(143) –Hay
refranes que no fallan, baby: la
avaricia rompe el saco.
-Así fue, daddy: se le nubló la vista a Cortés, y ofendió al rey. Como
diría Bernal, ‘fue un gran pelmazo’ con sus peticiones de que le hiciera
gobernador de la Nueva España, aunque sin duda lo merecía. “Su Majestad le
contestó a Cortés que se contentase, porque ya le había dado el marquesado de
más renta. Y de allí adelante comenzó a decaer la gran privanza que tenía,
porque, según dijeron, al cardenal y a
los demás señores del Real Consejo de Indias les pareció que no debía ser gobernador. También se habló de
que el comendador (mal enemigo) y su
mujer, doña María de Mendoza, le fueron algo contrarios porque no les tenía en
cuenta. Entonces fue Su Majestad a embarcarse en Barcelona para pasar a
Flandes”. Hasta el puerto catalán fue Cortés tras el rey, como perrillo
mendicante, con la misma cantinela, “echando siempre por intercesores a
aquellos duques y marqueses, y Su Majestad le respondió al conde de Nasau que
no le hablasen más del asunto de la gobernación (se acabó la monserga)”. Pero el insumergible Cortés tenía otros
asuntos importantes entre manos. Se formalizó con grandes fiestas su matrimonio
con Juana de Zúñiga, a la que cubrió de joyas, sintiéndose algo desairada la
reina Isabel (el gran amor de Carlos V) porque las que le regaló a ella no eran
de la misma calidad; sin embargo “mandó a los del Real Consejo de Indias que le
ayudaran en todo”. O sea, luz verde al uso que iba a hacer Cortés de sus
competencias como capitán general de la costa del Pacífico: “Y entonces
capituló Cortés el envío durante dos años por la mar del Sur de dos navíos bien
abastecidos, con 64 soldados y capitanes a su costa, para descubrir otras
tierras”. No podía parar: fracasó en Honduras, y fracasará en esta
capitulación, perdiendo dinero a borbotones. Como tocaba música embriagadora
donde hiciera falta, “envió a Roma a un hidalgo que se llamaba Juan de Herrada,
como embajador suyo, con un rico presente y a besar los santos pies al papa
Clemente (Adriano ya había muerto)”.
El Santo Padre quedó impresionado de lo que le contó Herrada sobre México,
valorando mucho la labor evangélica: “Y nos mandó una bula para absolvernos a
los conquistadores de culpa y pena de nuestros pecados”. Ya siento, querido
Sancho, que tengas que sufrir ahora un ratito, porque ahí asoma Juan Ortiz de
Matienzo.
-¿Por qué me saldría tan ful ese sobrino
al que quise como a un hijo? Y mira que era listo y trabajador… Menos mal que
su única hija, Juana, fue un tesoro de mujer. Vamos allá con la comedia:
“Estando Cortés en Castilla, llegó la Real Audiencia a México. Y vino por
presidente Nuño de Guzmán (el
sanguinario), y cuatro licenciados por oidores, que se llamaban Matienzo,
del que decían que era de Vizcaya o cerca de Navarra (casi acierta), y Delgadillo, granadino, y un Maldonado, de
Salamanca, y el licenciado Parada. Cuando llegaron, les hicieron gran
recibimiento, y se mostraron muy justificados en hacer justicia”. Bien, hijos
míos: aclaremos algo. Se ve que empezaron con buenas maneras, pero todo se iría
complicando, y hay que tener en cuenta que, para el rey, lo más importante era
que frenaran el auge del carismático Cortés. Bernal va a ser muy crítico con
ellos, pero, sin embargo, saltará a la vista que estaba contento con el reparto
de indios que hicieron, porque fue más justo que el de Cortés. A quien, con su
típica sinceridad, lo va a defender ahorita mismo: “Los oidores Maldonado y
Parada, poco después de llegar a la ciudad, fallecieron de mal de costado; y si
allí estuviera Cortés, habiendo tantos maliciosos, también le infamaran y
dijeran que él los había muerto”. Terminaré hoy diciendo que, si bien yo le conseguí
a mi sobrino Juan Ortiz de Matienzo el puesto en la audiencia de Santo Domingo,
nada tuve que ver en su llegada a México, porque entré en el Reino de la Risa
siete años antes. Sus andanzas en La Española habían sido esperpénticas, pero
muy útiles para encorsetar a Diego Colón; quizá eso bastó para que el rey le
confiara hacer lo mismo con Cortés en la Nueva España.
(Foto.- Ya que abunda lo odioso en Nuño de Guzmán, digamos algo bueno:
cumpliendo sus órdenes, Cristóbal de Oñate, en 1532, fundó Guadalajara -Nuño
era oriundo de la de España-, al oeste de México y cerca del Pacífico. Antes de
ser la hermosa ciudad que vemos en la foto, sufrió varios traslados; allí es
donde se canta el “Jalisco, no te rajes”).
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