(127) –No bastó
con quemarle los pies, mancebito: lo ejecutaron.
-La tragedia nos envuelve, tierno ectoplasma. Esto es lo que cuenta
Bernal: “El gran cacique de México, Cuauhtémoc, y otros principales aztecas que
iban con nosotros habían platicado acerca de matarnos a todos, volverse a
México y, llegados allí, juntar sus grandes poderes y dar guerra a los que
en México quedaron. Pero se lo descubrió
a Cortés un cacique llamado Juan Velázquez (bautizado),
que había sido capitán general de Cuauhtémoc cuando nos dieron guerra en México. Cortés hizo informaciones con
caciques que estaban en ello, y confesaron que, como nos veían ir por los
caminos descuidados y descontentos, que sería bien dar en nosotros, porque más
querían morir que ir adelante, y los mexicanos llevaban armas y eran unos tres
mil. El Cuauhtémoc confesó que así era, pero que solo fue una plática. El
cacique de Tacuba dijo que creyeron mejor morir de una vez que cada día de
hambre en el camino. Y sin haber más
probanzas, Cortés mandó ahorcar al Cuauhtémoc y al señor de Tacuba, que era su
primo (ya habían sufrido juntos
anteriormente la quemadura de los pies). Y antes de que los ahorcasen, los
frailes franciscos les fueron encomendando a Dios con la lengua doña Marina; y
cuando le ahorcaban, dijo el Cuauhtémoc: ‘¡Oh, Malinche!, días hacía que tenía
entendido que esta muerte me habías de dar e había conocido tus falsas
palabras. Porque me matas sin justicia, Dios te lo demande’. El señor de Tacuba
dijo que él daba por bien empleada su muerte por morir junto a Cuauhtémoc. Verdaderamente yo
tuve gran lástima de Cuauhtémoc y de su primo por haberles conocido tan grandes
señores, y aun me hacían honra en el
camino, especialmente dándome algunos indios para traer yerba para mi caballo”. Hubiera o no confabulación,
Bernal termina con una frase lapidaria: “Y fue esta muerte que les dieron muy
injusta, e pareció mal a todos los que íbamos”. Siguieron luego su azaroso
camino: “Íbamos con gran concierto por temor de que los mexicanos, viendo
ahorcar a sus señores, se alzasen, mas traían tanta malaventura de hambre e
dolencia que no se acordaban de ello”. Según marchaban, algunos indios les
aseguraron que “a siete soles” estaban los españoles que buscaban. Pero,
reverendo, el otrora inoxidable Cortés
empezaba a sentir el mordisco del “perro negro”.
-Era evidente, querido socio. El espíritu del hasta entonces
inquebrantable Cortés estaba cayendo en la melancolía: “Cortés andaba mal
dispuesto y aun muy pensativo por el trabajoso camino que llevábamos, e por
haber mandado ahorcar a Cuauhtémoc e a su primo, el señor de Tacuba, e porque
cada día había tanta hambre e adolecían españoles y morían muchos mexicanos; pensando en ello, no reposaba de noche, y salía de la cama en
una sala donde había ídolos, que era el aposento principal del cu del
poblezuelo al que habíamos llegado. Y se descuidó y cayó dos estados abajo (unos 3 metros), y se descalabró la
cabeza; se curó la descalabradura, pero no dijo nada sobre ello, porque todo se
lo pasaba y sufría”. Había que seguir; llegaron a un poblado y les dijeron que
en Naco, un lugar próximo, había españoles; lo que no sabían aún era que en ese lugar había sido
ejecutado su capitán Cristóbal de Olid. Y tampoco se dieron cuenta de que “se
huyeron un negro y dos indios naborías (servidores),
y se quedaron en el poblado tres españoles –que
no se echaron de menos hasta tres días después-, pues más querían
quedarse entre enemigos que venir con tanto trabajo con nosotros”. Pasaron por
una montaña tan dificultosa “que la llamamos Sierra de los Pedernales, y allí
se nos quedaron ocho caballos muertos, y se le quebró una pierna a un deudo de
Cortés que se llamaba Palacios Rubios”.
(Foto 1ª.- El horror de un viaje que no era necesario. Fue una
equivocación total de Cortés, al que vemos a caballo, con gorra; a su lado
llevan en andas a Cuauhtémoc, que, aunque derrocado, seguía siendo un dios para
sus mexicanos, e incluso los españoles fomentaban ese respeto. Foto 2ª.- Ningún
recuerdo les duele más a los mexicanos que la ejecución de Cuauhtémoc. De haber
mandado en México cuando llegaron Cortés y sus hombres por primera vez,
probablemente los habría barrido; pero también es probable que nuevos españoles
llegaran no tardando mucho y acabaran con él. Debajo de ese hermoso busto que
le recuerda, una lápida tiene escrito: “Cuauhtémoc. Fue el último tlatoani
mexica, y su nombre significa ‘Águila
que cae’. Se distinguió como héroe de la resistencia y líder militar. El
coraje, el estoicismo y la dignidad del último emperador azteca es un ejemplo
de heroísmo para todos los mexicanos”).
No hay comentarios:
Publicar un comentario