(1453) Poco antes de que se produjera la
tragedia familiar de Ruy Díaz de Melgarejo (a la que se añadió la muerte de
fray Juan Hernández Carrillo), hubo un tiempo de relativa tranquilidad con los
indios: “Estando así las cosas, decidió el Gobernador Francisco de Vergara
mandar aviso, a la provincia de Guairá, al capitán Ruy Díaz, su hermano, a fin
de que, acabada una carabela que se estaba haciendo en aquel puerto de Asunción
para enviar informes a Su Majestad, fuese en ella y le diese cuenta de su nombramiento
como gobernador y de otros asuntos importantes. Estando conforme, el año 1563
llegó a la ciudad Ruy Díaz de Melgarejo con su mujer e hijos, al tiempo que el
Gobernador confiaba al capitán Alonso Riquelme el mando del territorio de
Guairá. Pero, también por entonces, los indios del territorio de Asunción
volvieron a activar la guerra con nuevos bullicios. Para remediarlo, salió el
Gobernador con 250 soldados y muchos indios guaicurúes, dividiendo su ejército
en tres partes (para atacar por distintos frentes), una bajo su mando, otra
capitaneada por Pedro de Segura, y la tercera por Ruy Díaz de Melgarejo. Se
llevaron a cabo los ataques de forma concertada y con buenos resultados, aunque
costosos para ellos y para los indios. Se llegó luego a un punto en el que los
enemigos se vieron muy mermados, y se rindieron manifestando que querían servir
a Su Majestad. Solucionado el problema, el Gobernador se volvió a Asunción con
su ejército, al mismo tiempo que el capitán Ñuflo de Chaves, y don Diego de
Mendoza, su cuñado, con otros muchos soldados de Perú, volvían de Santa Cruz de
la Sierra, que, como ya se dijo, era una gobernación distinta de la de Río de
la Plata, ya que le había sido concedida a Chaves por el Marqués de Cañete,
Virrey de Perú. Había decidido volver a la
ciudad de Asunción por tener en ella a su mujer e hijos, ya que quería llevarlos a Santa
Cruz. El Gobernador le recibió bien, y Chaves
se puso enseguida a preparar lo necesario para el viaje de vuelta”.
Entonces ocurrieron dos cosas que hicieron
imposible que Ruy Díaz de Melgarejo fuera a España: “Estando ya totalmente
terminada la carabela y señaladas las personas que habían de ir en ella, una
noche, sin saberse quién lo hiciese, le pegaron fuego a ella, y, comenzando a
arder, llegó todo el pueblo a salvarla. Pero, como estaba recién embreada,
ardió de tal manera, que, sin poderlo remediar, se acabó de consumir en breve
tiempo, con notable tristeza de las personas a las que les preocupaba el bien
común, por la gran pérdida que suponía, y por el gasto de plata que se había
hecho. Se atribuyó el hecho a algunos rivales del Gobernador interesados en
ocupar el cargo”. La segunda causa fue el hecho que hemos contado en la imagen
anterior, que, narrada por el cronista, resulta algo confusa: “En cuyo tiempo sucedió asimismo que el
capitán Ruy Díaz de Melgarejo mató, debajo de acechanzas (por haber estado
al acecho), al Padre Hernández Carrillo, y a su mujer, doña Elvira Becerra,
de lo que le resultó doblado dolor al Gobernador Francisco de Vergara. Por lo
que le persuadió a Ruy Díaz para que fuese a Perú a fin de tratar con el virrey
diversos asuntos, y, hablándolo con sus amigos, se dispuso a ponerlo en efecto”.
Ya vimos que la solución no fue tan sencilla, pues pasaron años hasta que Ruy
Díaz pudo regresar libremente a Río de la Plata.
(Imagen)
Justo cuando llegó Ñuflo de Chaves a Asunción, el Gobernador Francisco
de Vergara, quizá siendo víctima de un ataque de ostentación, decidió hacer
algo totalmente desproporcionado y suntuoso, y más todavía en aquellas tierras
inmersas en trágicos conflictos. Dejándose convencer por Chaves, que necesitaba tenerlo contento, le pareció que
le era conveniente ir a Perú a mostrarle al Virrey sus méritos, y así conseguir
que se prolongara su cargo de gobernador. Pero, además, se dispuso a hacerlo a
lo grande, con ostentación de embarcaciones, caballos y armas, así como acompañándole
una especie de cortejo formado por personajes de relieve, incluido el obispo
Pedro Fernández de la Torre y siete clérigos, siendo el total de los españoles más
de trescientos, con un servicio que pasaba de dos mil personas. Por su parte,
Ñuflo de Chaves iba con muchos soldados, y, al llegar al puerto fluvial de los
indios guajarapos, logró convencer a unos tres mil para que se incorporaran a
la expedición. Y dice el cronista: “Estos indios, durante el viaje, pasaron
inmensos trabajos y necesidades, pereciendo gran parte de ellos de hambre y de
sed, por lo que luego abandonaron a los españoles. Cuando la armada tomó puerto
en la ciudad de Santa Cruz, Ñuflo de Chaves (recordemos que fue quien la
había fundado) se apoderó del mando de ella, no consintiendo que el
Gobernador diese allí órdenes, con lo que muchos se sintieron molestos. En
Santa Cruz había falta de comida y se rebelaron la mayor parte de los nativos,
viéndose obligado Chaves a pelear con muchos de ellos, y hubo muertos en ambos
lados. Los indios cerraron el paso hacia Perú, por lo que Chaves fue con 50
soldados contra ellos, pero dejando orden (cosa asombrosa) de que, hasta
su vuelta, se mantuviera preso al Gobernador Francisco de Vergara y a otros para
que, entretanto, nadie fuera a Perú. Como era de esperar, el Gobernador buscó
la manera de enviar un mensaje a la zona peruana quejándose de tal agravio, y,
cuando lo recibieron en la Real Audiencia, dieron orden de que se les dejara
paso hacia Perú. Libres ya, se pusieron en marcha con 60 soldados, algunos con
sus mujeres e hijos, evitando encontrarse con Ñuflo de Chaves, que ya
regresaba. Pero, en su camino, tuvieron un enfrentamiento con los indios
chiriguanos, que les impedían el paso, los cuales mataron a un fraile de
Nuestra Señora de las Mercedes que iba con ellos y a otros españoles, de cuyos
peligros fue Nuestro Señor servido sacarlos y llegar con bien a aquel reino. Al
cual entraron por la frontera de Tomina, por el camino que dicen de Cuzcotoro, y
que hoy en día es muy frecuentado por los indios chiriguanos que allí residen”. En la imagen
vemos la firma del Gobernador FRANCISCO ORTIZ DE VERGARA.
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