristo.
Siempre ha sido una fiesta importante en
Hispanoamérica.
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