(1464) Al hablar el cronista de las
virtudes de los indios de la zona de Bogotá y Tunja, subraya que estaban libres
de algo muy frecuente en el resto de Las Indias: “Son muy limpios en lo del
pecado nefando, pues no consienten putos, que no es poco mérito siendo indios.
Y para ello, hay más horcas por los caminos y más hombres puestos en ellas que
en España. Atan a los malhechores a dos palos, por pies, brazos y cabellos.
También cortan manos, narices y orejas por otros delitos no tan grandes. Y hay penas
humillantes para personas importantes, como cortarles los cabellos. Es
grandísima la reverencia que tienen los súbditos a sus caciques, porque jamás
les miran a la cara, de manera que, si
entran donde está el cacique, lo hacen de espaldas. Cuando el gran cacique
Bogotá escupía, se hincaban de rodillas
los de su cortejo para tomar la saliva en unas toallas muy blancas, e impedir que tocase la
tierra· algo de tan gran príncipe. Los indios se casan todas las veces que
quieren y con todas las mujeres que pueden mantener. Y Bogotá, que era rey de
todos los caciques, tenía más de cuatrocientas. Pero es gente muy mentirosa,
como todos los nativos de Las Indias. Dentro de sus creencias, son religiosísimos,
porque, además de tener cada pueblo sus templos, tienen otros muchos fuera. En
todos ellos hay colocado mucho oro y esmeraldas. Hacen también sahumerios
mientras cantan sus oraciones. Sacrifican en ellos muchas aves, derramando la sangre por el templo,
y dejan allí todas sus cabezas atadas y colgadas. Con sangre humana no
sacrifican, si no es una de estas dos maneras. Una consiste en que, si en la
guerra prenden a algún muchacho que suponen no haber tocado a mujer, lo sacrifican
después en un santuario matándolo con grandes clamores y guardan allí su cabeza.
La otra es que tienen sacerdotes aún muchachos que han comprado en un lugar
donde los crían para eso. Traídos con unos ocho años al Nuevo Reino, sirven en
los santuarios y los tratan con mucha veneración. Pero, cuando llegan a
una edad que les parece que pueden ser potentes para tocar a mujer, los
matan en los templos, y ofrecen la sangre a sus ídolos. Tienen muchas lagunas y
bosques consagrados a su falsa religión,
de donde por nada del mundo toman agua ni cortan un árbol. En estos
bosques entierran oro y esmeraldas, que nadie tocará porque creen que, de
hacerlo, caerían muertos. En las lagunas dedicadas a sus sacrificios echan
mucho oro y piedras preciosas, quedando
todo perdido para siempre. Ellos consideran
que el Sol y la Luna son los creadores de todas las cosas, y aseguran que se juntan como marido y mujer para tener sus ayuntamientos. Además,
tienen otra muchedumbre de ídolos, como nosotros acá a los santos, para que rueguen al Sol y a la
Luna por sus cosas, estando cada templo dedicado al nombre de su ídolo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario