(140) –Estrada
la pifió, secre: había soltado a dos perros rabiosos.
-Especialmente nefasto, sabio doctor, era el factor Salazar: “Y desde que
el tesorero Estrada los hubo sacado (antes
muerto que llamarlo gobernador), el factor Salazar y varias personas que no
estaban a bien con Cortés le dijeron que lo desterrase de México. Ya firmado
este destierro por el tesorero (el
magnífico héroe que lo conquistó, ¡expulsado!), se lo fueron a notificar a
Cortés, y dijo que lo cumpliría tan bien, que iría a Castilla a dar relación de
ello a Su Majestad y demandar justicia contra ellos. La mujer del tesorero, que
se llamaba doña Marina Gutiérrez de la Caballería, ciertamente digna de buena
memoria por sus muchas virtudes, cuando lo supo, le dijo a su marido: ‘Plegue a
Dios que no nos venga mal de esto’; le trajo a la memoria las mercedes que
Cortés les había hecho, y le dijo que tornase a hacer amistades con él. Y dicen
que el tesorero se arrepintió de haberlo desterrado, y aun de sacar de la
cárcel al factor y al veedor, porque en todo le iban a la mano y eran muy
contrarios a Cortés”. Gran mujer, reve.
-Es raro, jovenzuelo, que Bernal, siempre tan anecdótico, no dé algún
detalle más de ese ejemplo de matrona virtuosa. Acababa de llegar a México,
después de 6 años sin verle el pelo a su marido (recordemos, de paso, que
presumía de ser un bastardo de Fernando el Católico), y protegiendo bajo sus
alas nada menos que a cinco hijas, a través de las cuales la familia emparentó
después con lo más linajudo de Indias y de Castilla; seguro que ella fue la
artífice. Y, además, ¡oh, oh, oh..!, se llamaba doña Marina. ¡Ay...!
-Tranqui, Sancho; ya sigo yo, que te va a dar algo. Esto ocurría a
principios de 1528, y en el mismo barco que la adorable y sus retozonas “vino
de Castilla don fray Julián Garcés, primer obispo que fue de Tlaxcala,
natural de Aragón y gran predicador. Y cuando
supo lo del destierro de Cortés, le pareció muy mal. El tesorero le echó por
intercesor para que fuese a Texcoco adonde Cortés (había ido allí al ser echado de México) y les hiciese amigos, y
aunque el obispo trató las amistades, no pudo lograr cosa ninguna, porque en lo
que se ocupaba Cortés era en allegar todo el oro y la plata que podía para ir a
Castilla; y asimismo se aparejaban el capitán Gonzalo de Sandoval y Andrés de
Tapia, porque estos capitanes fueron en compañía de Cortes a Castilla”. Así
que, nuevo escenario.
-Y que lo digas, hijo mío. ¡Vaya cambiazo!: Cortés se va a presentar en
España tras 24 años de ausencia. Pero antes de partir tuvo que oír algunos
cantos de tentadoras sirenas: “Íbanle a
ver muchos vecinos de México y otras villas, y aun algunos bulliciosos y amigos
de escándalos le iban con consejas diciéndole que, si se quería alzar por rey
en la Nueva España, ellos le ayudarían. Y Cortés echó presos a dos hombres de
los que vinieron con aquellas pláticas y les trató mal, llamándoles traidores,
y estuvo a punto de ahorcarlos. Y también le trajeron de México una carta de otros bandoleros que le decían
los mismo, haciéndolo para tentarlo, pero como Cortés era tan servidor de Su
Majestad, dijo con amenazas que, a los que volvieran con aquellas parlerías y
traiciones, los mandaría ahorcar”. Bernal insiste en este aspecto cuando
escribe, después de tantos años, con la evidente intención de desprestigiar a
quienes sembraron a conciencia, en Indias y en la Corte, las dudas sobre la
lealtad de Cortés al rey. (El que sí resultó un traidor, ya muerto Cortés, fue
su hijo Martín, que salvó la cabeza de milagro). Llegaron, pues, los preparativos
del viaje, Hernán dejó como administrador principal de su hacienda al
licenciado Juan Altamirano, y no
renunció a llevar animales exóticos, plantas variadas, y a algunos indios
peculiares, como veremos.
(Foto: Nada mejor que una foto de la maravillosa catedral de León para
decir algo de un personaje que la vio desde niño: Andrés de Tapia; él y
Sandoval le acompañaron a Cortés en el viaje a España. Un bosquejo de su
biografía: Era de edad muy similar a la de Sandoval y Bernal, que andarían por los
22 años al empezar la toma de México. El gobernador Velázquez lo encajó en la
expedición de Cortés para hacerle la contra, pero se convirtió casi de
inmediato en su incondicional amigo y en un capitán de gran valía, que estuvo
siempre a su lado, incluso en otro viaje más a España, que tendría lugar
posteriormente. Escribió una breve crónica de la conquista de México, utilizada
por otros historiadores de su época, pero el texto suyo completo no se editó
hasta el siglo XIX. Murió en México el año 1560, y, al parecer, pobre y con
fama de honrado, cosa rara entre aquellos capitanes).
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