(135) –Lamentable,
socio: tampoco Sandoval convenció a Cortés.
-Lo curioso, reverendo provisor de Sevilla, es que todo el mundo, menos
él, veía sin sombra de duda la imperiosa necesidad de que volviera a tomar el
timón de un México a la deriva. Cortés prefirió seguir con sus batallitas lejos
de la ciudad, aunque solo había un verdadero motivo: el miedo. Temía que sus
rivales le mataran. Pero era necesario solucionar el problema, y quiso hacerlo
improvisando un parche nada prometedor: “Cortés mandó poderes para Pedro de
Alvarado y Francisco de las Casas, si hubiesen vuelto a México, para que fuesen
gobernadores de la Nueva España hasta que él fuese; y si no estaban en México,
que gobernasen Alonso de Estrada y el contador Albornoz, según el poder que les
dio anteriormente. Y revocó los poderes del factor (Salazar) y del veedor Almírez (vaya
revoltijo, sabiendo, sobre todo, que Albornoz le había desprestigiado ante el
rey)”. El encargado de llevar las órdenes era un criado de Cortés llamado
Martín Dorantes, y viajó disfrazado de labrador: “Entró en México de noche, y
se fue al monasterio de San Francisco, donde halló refugiados a muchos
partidarios de Cortés. Y desde que vieron al Dorantes y supieron que Cortés
estaba vivo, no podían estar de placer, y saltaban y bailaban, y también los
frailes Toribio Motolinía y Diego de Altamirano. Y se acordó ir a prender al
factor (el veedor estaba de campaña,
fuera de México)”. El entusiasmo en México fue general al saber que Cortés
vivía, “y muchos vecinos se juntaron con el tesorero Estrada para ayudarle,
porque, según pareció, el contador Albornoz no ponía en ello mucho calor, que
andada doblado (en plan falso, como era
de suponer)”. Tan ‘doblado’ que ya le había ido con el cuento a Salazar, y
el ambicioso factor se dispuso a repeler con artillería a los revoltosos, “pero
todos los que eran de su parte desmayaron, allí le prendieron y en esto acabó
la cosa de su gobernación; luego trajeron a México al veedor Almírez y le
echaron en otra jaula como al factor”. Hizo algo el tesorero Estrada digno de
ser alabado: “Para honrar a Juana de Mansilla, a la que había hecho azotar el
factor por hechicera, mandó cabalgar a
todos los caballeros, y él mismo la llevó a las ancas de su caballo por
la calles de México, y la gente decía que como matrona romana hizo lo que hizo (negarse a tener otro marido hasta que se
confirmase la muerte del suyo), y con mucho regocijo se la llamó desde
entonces ‘doña’ Juana de Mansilla”. Honremos a los dos: Juana y Estrada.
-Vamos a ver ahora, entrañable rapsoda, un nuevo intento de convencer a
Cortés para que vuelva a México y acabe con aquel desbarajuste social: “El
tesorero y otros partidarios de Cortés lograron que fray Diego Altamirano fuese
a Trujillo para que le hiciese venir a México, porque era su pariente y hombre
que, antes de que se metiese a fraile, había sido soldado e sabía de negocios”.
Y allá que se fue. Pero, entre tanto, la situación en la capital estaba
movidita: “Muchos amigos del factor Salazar se juntaron y concertaron soltarle
a él y al veedor, y matar al tesorero Estrada y a los carceleros, y dicen que
lo sabía el contador Albornoz. Y para hacerlo, hablaron a un cerrajero llamado
Guzmán, hombre soez que decía gracias y chocarrerías, para que les hiciese unas
llaves de la cárcel”. Total que el ‘chocarrero’ les siguió el juego pero los
delató: “Sin más dilación, el tesorero fue con los del bando de Cortés a la
casa donde estaban recogidos los contrarios y prendieron hasta veinte de ellos,
y otros se huyeron. Y como había entre los cogidos cuatro hombres muy
bandoleros, que se habían encontrado en todas las revueltas que en México había
habido –y aun uno de ellos había hecho fuerza a una mujer de Castilla-, se hizo
proceso contra ellos, y el alcalde mayor, que se llamaba Ortega y era de la
tierra de Cortés, ahorcó a tres, que se llamaban Pastrana, Valverde y Escobar,
e hizo azotar a otros”. Así las cosas, ¿dará resultado el viaje del hábil predicador, el
frailuco Diego Altamirano?
(Foto: Mi secre nos pone una foto de la plaza mayor de Ciudad Real,
capital que se encuentra a 210 km al sur de Madrid. Bien está porque de allí
era el tesorero Alonso de Estrada. Él y los otros funcionarios que llegaron al
mismo tiempo a México, Albornoz, Salazar y Almírez, tenían como misión menguar
el enorme poder de Cortés. El más decente, y de lejos, fue Estrada. Presumía de ser hijo bastardo de
Fernando el Católico, y quizá por ser cierto Carlos V le asignó un sueldo
extraordinario. Veremos que se ocupó de la gobernación de México en varias
fases de aquellos tiempos turbulentos. Murió en 1530, a la edad de 60 años).
No hay comentarios:
Publicar un comentario