viernes, 7 de julio de 2023

(2077) Sandoval le dijo a Bernal que fueran a enterrar a un soldado que había muerto. El soldado tenía escritos algunos datos. En otro barco hundido murieron varios frailes. Bernal se deleitó saboreando un sitio encantador.

 

     (130) –Tenía razón Bernal, caro amico: Sandoval era un caballero.

     -Certamente, carissimo babbo: valiente y respetuoso con la tropa. Cortés tampoco estaba a gusto en Natividad (Puerto Caballos), y decidió trasladarse al poblado costero fundado por Francisco de las Casas, al que le había puesto el nombre  de su pueblo natal, Trujillo. Pero antes de partir le ordenó a Sandoval que fuera a pacificar el pueblo de Naco.  A su vez, Sandoval, para proteger el paso de un río, le dejó a Bernal al mando de ocho soldados; cumplieron la misión y algo más: “Fuimos a unas estancias donde creíamos que habían quedado indios y españoles dolientes, los encontramos y volvimos adonde Sandoval. Por el camino, uno de los españoles, que era de los recién venidos de Castilla e hijo de genovés,  iba muy malo y se murió, y no tuvimos gente para llevar su cuerpo hasta el real. Cuando se lo dije a Sandoval, tuvo enojo conmigo porque  no lo trajimos a cuestas o en un caballo. Le dije que  traíamos dos dolientes en cada caballo e nos veníamos a pie. Un soldado que se llamaba Bartolomé Villanueva, que era mi compañero, le respondió al Sandoval muy soberbio que harto teníamos con traer nuestras personas sin traer muertos a cuestas, y que renegaba de tanto trabajo y pérdida como Cortés nos había causado. Y luego mandó Sandoval a mí y al Villanueva que le fuésemos a enterrar. Llevamos dos indios y un azadón, lo enterramos y pusimos una cruz. Y hallamos en la faltriquera del muerto muchos datos escritos en un papel. Andando el tiempo, se envió aquella memoria; y perdónele Dios, amén. Cuando llegamos a Naco, después de aposentar en unos patios grandes, que es donde  habían degollado a Cristóbal de Olid, vimos que el pueblo estaba bien abastecido, y también hallamos un poco de sal, que era la cosa que más deseábamos”. Y Bernal, reverendo, se nos pone tierno.

     -Lo hace, querido novicio, disfrutando de lo sencillo: “Hay en este pueblo la mejor agua que habíamos visto en la  Nueva  España, y un árbol que en mitad de la siesta (¡oh, la siesta!), por recio sol que hiciese, parecía que la sombra del árbol refrescaba el corazón, y caía de él un como rocío muy delgado que confortaba las cabezas (que le den el premio nacional de poesía)”. Luego dice que contará más adelante los trabajos que tuvieron en la zona de Naco, “porque quiero hablar ahora de lo que Cortés hizo en Trujillo”. (Sea, pues). “Desde que los vecinos de Trujillo, a los que dejó allí poblados Francisco de las Casas, vieron que llegaba Cortés, todos fueron a besarle las manos, porque muchos de ellos eran de los que habían aconsejado a Cristóbal de Olid que se alzase, y los habían desterrado allí; y  como se hallaban culpantes, suplicaron a Cortés que los perdonase. Y Cortés, con muchas caricias y ofrecimientos, les abrazó a todos y los perdonó. Y luego envió a llamar a todos los pueblos comarcales, y cuando tuvieron noticia de que era el capitán Malinche, como sabían que había conquistado  México, los indios vinieron a su llamada y le trajeron presentes de bastimento; Cortés les habló con doña Marina sobre cosas tocantes a nuestra fe y a nuestro emperador. Y también les dijo cosas doña Marina, que lo sabía bien decir (tienes razón, poeta enamorado: esa princesita india era un tesoro)”. Total: éxito completo. Pero algo le iba a salir mal a Cortés; los franciscanos y bastantes de los hombres de confianza de Cortés se habían enfermado: “Y acordó enviarlos a la isla de Cuba con una relación de todo lo acontecido para la Audiencia de Santo Domingo. Partieron del puerto de Trujillo, y con un temporal, se hundió el navío, ahogándose los frailes y muchos soldados; los que se salvaron en el batel y en tablas, aportaron en La Habana. Y desde allí la fama fue volando por toda Cuba y a Santo Domingo de cómo Cortés y todos  nosotros estábamos vivos. Y desde que se supo, todos se alegraron, porque ya se tenía por cierto que todos estábamos muertos”. Sin embargo en México (lo veremos más adelante) algunos rabiaron, porque, sin pruebas suficientes, iban acaparando todo el poder asegurando interesadamente que Cortés ya era un ser de ultratumba: tuvieron el cinismo de guardarle luto oficial.

     (Foto.- Se le quedó grabada a Bernal aquella siesta memorable entre tanto peligro y horror: se le refrescaba el corazón y el “muy delgado rocío le confortaba la cabeza”. Pudo ser en un lugar como el de la foto. Él era demasiado delicado para mencionarlo, pero ojalá tuviera al lado a su compañera india -que el Señor me perdone-).




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