(125) – La
salida de Cortés, secre, fue un paseo entre loores.
-Bernal lo subraya, provisor catedralicio: “Fue cosa maravillosa los
grandes recibimientos y fiestas que le hacían en todos los pueblos por donde
pasaba. Y cuando supimos en Coatzacoalcos (donde
residía Bernal) que venía Cortés con tanto caballero, fuimos a recibirlo y
a darle el parabienvenido; y esto lo digo para que se sepa cuán respetado y aun
temido era Cortés, porque solo se hacía lo que él quería, fuese bueno o malo.
En Coatzacoalcos le recibimos con arcos triunfales y con ciertas emboscadas de
moros y cristianos e otras invenciones de juegos. Y estuvo allí seis días”. Soterradamente,
los dos taimados funcionarios iban haciendo labor de zapa, especialmente el
factor Salazar, “diciéndole a Cortés que mirase a quién había dejado el poder,
porque tenía al contador Albornoz por muy revoltoso e doblado”. Lo cual era
cierto, e incluso ya había noticias de que estaban gobernando mal, pero la
verdadera intención de Salazar y del veedor Chirinos era apartar las zarpas de
los criticados para agarrar la presa con las suyas: “Y sobre ello le decía el
factor a Cortés que tan bien sabrían gobernar él y el veedor como los que había
dejado en México, y se le ofrecieron por muy servidores”. ¿Qué opinas del
percal, reverendo?
-Pues te diré, tierno doncel, que, aunque sus madres fueran unas santas,
está claro lo que eran ellos. Lo malo es que Cortés patinó de nuevo: “Y decía
tantas cosas melosas el factor, y con tan amorosas palabras, que le convenció a
Cortés para que les diese a los dos un poder, siendo de esta condición: que, si
viesen (¡no van a ver!) que el
Estrada y el Albornoz no hacían lo que debían al servicio de Dios y del rey,
gobernasen ellos solos. Estos poderes fueron causa de muchos males, revueltas y
cizañas que hubo en México, como más adelante diré. Cuando se despidieron de
Cortés para volverse, ¡cuántos cumplimientos y abrazos!, y tenía el factor una
manera como de sollozos”. También era triste la esclavitud de los veteranos de Cortés. El resignado
Bernal se limita a mencionar la situación: “Luego mandó que todos los vecinos
de Coatzacoalcos fuéramos con él, de forma que a todos los que nos habíamos
hallado en las conquistas de México, y en el tiempo en que habíamos de reposar,
nos obligó a ir a una jornada de más de 1.500 leguas (8.250 km), perdiendo cuanto teníamos, casi siempre en guerras y en
un viaje de dos años y tres meses”. (Precioso, baby). Alguno se resistía a la
orden de Cortés, pero no le servía de nada. “Cuando ya estábamos todos
apercibidos con nuestras armas porque no le osábamos decir que no, si alguno se
atrevía, por fuerza le hacía ir. Éramos todos unos 250 soldados, más otros
muchos recién venidos de Castilla”. Y por fin le vemos a Bernal, que ya era propietario de un caballo,
con la categoría que se merece: “A mí me mandó que fuese por capitán de 30
españoles con 3.000 indios mexicanos a pacificar un pueblo que se llamaba
Zimatán, y para ello me dio instrucciones, las cuales tengo hoy día firmadas de
su nombre (para orgullo de sus nietos). E hice el viaje como me mandó,
quedando de paz aquel pueblo”. Conviene recordar que Cortés iba hacia Honduras,
en busca de Olid y de quien había mandado anteriormente con la misma misión,
Francisco de las Casas. Sin haber tenido aún ningún enfrentamiento duro con los
indios, pronto se vieron envueltos en dificultades de todo tipo: hambre, ríos y
esteros (zonas pantanosas) casi infranqueables, enfados de Cortés y protestas
de sus hombres, todo ello como anticipo de los sufrimientos venideros. “Muchos
soldados murmuraban de Cortés y de su viaje, diciendo que no miraba más que por su ambición, sin pensar
bien lo que hacía, y que era mejor que
nos volviésemos que morir todos de
hambre. Luego dimos en un pueblo sin gente, y hallamos muy bien de comer. Y
como íbamos muertos de hambre, dímonos buena hartazga. Ya en el camino se
habían muerto el volatinero y tres soldados. Murieron también muchos indios de
Michoacán y mexicanos; caían malos y se quedaban en el camino como desesperados”.
(Foto: Bueno, aunque Medellín esté en Badajoz, también en Cáceres tiene
Cortés una estatua; a caballo, vestido a la romana, cual victorioso Julio
César. Sin embargo, en esta expedición a Honduras, le veremos abatido en sus
horas bajas, como el correoso Churchill cuando su ciclotimia lo hundía en la
depresión, a la que llamaba el perro negro, ‘the black dog’. Nobody is
perfect).
No hay comentarios:
Publicar un comentario